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Leer

En el Día Mundial del Libro y en la conmemoración de la muerte de Cervantes y de Shakespeare, sería bueno reflexionar sobre las políticas culturales en México.

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Escrito en OPINIÓN el

Leer es importante no sólo porque permite entender otros mundos y otros espacios; porque incrementa el conocimiento y la cultura; o porque ayuda a comprender la realidad, el pasado y el futuro. Leer es fundamental, también, porque nos ayuda a conocer nuestros propios horizontes.

 

El 22 de abril de 1616 murió Miguel de Cervantes Saavedra (sepultado el 23) quien, además de las Novelas Ejemplares, la Galatea, los Trabajos de Persiles y Segismunda, escribió el libro más representativo de la literatura universal, el Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. Escrito en dos volúmenes publicados en 1605 y 1615 (de ahí que el primero se refiera al Hidalgo y el segundo al Caballero), el Quijote como personaje o Alonso Quijano como realidad, junto con Sancho Panza, representan las contradicciones y complementariedad del ser humano. Son el hombre total.

 

La fecha de muerte de Cervantes es relevante, en tanto que coincide con la muerte de William Shakespeare y Garcilaso de la Vega, el Inca. Si bien Shakespeare murió en esa misma fecha, lo cierto es que no murió el mismo día. Su muerte ocurrió el 23 de abril de 1616, pero del calendario juliano, que corresponde al 3 de mayo en el calendario gregoriano que aún se utilizaba en Inglaterra en esa época, en vez del calendario gregoriano que ya se usaba en España. Aun así, a manera de homenaje y reconocimiento a la universalización de las obras de esos escritores, el 23 de abril fue elegido por la UNESCO como el Día Mundial del Libro.

 

La numeralia internacional no ha sido generosa con México y nos lo hemos ganado a pulso. Usualmente somos los últimos o los primeros. En índices de obesidad, corrupción, democracia, fortaleza institucional, estado de derecho, acceso a servicios, educación, etc., salimos muy mal calificados. Ya sea en los primeros lugares de las listas negativas o en los últimos de las positivas. En una estadística que elaboraron la OCDE y la UNESCO sobre “hábitos de lectura”, México ocupa el lugar 107, de 108 países estudiados.

 

Es decir, los mexicanos no leemos ni en defensa propia. Existen encuestas que indican que el promedio de lectura del mexicano oscila entre medio a 2.8 libros al año. Lamentable de suyo, esta encuesta no considera factores cualitativos, como cual fue ese medio libro leído al año. De ser así, el resultado implícito, aún y cuando fueran los 2.8 libros, sería más dramático. Las respuestas serían, seguramente, títulos del Libro Vaquero como El Hombre Blanco Domado, La Muerte Llevaba Faldas o Gritos en la Pradera.

 

La ausencia absoluta de lectura en México, puede ser un síntoma o tal vez la enfermedad misma. Nos nutrimos intelectualmente del canal de las estrellas y de su programación como Laura en América o Pequeños Gigantes. No es casualidad que en un país en donde el nivel intelectual y cultural es de 2.8 libros al año (por ser generoso), las campañas políticas carezcan de contenido sustantivo mínimo.

 

Sólo el golpeteo y la denostación al oponente, como en el Libro Vaquero. El nivel intelectual de un pueblo, es directamente proporcional al nivel de sus demandas sociales y sus exigencias colectivas.

 

Es casi una certeza que, a pregunta expresa sobre si alguien ha leído el Quijote o las novelas de Shakespeare, la respuesta inequívoca es que sí, pero sólo unas partes en la preparatoria. En el Día Mundial del Libro y en la conmemoración de la muerte de Cervantes y de Shakespeare, sería bueno reflexionar sobre las políticas culturales en México.

 

Preguntarnos las causas del desinterés generalizado por la lectura y la afición absoluta a la programación insultante. La lectura nos hace mejores personas, no por la información que podríamos adquirir, sino por los horizontes que podemos alcanzar.

 

@gstagle