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Las tres divinidades laborales

El nuevo gobierno ha adoptado el modelo laboral del régimen priísta en las reformas laborales que ya se cocinan en el poder legislativo. | Manuel Fuentes

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Escrito en OPINIÓN el

Estos fueron unos inventos del desbancado régimen priísta, que en confabulación con un sector de la patronal y líderes sindicales del viejo cuño, idearon las tres divinidades laborales para dejar tranquilo al Tío Sam y a uno que otro despistado.

Los priístas, panistas, perredistas y demás enjambres se pusieron a diseñar un modelo laboral que permitiera desaparecer las Juntas de Conciliación y Arbitraje para decir que el presidente de la República ya no se metería en los temas laborales, y que eso de la justicia obrera sería cosa de los jueces de toga y birrete. Noches enteras se pasaron ideando un aparato laboral (que pareciera nuevo) que no le quitara poder al presidente, ni le diera todo a los jueces (por eso de que luego se pongan rebeldes). Pensaron que lo mejor sería crear tres divinidades para que se hicieran cargo de los líos laborales y dejar tranquilos a los patrones, que tan bien hacían al país (léase al presidente y cómplices).

En esos tiempos se tenía el control de los poderes legislativos, de los diputados y senadores, y de nada se temía. Por allá andaba Morena que iba creciendo como espuma, pero no se imaginaban lo que ocurriría, que esos proyectos de las reformas estructurales, iban a ser su sepultura.

Las tres divinidades, que se les ocurrió en una noche de cánticos y franca chela, dividían territorios y dejaban la mejor parte al presidente para que se quitara (en apariencia) pero en realidad tener el control de lo principal.

Una primera divinidad se le llamaría Conciliación, que sería territorio de los gobernadores (había que convidar pedazos de control) y del presidente de la República (con la mejor tajada). Había que dar una buena cara, para justificarlo, para que la gente viera mejor a los gobernantes, que dieran la impresión  de que son gente buena y que les gusta meterse en medio de las broncas para resolver los problemas. Pero había que hacer obligatoria esa visita para las partes. Que el trabajador si quisiera demandar a un patrón no se le permitía acercarse a los jueces, si antes no pasaba por la barandilla de los gobernadores y el presidente.

- Vamos a echarles toda la caballería a los trabajadores para que se arreglen o se arreglen.

- Acabar con los posibles juicios laborales que nos dan tantos dolores de cabeza.

Una segunda divinidad se le pondría el mote de Centro Federal de Conciliación y Registro de indicados y Contratos Colectivos. Este sólo sería terreno del presidente de la República, tendría derecho de imponer a su director, mediante una terna puesta al Senado (para aparentar), que a final de cuentas sólo sería decisión del jefe máximo. Para asegurar travesuras transexenales debería ser inamovible por seis años y con posibilidades de repetir otros seis años más.

Serviría para dejar tranquilos a los empresarios, con eso de los cambios de gobierno, y para ello esta oficina sería la encargada de poner en cintura al sindicato más insignificante hasta el más poderoso, de cada uno de los rincones del país.  Controlar, perdón, registrar los Contratos Colectivos, de cualquier materia y tamaño, en todo el país. Una súper oficina para asegurar, con un simple papel, una Toma de Nota, a las directivas sindicales.

Una tercera divinidad serían los Tribunales laborales, en sustitución de las Juntas de Conciliación y Arbitraje, unos repartidos a los gobernadores, quise decir, a los presidentes de los Tribunales Superiores de Justicia y otros, al Poder Judicial de la Federación. Inventar la mejor de las justicias (en el papel), donde los jueces estén presentes (con una larga fila de reclamantes), para juzgar de manera más objetiva y más pronta (ni en su casa lo hacen).

Tenerles unos juzgados, con un juez de toga y birrete, (para aparentar ser de una elevada especie, más allá de los mortales), y atender unos 80 mil juicios al año en el ámbito federal y unos 500 mil en los estados de la República, cada uno en dos audiencias obligatorias para el juzgador.

Copiar el modelo de los juicios mercantiles o de la materia civil, donde todas las partes son iguales y exigirle (obligarles) a los trabajadores que presenten pruebas de los hechos que alegan como injusticia. Para que se dé cuenta que todo ya cambió (que todo se acabó), hasta la justicia social para una de iguales, donde no haya preferencias (ricos y pobres, todos iguales). Para que se adopte la máxima: el que afirma debe probar.

No meterse con las empresas subcontratistas, llamadas outsourcing, para seguir explotando a los trabajadores, como esclavos modernos, con pésimos salarios y contratos basura, para burlarse de la libertad sindical y el derecho laboral, pero eso sí con una pomposa nueva ley laboral.

Así se diseñó el modelo laboral del régimen priísta y que ahora el nuevo gobierno, ha adoptado en las reformas laborales que ya se cocinan en el poder legislativo, sin cambiar la esencia de los elementos de control.

¿Para qué servirá mantener estos aparatos de control, en un régimen de nuevo cuño

¿Quién responde esa pregunta?

De otros Avatares


Allanan la oficina de Rosalio Hernández

En la madrugada del pasado domingo unos hombres violentaron la oficina del licenciado Rosalio Hernández Beltran. Revolvieron papeles, sacaron de las gavetas expedientes, todos ellos dejándolos en el piso. Al hacer un recuento de las pérdidas, los ladrones se llevaron toda la información de los Contratos Colectivos y de una computadora con información de las actividades diarias.

No se sabe quién o quiénes se atrevieron a allanar su oficina, pero lo que sí se tiene conocimiento es que el licenciado Rosalio es uno de los activistas más cercanos a la Central Internacional de Trabajadores y del Sindicato de Hospitales (recién escindido de la CROC) que ahora dirige Patricia Méndez, también dirigente de esa central.

¿A quién le molesta el trabajo de Rosalio?

26 puntos regresivos de la reforma laboral

@Manuel_FuentesM | @OpinionLSR | @lasillarota