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Las razones de la desconfianza

La política, las constituciones y las leyes existen para garantizar un mínimo de confianza.

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Escrito en OPINIÓN el

La entrevista concedida por el primer mandatario, Enrique Peña Nieto, al Financial Times, a principios de esta semana, refleja los problemas que enfrenta la Presidencia para construir una narrativa coherente después del caso Ayotzinapa, los escándalos sobre conflictos de interés y la pérdida de credibilidad del gobierno a nivel nacional e internacional.

 

En los últimos meses, la apuesta de la Presidencia ha sido una estrategia de comunicación social orientada a establecer una distinción arbitraria entre quienes dividen y destruyen y quienes trabajan para fortalecer las instituciones y mover a México. Ahora, y desde una gira al exterior, se definió un mensaje en el cual se reconoce que México está plagado de “incredulidad y desconfianza” y que el gobierno debe “reconsiderar hacia donde se dirige”.

 

El cambio de discurso responde a una estrategia de comunicación social: Contener en el exterior las dudas sobre la capacidad del gobierno ante la crisis política mexicana y posicionar ante inversores, analistas y figuras públicas la imagen de un líder que reconoce y es sensible ante los problemas nacionales.

 

Es cuestionable que el intento de autocrítica y el reconocimiento de la profunda crisis política nacional, se realice en el exterior y se dirija al público británico. Con un poco de sensibilidad política y sentido común esta administración podría haber comenzado por reconocer desde México y para los oídos de los mexicanos, que los escándalos del gobierno y el manejo de la crisis política han provocado “incredulidad y desconfianza”, que el gobierno debe “reconsiderar hacia donde se dirige” y que es necesario “dejar las viejas prácticas atrás”.

 

Sin embargo, hay que tomar con pinzas el reconocimiento de los problemas nacionales que se desprende de la entrevista. “Hoy hay, sin duda, una sensación de incredulidad y desconfianza… ha habido una pérdida de confianza y esto ha sembrado sospecha y duda”. Frase que se puede interpretar en dos sentidos con consecuencias muy diferentes. Primera lectura: son un conjunto de acontecimientos graves, y que involucran directamente al gobierno, lo que ha sembrado la sospecha y la duda. Segunda lectura: Hay un contexto previo de incredulidad y desconfianza en México que retroalimenta la sospecha y la duda.

 

El primer caso implica reconocer que son los actos y omisiones del gobierno lo que ha generado la desconfianza. Este sería el discurso de la responsabilidad política. El segundo caso significa que el gobierno ha actuado en todo momento correctamente pero que es la desconfianza congénita de los mexicanos, el ambiente “sospechosista”,  lo siembra la incredulidad y la duda, tal como la cultura explica la corrupción. Este es un discurso de evasión política.

 

Me parece que el gobierno entiende, de hecho malentiende, el problema de la confianza a partir de la segunda lectura: Es el ambiente de desconfianza lo que nos hace desconfiar de todo, es la “satanización” y el “estigma” de los políticos mexicanos lo que ha maximizado los escándalos de corrupción, es la sensación de incredulidad lo que genera la duda ante las acciones e intenciones del gobierno. Y con ello regresamos al mismo discurso de los últimos meses: son quienes siembran la desconfianza y la duda los que dividen y destruyen, cuando es el momento de superar la sospecha, de unirnos y trabajar por México.

 

Valdría la pena reflexionar sobre la relación entre política y confianza que proponía Hanna Arendt: La política, las constituciones y las leyes existen para garantizar un mínimo de confianza porque no podemos depender de las costumbres (y con mucha mayor razón en tiempos de crisis). Lo que La Presidencia no puede aceptar o entender es que, independientemente de cuan desconfiados puedan ser los mexicanos, no es un ambiente marcado por la sospecha, la costumbre de la desconfianza, lo que explica su pérdida de credibilidad, son acciones y omisiones, escándalos y discursos evasivos, sumado a una profunda degeneración institucional, lo que ha llevado a que los mexicanos no confíen en su gobierno. Aunque hay que reconocer que este es un problema que ha destruido la confianza ciudadana en las fuerzas políticas y las instituciones y no sólo en el gobierno.

 

@ja_leclercq