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Los balances en política

Las democracias que tienen balances son más difíciles de conducir, pero también protegen a los ciudadanos de posibles abusos. | Guillermo Sesma

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Escrito en OPINIÓN el

Hoy martes el mundo entero está viendo esta rara novela norteamericana, la elección presidencial donde se reelegiría Donald Trump o, por el contrario, se elegiría el ex vicepresidente Joe Biden. Como toda elección, un grupo quedará feliz y el otro mega enojado. Las encuestas que tanto fallaron hace cuatro años, ¿se volverán a equivocar en esta ocasión? o ¿corrigieron sus metodologías y modelos para poder generar confianza en la opinión pública?, eso está por verse. Otra cosa que está en juego en esta elección es la mayoría en el senado. Pum, la gente no está de lleno en eso, la elección presidencial es tan grande y abrumadora que al senado no lo están pelando, y no se están fijando lo que puede acontecer. Los demócratas se pueden llevar todo, como se dice en política, “El carro completo”. 

Los demócratas controlan la cámara baja y pueden ganar estados clave donde los republicanos pueden perder sus asientos en el senado y darles a los demócratas la presidencia, el senado y la cámara de representantes. Lo que pone a Estados Unidos en un desbalance que nunca es bueno, poder absoluto nunca es bueno, genera autoritarismo e imposiciones que, a la larga, perjudican a la mayoría de la población.

Tal vez el electorado estadounidense deba observar lo que ha sucedido en México, durante décadas el presidencialismo absoluto impuesto por el PRI generó abusos y dictaduras “democráticas”, esa “dictablanda” que describiera Mario Vargas Llosa el 30 de abril de 1990 y que controvirtiera con Octavio Paz. Con el tiempo y poco a poco la oposición fue ganando espacios políticos que a la postre generaron balances legislativos y ejecutivos. Eso le hizo muy bien a México. El poder no puede estar concentrado ni en un grupo, ni en unas manos. En 2018, donde Morena arrasó democráticamente la elección, desde entonces hemos vivido en un desbalance de poder. Andrés Manuel López Obrador, gana la presidencia, con sus aliados gana la mayoría en la cámara de diputados y en el senado, con algunos votos flotantes y sus aliados se aprueba o rechaza lo que el presidente quiere. Esto ha generado decisiones y políticas públicas difíciles de balancear. 

Hace algunos sexenios vimos la creación de la CONAGO (Confederación Nacional de Gobernadores), esta agrupación generaba un balance ante el poder supremo presidencial. Estos gobernadores con reuniones permanentes y presidencias rotativas, tenían como objeto generar contrapesos con el ejecutivo presidencial que eran sanos para la democracia. Existía si no afinidad, si un respeto que generaba negociaciones, y estas negociaciones eran buenas para las distintas entidades federativas. Bien ahí, pero ese modelo se agotó.

En este sexenio la CONAGO dejó de servir, el presidente la dejó de pelar, lo que generó una nueva figura de Gobernadores Aliancistas o Federalistas como algunos se hacen llamar. Estos gobernadores emanados de distintas fuerzas políticas, donde obviamente no hay ningún gobernador Morenista, han generado un balance ríspido con el ejecutivo federal. Estos 10 gobernadores están dando batalla exigiendo cosas que no suenan descabelladas. Por ejemplo, argumentan que, si la Federación asumió durante este sexenio la salud pública, la federación debe pagarles lo que ellos han gastado en la pandemia. Ahora amenazan con romper el Pacto Fiscal. Otro ejemplo, Coahuila sostiene que, de cada peso aportado a la federación, únicamente se les regresa 20 centavos y eso es injusto para los coahuilenses y fríamente tienen argumentos. Romper el pacto fiscal o el pacto federal no es fácil, ni sé si sea esa la intención. Lo que sí, es que son el único contrapeso real con el presidente, los pele o no. Por eso este 2021 la elección a gobernadores y a diputados federales es tan importante, ojalá se pueda generar un balance democrático. Le haría muy bien a México, inclusive al presidente no le conviene ganar todo, se parecería al viejo PRI de Echeverría con el que tanto lo comparan y del que tanto huye y rechaza parecerse.  

Volviendo al tema norteamericano, que los demócratas se lleven el “carro completo” puede no ser tan bueno para los ciudadanos americanos. Las democracias que tienen balances son más difíciles de conducir, pero también protegen a los ciudadanos de los posibles abusos de los grupos que las poseen. Veremos en qué termina esta novela norteamericana y como se escribe la segunda parte del sexenio del presidente López Obrador.