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Los campos de batalla

El Ejecutivo no quiere hacerse responsable de lo que provocan sus dichos y los hechos de su administración. | Rodolfo Aceves

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Escrito en OPINIÓN el

Algo sucede alrededor de la estrategia de seguridad del presidente López Obrador, cuando no solo se ciñe al plano de seguridad, y se amplía económica o socialmente. Se refiere también a sus dichos y algunos otros eventos de su administración, que han causado frentes de crisis de consideración.

Estos frentes se abren con la opinión pública, con los medios de comunicación, con las Fuerzas Armadas, con la oposición, en el que parece que el Ejecutivo no quiere hacerse responsable de lo que provocan sus dichos y los hechos de su administración.

La crisis por el operativo para capturar y liberar a Ovidio Guzmán en Culiacán, le trajo desencuentros con la opinión pública, con la comunidad de seguridad pública, con algunos integrantes en servicio y retirados de las Fuerzas Armadas. Por su parte, la respuesta oficial a las críticas vino pasados unos diez días y trajo nuevos actores, generando más dudas que certezas.

Las explicaciones que ha dado el Ejecutivo Federal y el secretario de Seguridad, no han satisfecho la curiosidad de las preguntas que han sido formuladas, en cuanto al diseño del operativo, a la ausencia en la participación de otras dependencias, a la debilidad en los razonamientos para liberar al hijo de El Chapo, y a la fuerza que obtuvieron obtuvo el cartel con esa decisión, a los contenidos de la estrategia de seguridad, entre otros temas torales.

Lo más incongruente es, que de la misma Secretaría de Seguridad Pública desde donde se opera esta estrategia, estén más preocupados por divulgar los nombres de personajes de quienes afirman que dirigen equipos de promotores en redes sociales para criticar al Ejecutivo Federal, en vez de utilizar esos recursos para perseguir delincuentes. Esto solo favorece la tensión entre la opinión pública y se aleja de la veracidad.

Y como si no tuvieran crisis abiertas, el Ejecutivo Federal abre la posibilidad de un golpe de Estado y señala a sus opositores en su diseño. Este fue un desacierto cuando en el país, ningún actor político, económico o social hablaba de un evento de tal magnitud y de manera innecesaria, solo vino a reforzar el discurso de quienes dudan de la lealtad de las Fuerzas Armadas.

Y como si fuera para demostrar la ineficiencia de la estrategia de seguridad, vino el terrible asesinato de mujeres y niños integrantes de la familia LeBarón, en los límites entre Chihuahua y Sonora. La gravedad de este asunto supone que encenderá las alertas en Washington, para presionar al gobierno mexicano en la eficiencia de su planeación en seguridad.

La administración del presidente López Obrador tiene un serio problema de narrativa que la ha impactado en la relación con los medios de comunicación, con la opinión pública y en la estrategia de seguridad del país. Es un problema que trasciende fronteras, cuando medios como el neoyorquino Wall Street Journal o el británico The Guardian, se refieren a sus líneas discursivas, como “palabrería de izquierda” o “100 muertos al día”, respectivamente.

Culpar al expresidente Calderón, Fox o Peña Nieto, a los conservadores, a los fifís o a cualquier otra circunstancia interna o externa, solo sirve para que las hordas en redes sociales sigan denostando e insultando a la opinión pública, abre un frente en el campo social entre ciudadanos, mientras que permanecen sin ser solucionadas las causas en las batallas por la injustica, la corrupción e inseguridad en que vivimos en México.