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Llegó la hora de gobernar

Andrés Manuel López Obrador representa una gran esperanza para millones de mexicanos, lo que implica también una gran responsabilidad. | Agustín Castilla

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Escrito en OPINIÓN el

Sin lugar a dudas Andrés Manuel López Obrador es un político fuera de lo común por su perseverancia, el apego a sus ideas -estemos o no de acuerdo con ellas- y sobre todo porque como pocos sabe interpretar el sentir de la gente lo que le permite conectar y lograr que lo asuman como cercano. No en vano dedicó los últimos 12 años a recorrer prácticamente todo el país cultivando la sensibilidad de la que carecen la mayoría de los integrantes del aparentemente hoy extinto establishment.

El cambio era inevitable pues resultaba insostenible la continuidad de una clase política que se comportaba con gran frivolidad y soberbia, insensible a las necesidades de la gente, con altos niveles de corrupción y que por años hicieron caso omiso a las múltiples llamadas de atención que se manifestaron a través de las urnas así com0 en redes sociales, encuestas etc.

Más allá de las posiciones que cada quien pueda tener, es incuestionable que el arranque de gobierno del presidente López Obrador ha generado muchas expectativas y le ha regresado la esperanza a un amplio sector de la población que había perdido por completo la confianza en representantes, funcionarios, partidos e instituciones, de que en esta ocasión las cosas van a ser distintas.

La legitimidad con que cuenta López Obrador y sobre todo el entusiasmo popular que ha despertado no tiene precedente en los tiempos modernos y difícilmente cometerá el mismo error de Vicente Fox -que dilapidó rápidamente el llamado bono democrático-, pues tiene mucho mayor olfato político, sabe marcar agenda y maneja los símbolos con gran habilidad como lo demostró el pasado 1º de diciembre.

Es un hecho que han cambiado las formas y, aunque muchos lo consideran como un gran triunfo ideológico -también se advierte un cierto ánimo revanchista-, llegó la hora de asumir la responsabilidad de gobierno pues lo que está en juego es el bienestar de las y los mexicanos. Si bien el presidente cuenta con una base sólida que está dispuesta a apoyarlo incondicionalmente -según algunos estudios el voto duro de AMLO es de aproximadamente 13 millones- , un porcentaje importante de quienes votaron por él, o de quienes optaron por no acudir a las urnas, espera ver resultados en el corto plazo sobre todo en tres temas principales: corrupción, inseguridad y desigualdad. El reto es enorme ya que el ejercicio de gobierno es complejo y se requiere mucho más que voluntad y ejemplo para transformar una realidad que a todas luces agravia a la mayoría de la población, y hasta el momento lo que hemos percibido son señales contradictorias.

No se entiende por ejemplo cómo pretende cumplir con el compromiso de acabar con la corrupción, otorgando “el perdón” a quienes han lucrado en forma ofensiva con los recursos públicos como es el caso de la “estafa maestra”. Parece que se confunde la decisión de no utilizar el aparato de procuración de justicia -que conforme a la reforma constitucional se supone que gozará de autonomía- con fines de persecución política, con su política de “borrón y cuenta nueva” que permitirá a los funcionarios que han amasado enormes fortunas disfrutarlas plácidamente sin la menor preocupación de que siquiera sean investigados, reproduciendo el nocivo pacto de impunidad entre la clase política.

Tampoco se advierte una gran diferencia entre el plan de seguridad de este gobierno, con las estrategias implementadas en las dos anteriores administraciones y que demostraron ser ineficaces para recuperar la tranquilidad de los mexicanos. En materia social, no nos han explicado como evitarán la duplicidad de los programas, que estos sigan siendo utilizados para crear clientelas electorales o que buena parte de los recursos no queden en manos de los “líderes”. Andrés Manuel López Obrador representa una gran esperanza para millones de mexicanos, lo que implica también una gran responsabilidad.

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