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Los cuatro jinetes de la crisis alimentaria

Desde el tercer trimestre de 2020, diversos organismos e instancias internacionales, advirtieron de una crisis alimentaria a causa de la pandemia. | Ismael Jiménez

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Escrito en OPINIÓN el

A mitad de 2020, la FAO declaró que 27 países se encontraban en condición vulnerable ante una crisis de escasez de alimentos. Los países africanos y de Oriente Medio, presentan los escenarios más severos. Sin embargo, Centroamérica enfrentará en el mediano plazo, escenarios complicados en la producción y abastecimiento de alimentos.

El riesgo alimentario, es multidimensional, lo que hace que sea un factor de alto riesgo de seguridad para muchos de los países que se encuentran en riesgo de enfrentar escenarios de escasez.

La crisis, tiene cuatro componentes primarios, que países y gobiernos, están enfrentando ahora mismo, y determinarán el futuro de cada nación en los siguientes meses en materia alimentaria.

El primero de ellos, son los efectos que la pandemia está generando en la producción de alimentos ante la prolongación del confinamiento. En este momento, es el principal reto a vencer, pues aunque en algunos países la producción de alimentos se incrementó, el desafío es que ante la segunda ola de contagios, los gobiernos se vean en la necesidad de parar nuevamente todas las cadenas de suministros.

Un escenario como ese, además de generar desabasto, provocaría la quiebra de empresas que forman parte de la cadena de suministros, lo que llevaría a mayor desempleo y a su vez, a un menor poder adquisitivo para comprar alimentos. En México, la producción de alimentos creció por arriba de 5 por ciento durante 2020, se incrementaron las transferencias de remesas y el gobierno apoyó económicamente al sector de la población más vulnerable para que cubrieran la necesidad básica de alimentos.

El problema es que esa estrategia, no puede prolongarse por mucho tiempo y un segundo cierre total de actividades, daría paso a una crisis de acceso a los alimentos, aunque los anaqueles de los centros comerciales y de abasto, estuvieran llenos.

El segundo componente, es la cotización y especulación de los commodities agrícolas en los mercados financieros.

Durante 2020, los precios del maíz, del sorgo, la soya y el trigo, crecieron por arriba de 25 por ciento promedio anual. ¿Qué significa esto? Que los países más pobres o en vías de desarrollo, enfrentaron un incremento de precios de los principales granos forrajeros, presionando con ello la producción pecuaria y de los alimentos derivados de los productos cárnicos. Con ello, algunos países vieron disminuido el acceso de su población a los alimentos.

Los precios de los alimentos en los mercados internacionales continuarán al alza, por lo que no se descarta una inflación generalizada de los precios de alimentos. Por lo pronto, la FAO reportó que los precios a nivel mundial, crecieron 3.1 por ciento durante 2020. Especialmente los cárnicos, lácteos y cereales.

El tercer componente es el cambio climático, antes de terminar 2020, la ONU lanzó una alerta sobre los efectos del calentamiento global y lo poco relevante que resulta la disminución de hasta 7 por ciento de las emisiones de CO2 durante el confinamiento. Esto, ante la elevada temperatura que registra el planeta que continúa derritiendo los polos.

La NASA reportó en los últimos días de diciembre, que, de continuar el derretimiento de los glaciares en el Ártico, se corre el riesgo de enfrentar una mini era glacial en todo el planeta, además del incremento de los niveles en los mares y la generación de tormentas y huracanes cada vez más devastadores. 

España y el resto de Europa, enfrentan nevadas atípicas, mientras Tailanda y los países de la zona, están bajo el agua debido a las tormentas registradas en los últimos días.

Este escenario, presagia oleadas migratorias de las zonas rurales hacia las urbes, causando mayor desabasto y demanda de servicios. Entre ellos, el de alimentos. Aunado esto, las tierras de cultivo quedarían bajo el agua a causa del incremento de los mares y los huracanes. Centroamérica, es la zona más vulnerable del planeta en ese sentido.

Por último, está el agua. La escasez del vital líquido cada vez es más evidente en todo el planeta y ante una eventual crisis por la falta de agua, los países y las empresas, han encontrado en los mercados financieros una manera de proteger sus patentes tecnológicas para la gestión y aprovechamiento del agua. 

Es cierto, el agua dulce disponible en el planeta solo es de alrededor del 3 por ciento del total del líquido disponible, pero muchos países, empresas y gobiernos, ya cuentan tecnologías para desalinizar el agua de mar y para recuperar y aprovechar el agua de diversos afluentes. 

De esta manera, no fue cosa menor, que en diciembre haya iniciado la cotización de futuros de los precios del agua en Wall Street. Sin duda, el principal componente para producir alimentos.