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López Obrador y la Transformación camuflada

Los tres primeros años de gobierno obradorista son, en materia de seguridad y justicia, una peligrosa y violenta tomada de pelo. | Jorge Alejandro Medellín

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Escrito en OPINIÓN el

El presidente llegó a su tercer año de gobierno cobijado por las fuerzas armadas y al mismo blindándolas en su idea de conservar el poder y llevar a Morena más allá del 2024, en una dinámica de transformación que le garantice popularidad, permanencia y fortaleza para consolidar proyectos de largo aliento. 

Repetitivo en su discurso, machacón sobre el origen y carácter popular de un ejército que no pertenece a ninguna elite, López Obrador sumó nuevas misiones a la milicia para acercarla aún más al pueblo, para apuntalar su naturaleza popular y su signo de servicio, lealtad y compromiso con su proyecto de gobierno en el que el general Luis Cresencio Sandoval es parte fundamental. 

Sin rubor alguno, la 4T cabalga segura de sí misma bajo la férula militar y naval y muy pronto, con la incorporación de la Guardia Nacional como tercera arma de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), lo hará con cerca de medio millón de tropas bajo el mando de López Obrador como Comandante Supremo. 

Luego del diáfano pronunciamiento partidista del general Sandoval el pasado 20 de noviembre invitando a la gente a sumarse al proyecto personal del presidente, el camino es más claro y permite visualizar una cercanía sin precedentes entre el jefe del Poder Ejecutivo y su brazo armado, nunca mejor representado en los tiempos recientes por los militares. 

El encuentro de López Obrador con decenas de miles de simpatizantes en el Zócalo para festejar sus tres años en el poder, fue también una celebración y un espaldarazo para unas fuerzas armadas a las que se les ha ordenado intervenir en labores de seguridad pública para contener la ola delictiva y tratar de acabar con la delincuencia o al menos controlarla, hacerla menos letal para todos los mexicanos. 

El detalle aquí es que los militares llevan décadas cumpliendo en forma gradual con esta asignación, ya sea como secretarios de seguridad pública, como directores o coordinadores de seguridad o como consejeros, estados mayores y artífices de políticas y estrategias de seguridad desde la propia SEDENA.  

En todas estas asignaciones, en sus distintas etapas, han fracasado. 

La más reciente, la más nueva, la más abierta en cuanto a la preeminencia militar, es ésta, la de hoy, las de la 4T, la de AMLO, la de la Cuarta transformación camuflada en la que se registran los mayores niveles de violencia, asesinatos, feminicidios, desapariciones forzadas, desplazamiento de la delincuencia organizada e impunidad. 

A contracorriente del discurso fácil, populista, de revancha histórica y efectista del presidente, está la realidad cotidiana de los 70, 80 o más homicidios dolosos que se cometen en el país; la deserción de cientos de policías municipales que huyen de los cárteles mejor armados y organizados se han traducido en el 26 por ciento de los 2,500 municipios del país sin agentes de la ley, zonas y escenarios perfectos para la expansión de los grupos criminales en todas sus formas, zonas y escenarios abandonados por la 4T para darle prioridad a los militares. 

Los tres primeros años de gobierno obradorista son, en materia de seguridad y justicia, una peligrosa y violenta tomada de pelo. Más de 90 mil desaparecidos lo confirman, dolorosa e inevitablemente. Es el signo de los tiempos de uno de los fenómenos que López Obrador y sus tropas y estrategas no han podido ni querido resolver. No saben. No pueden. No deben quizá. No es herencia de un pasado panista o priista detestables.  

Es hoy, es la 4T, es la estrategia militarista, es el camuflaje que no se diluye con el paso del tiempo. Es el camuflaje que se impone como parte del discurso político de los que no son iguales que los de antes. 

Y cuando despertó, los generales seguían ahí…