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Le Petit Prince

Todo un manifiesto acerca de cómo puede y debería ser vivida la existencia del adulto.

Por
Escrito en OPINIÓN el

El punto máximo de deshumanización en el siglo XX, tocó la cumbre con la instauración de los campos de concentración nazis, con los cazabombarderos ingleses, los kamikazes venidos de las costas japonesas, la ambición de la dictadura personal de Stalin, los buques de guerra italianos, las tropas francesas y el terror en la piel humana de las bombas norteamericanas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.

 

En este marco donde el hombre ha perdido la ingenuidad y necesita acumular cosas materiales o inmateriales para sentirse satisfecho de su existencia, no importando qué sea necesario hacer o sobre quién haya que pasar (llámese individuos o grupos), un excepcional piloto de guerra y escritor francés nacido en Lyon, supo vislumbrar las carencias de la sociedad, que han sido las mismas a lo largo de la historia.

 

Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944), el hombre al que hago referencia, logró reunir en un libro dos cosas: una voz de alerta para los niños y un recordatorio para los adultos. Lo primero lo hizo, a través del lenguaje de los sentimientos, el del corazón y el del contacto con el alma. Lo segundo lo elaboró, mostrando la nostalgia de los valores perdidos o extraviados al contacto con el llamado “mundo de los adultos”, que por los convencionalismos y formalidades del que está plagado, nos olvidamos del niño que fuimos un día, menospreciándolos por la presunción y la prepotencia.

 

Este libro del que hablo, es la archiconocida obra El Principito (1943), que no es sino una fábula infantil para adultos; por su significado alegórico. <>. Una guía para que los adultos no se pierdan en el mundo que ellos han construido y para que los niños estén preparados para crecer en el mundo que los adultos les están dejando.

 

Saint-Exupéry ingresó en la fuerza aérea francesa en 1921, y en 1926 se hizo piloto comercial; se reincorporó a la fuerza aérea de su país en la Segunda Guerra Mundial. Lamentablemente en una misión de guerra su avión fue derribado, sin embargo, él pudo escapar aún con vida a la ciudad de Connecticut en los Estados Unidos gracias a un amigo suyo.

 

Las experiencias vividas durante las largas horas en misiones militares, le sirvieron para redactar lo que él vio qué son capaces de hacer los hombres, en una encantadora fábula que narra el encuentro de un adulto con el ser de su propia infancia.

 

Refugiado en la casa del pintor francés Bernard Lamotte, Antoine de Saint-Exupéry redactó su relato a partir de los primeros problemas que enfrentó el narrador-piloto de El Principito en su niñez: al querer dibujar boas abiertas y cerradas que ningún adulto entendía.

 

Es así como el escritor nos sitúa en el corazón del Sahara, en un suceso que tuvo lugar seis años atrás, recuerdo de especial delicia para él. Éste nos revela que en una misión de reconocimiento por ese desierto, su avión se averió y se vio perdido en pleno desierto con un motor “roto”, encarándonos a una perspectiva de <>.

 

El autor pone como escenario un lugar deshabitado, afuera la vida continúa, con sus pesares, su violencia, su deshumanización y es entonces cuando el piloto se plantea la pregunta más honda y que es el origen de El Principito: <>.

 

Nuestro narrador se encuentra en la nada, y cómo de la nada se aparece el Principito, sorprendido, el piloto comienza un diálogo con ese niño en una forma de apelación, que no es otra cosa que la apelación a uno mismo, en la que el adulto <

 

El Principito será quien se encargue de guiar al narrador al descubrimiento de su capacidad de imaginación al recordarle que un día él también fue un niño, y es que sólo siendo niño se pueden ver cosas que los adultos no aprecian. Una verdadera lección al hombre “moderno” que desea “tener” y que siempre tiene prisa, que vive deprisa, no se preocupa de sus verdaderas necesidades.

 

El piloto va descubriendo el lugar de origen de El Principito, éste proviene de un asteroide que el narrador supone es el B-612, un lugar muy pequeño para vivir y en el cual crecen unos arbustos (los baobabs), que si se desarrollan, el pequeño planeta corre el riesgo de estallar; éstos son la metáfora del niño que no quiere crecer para no perder su inocencia, si permite que crezcan, se habrá convertido en adulto y su mundo tenderá a desaparecer.

 

La amistad también esta presente en la figura de una pequeña pero muy hermosa flor, que una mañana brota en el asteroide. El Principito le prodiga todo tipo de cuidados que le son solicitados, pero al juzgarla por sus palabras y no por sus actos, opta por huir del diminuto asteroide con la ayuda de unas aves migratorias, dejando a la flor a su suerte.

 

Antes de llegar a la Tierra, El Principito pasa por otros planetas en los que se encuentra con la Autoridad, representada por un rey solitario. Luego por la Vanidad, en un hombre que sólo vive para que lo elogien o halaguen frecuentemente. En otro pequeño planeta, se encuentra con un personaje que posee una mentalidad que le lleva a un deseo excesivo por beber. Poco a poco cruza diversas etapas hasta llegar con el piloto extraviado, en el desierto lejos de toda civilización.

 

Y así es cómo los papeles se invierten, el niño guía al adulto por el arte de la admiración, el viaje por los planetas del niño es el comienzo de un descubrimiento, donde realmente lo que experimenta es la madurez, cada vez que aprende algo se aleja de su planeta un poco más… hasta que llega al planeta de “los adultos”: la Tierra, en este lugar adquirirá los últimos conocimientos que le permitirán completar su madurez y su verdadero fin. El adulto recupera su niñez perdida a través de las preguntas que el niño le hace, ya que están dirigidas al centro del asunto que le interesa, olvidándose de todo lo demás, y repitiendo sus preguntas hasta encontrar una respuesta satisfactoria de parte del piloto. Todo un manifiesto acerca de cómo puede y debería ser vivida la existencia del adulto.

 

En 1944, durante una misión de reconocimiento por el sur de Francia, el avión donde volaba Antoine de Saint-Exupéry desapareció, y nunca se encontró. Él, al igual que el pequeño niño de cabellos dorados, se desvaneció misteriosamente en medio de la nada. Hay quien afirma que alguien le dijo que El Principito había vuelto (recordemos las últimas palabras escritas en su libro), y esa sería la verdadera razón de su ausencia.

 

Una auténtica obra de arte a la inocencia y de amor a la humanidad, eso es lo que es Le Petit Prince.1

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1Título original de El Principito.

* Fotógrafo, escritor y periodista mexicano

 

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