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Los errores de Guillermo Padrés

Por: Roberto Rock L.

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Escrito en OPINIÓN el

Cuando fue designado candidato del PAN a la gubernatura de Sonora, en marzo de 1999, Guillermo Padrés poseía una modesta casa de dos plantas en la calle Cerrada de Minas, colonia Valle Bonito, en Hermosillo, Sonora. En julio de ese mismo año, al ganar sorpresivamente la gubernatura, hubo de pedir prestada la casa de un amigo, más grande, para dar entrevistas a periodistas y recibir parabienes de sus seguidores.

 

Con un título de abogado egresado de la desconocida Universidad Humanitas del Distrito Federal, su incursión a la política, pocos años antes, había estado precedida de una serie de fracasos en negocios, como una llantera y un vivero, que hizo quebrar. La familia había eludido mayores penurias gracias a los ingresos que aportaba una pequeña escuela que conducía su esposa.

 

Cinco años después, Sonora y el país se enteran azorados, que el señor Padrés acumuló en sólo cinco años en el cargo una riqueza que entre otros bienes y negocios, le permite haber rehabilitado un rancho familiar que estuvo abandonado  por décadas pero que ha recibido mejoras cuyo valor ha sido estimado en 400 millones de pesos.

 

Sólo la construcción de la presa motivo del escándalo Padrés costó 150 millones de pesos, según estimaciones de funcionarios federales, que han detectado adicionalmente una tubería de siete kilómetros de largo para ofrecer riego a diversos plantíos y cultivos. Entre ellos figuran al menos 600 hectáreas de nogales –no 300, como él ha declarado en diversas ocasiones. La producción anual de cada hectárea de cultivo de nogal requiere en promedio 500 mil pesos anuales, de acuerdo con las mismas proyecciones.

 

El triunfo de Padrés, hace poco más de cinco años, fue atribuido en medida importante  a la tragedia en la guardería “ABC” de Hermosillo, ocurrida apenas un mes antes de los comicios. No es difícil calcular ahora qué puede ocurrir en julio del próximo año cuando habrá nuevas elecciones para renovar la gubernatura, el Congreso local y los 72 ayuntamientos locales.

 

Padrés se ha enredado con sus propias declaraciones. Alega que la denuncia sobre su próspero rancho familiar se generó como respuesta por su “defensa de los sonorenses” ante el derrame de ácido generado por la minera del Grupo México en el río Sonora. Cualquier rescate hemerográfico demuestra que el gobernante panista miente. El derrame ocurrió el último día de julio pasado y durante semanas él no sólo no alzó la voz para denunciarlo, sino que su equipo de voceros –que gustan de pasear en Mercedes Benz- cabildeó con la prensa local para desestimar el hecho.

 

Al cierre de la pasada semana Padrés alardeó que todo se resolvería en una reunión con el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, encuentro sobre el cual la dependencia federal no había informado. Osorio en persona canceló públicamente la reunión, lo que supuso una humillación al mandatario. Y finalmente se anunció que se integraría una comisión investigadora bajo la coordinación de Alfonso Navarrete Prida, secretario del Trabajo, ex procurador de Justicia en el Estado de México y personaje cercano a Los Pinos.

 

Un mayor declive en la ya muy deteriorada imagen de Padrés vendrá acompañado por una creciente radicalización de su discurso.  Sus argumentos pueden ser desde la defensa de la autonomía estatal hasta presentarse como adversario del gobierno federal y formalizar así sus aspiraciones a relevar el próximo año a Gustavo Madero como presidente del PAN. Hasta hace algunas semanas, Madero y Padrés se decían aliados, e incluso pactaron que el gobernante ahora en desgracia obtendría una diputación federal plurinominal. El panorama ha cambiado evidentemente.    

 

El margen de maniobra de Padrés se modificará agudamente si se consolidan los indicios de que sus actuales problemas son producto de una orquestación operada desde la ciudad de México. Que el sonorense no se cuenta entre los “panistas buenos” con los que trabaja armoniosamente la autoridad federal, antes al contrario.

 

Incluso, se multiplican las versiones de que el equipo del presidente Peña Nieto acumuló durante los últimos años diversas afrentas de Padrés, que ahora han determinado cobrar, con las elecciones locales a la vista. Si todo ello es cierto, al señor Padrés, baldado por la corrupción, le podrían quedar sólo dos alternativas, políticamente hablando: Una, darse por muerto. La otra, suicidarse.

 

robertorock@lasillarota.com