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Se llamaba Valeria y tenía once años

El feminicidio es una tragedia nacional.

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Escrito en OPINIÓN el

“Gobierno, Presidente, estaban muy ocupados en su elección, estaban muy ocupados en sus votos y se perdió la niña y no hubo nadie quien nos apoyara… ‘Sí, sí, está bien, háblenle a su novio’, todavía había policía diciéndonos: ‘se fue con su novio´”, Jaqueline Ortiz, madre de Valeria.


Sus cabellos largos. Sus grandes ojos color marrón. Su uniforme. Su mochila verde fosforescente. Sus 11 años. Su vida. Valeria regresaba de la escuela con Sergio, su padre, en bicicleta. Comenzó a llover. Sergio pensó que era mejor que Valeria tomara una combi de la ruta cuarenta para que no se resfriara, él la seguiría en su bici. Valeria conocía la parada en la que debía bajar. Cuando Sergio llegó a su casa, su hija no estaba.  De inmediato salieron a pedir ayuda: “Yo estaba segura que la combi se la había llevado, porque era muy sospechoso, en las cámaras no se ve que la bajaran, no se ve que ella haya bajado de la combi…” dice su madre, entrevistada por Esmeralda, (entrevista en Desinformémonos y regeneración.com).    

El Ministerio público en el Estado de México se negó a iniciar la investigación. La madre declara que les pidieron esperar 48 horas, a pesar de que existe la Alerta de Género en Nezahualcóyotl, cuyos protocolos determinan la búsqueda inmediata de la niña, adolescente o mujer desaparecida. Tan evidente la manera en la que cada segundo cuenta a favor del/los secuestrador/es. Tan evidente que mientras los familiares desesperados hacen ante sala, intentan que los escuchen, se hunden en la angustia más profunda; el criminal se aleja hacia una calle despoblada y/o oscura. Un lote baldío. Una casa abandonada. Amenaza a su víctima, la ata, la violenta, la mata. Y tiene el tiempo de retirarse. Caminar o tomar el transporte. Llegar a su casa. Cenar. Dormirse. ¿Quizá habrá visto un programa de televisión? ¿Quizá conversó tranquilamente con su familia? ¿Teme algo? ¿Qué podría temer en un país en donde la mayoría de los crímenes permanecen impunes? El asesino lo sabe. Todas/os los sabemos.


Las bordadoras y su trabajo de visibilización de cada nombre, de cada una de las niñas, adolescentes y mujeres asesinadas. Foto de Gina Navarro.


Las bordadoras y su trabajo de visibilización de cada nombre, de cada una de las niñas, adolescentes y mujeres asesinadas. Foto de Gina Navarro.

En los niveles de deshumanización que caracterizan a los feminicidas potenciales, sería lo más absurdo de este mundo esperar algo parecido al sentimiento de culpa (como contenedor). No es el reconocimiento de la plena existencia de la otra persona lo que jamás podría detenerlos. Sólo los detiene de cometer el crimen, (en el mejor de los casos), la certeza de que la ley existe y se cumple. La certeza de que los crimenes conducen a denuncias, procesos judiciales, cárceles. La certeza de que hay un sistema de impartición de justicia que corta de tajo con esa omnipotencia, desde la cual ejercen el derecho de vida o muerte sobre otra persona. La madre de Valeria sospechó del conductor de la combi. ¿Por qué no la escucharon? Sabían que era una combi de la Ruta 40. ¿Por qué tuvieron que esperar? ¿Qué esperaban? Los padres de Valeria tenían muy claro – calculando los tiempos del transporte – a qué hora su hija debía estar con ellos, en su casa.

Las frases repetidas hasta el infinito ante una niña, adolescente o mujer desaparecida: “Se fue con el novio. Llámele al novio”. En los imaginarios de esos Ministerios Públicos, las niñas no piensan en otra cosa, sino en “irse con el novio” a la salida de la escuela, mientras la madre espera y el padre va hacia la casa en su bicicleta. ¿Cuántas veces se ha probado la brutalidad y el peligro de ese supuesto? ¿Cuántas? Mientras las autoridades marcan sus tiempos de espera, el horror se desata. El desamparo más absoluto. A veces allí nada más, tan cerca, tan a la vuelta. Tan evitable. “Nosotros fuimos a dar parte a cada combi, a cada lugar, fuimos a buscar a la gente, que nos ayudaran a buscar a Valeria…”, dice Jaqueline. “No nos hicieron caso, aquí en este lugar nos tuvieron desde las dos de la mañana hasta las siete… les decía que era una niña de once años, que teníamos que buscarla, que no se podía defender ante una persona”. 

El periódico “A Fondo Estado de México”, en una nota de Beda Peñaloza y Manuel Vazquez, denuncia que el chofer de la combi José Octavio Sánchez Razo: “Está vinculado al ataque sexual de otras cuatro jovencitas de entre 17 y 20 años”. De ser así, ¿qué sucedió con esas denuncias? ¿Las archivaron? La eficacia de una investigación en el primero de los crímenes habría evitado los siguientes… Valería podría estar hoy en su casa. Es violento, insoportable. La impunidad es el arma de los criminales. ¿Qué requisitos se requieren para ser contratado como conductor en el transporte público? ¿Basta con saber darle vueltas a un volante? ¿No hay ningún tipo de investigación obligada de las personas que se contratan? La violencia contra las niñas, adolescentes y mujeres se niega, se naturaliza. Se calla. Intenta disfrazarse de “violencia generalizada”.

Lucía Melgar, académica especialista en violencia contra las mujeres y activista feminista escribió: “Los efectos de la violencia impune en la sociedad: al cabo de 20 años de feminicidio y más de 6 años de intensos enfrentamientos armados en amplias zonas del país, se han ido normalizando y trivializando tanto la violencia extrema como la violencia contra las mujeres. En particular, desde 2007, el escenario de violencia generalizada y la ampliación de zonas dominadas por una dinámica bélica (así fuera informal) han favorecido el ocultamiento y minimización de la violencia sexual y del feminicidio tanto en los medios como en la sociedad”.

Ante el feminicidio. Nos quedamos sin palabras. Cada vez. Sólo que no podemos quedarnos sin palabras. Se las debemos a cada una de las víctimas. Exijimos justicia para Valeria. Que se respete el protocolo de la Alerta de Género. Ni Una Más. Nos Queremos Vivas.

Les comparto  el final del poema que Vera Milarka escribió para Valeria:


“Valeria tenemos un pastel de pétalos de rosa con 11 velas para tu féretro, mortaja blanca de niña, con tela de seda y terciopelo, con mariposas de color violeta para cada moretón, y guirnaldas de uvas para adornar la sangre y los golpes que te dio el monstruo de la cabeza y el corazón de mierda. Mientras tanto, todos votaban por quien les da de comer a esos monstruos, que no cuidan de nadie como es su deber, mucho menos de las niñas inocentes, de las mujeres que caminan rumbo a sus trabajos, de todas las que quieren llegar a casa de vuelta y nunca, nunca regresan, porque todos los que callan hacen como que no escuchan el crujir de los huesos y el sonido seco de los golpes machacando los indefensos cuerpos, y no ven cómo todo México está pintado de sangre de mujeres y niñas violadas. Perdónanos Valeria, Te queríamos viva”. Vera Milarka


Vecinos del municipio de Nezahualcóyotl: “Venimos a pedirles permiso para despedirnos de Valeria…”

FridaGuerrera:

https://www.pscp.tv/Fridaguerrera/1YqGokgkRXMGv?t=8

@Marteresapriego