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Las joyas de Los Pinos (Primera parte)

Nos corresponde a ciudadanos y periodistas pedir cuentas de las obras de arte embodegadas en Los Pinos. | Areli Quintero

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Escrito en OPINIÓN el

Las historias de robo o extravío de alguna de las obras de arte prestadas por la Secretaría de Hacienda a la Presidencia de la República pasan en cada fin de sexenio del escándalo a la anécdota. No se tiene registro de una investigación por un hecho de esta naturaleza. Al menos no en las obras prestadas al jefe del ejecutivo federal para que las luzca en sus oficinas durante el tiempo que durará su mandato.

Una de las anécdotas más citadas -nunca confirmada- en la ex residencia oficial de Los Pinos es la que relata que la esposa del ex presidente Ernesto Zedillo, Nilda Patricia Velasco habría quedado tan encantada con una valiosa pintura que tenían en la residencia oficial que le mandó a hacer un cuadro a su gusto en uno de los negocios del barrio. Según esa anécdota, el dueño del negocio habría cerrado su local al poco tiempo y desapareció con la obra de reconocido pintor, del cual tampoco se supo nunca el nombre.

El descuido de este tipo de obras que tiene el gobierno bajo su resguardo, y que generalmente le llegan a la Secretaría de Hacienda como pago de impuestos en especie, es común; lo que no es común es que no quede registro de estos.

Por eso resultaba difícil de creer la declaración hecha hace unas semanas por el vocero del actual gobierno, Jesús Ramírez que con muy poca información sobre el tema acusó la desaparición de la obra de la casa presidencial. La declaración fue hecha tan a la ligera que a los pocos días tuvo que corregir e informar que ya había aparecido. Todas las pinturas estaban en una bodega, según dijo.

Presidencia

 Con varias solicitudes de información hechas durante varios años pude constatar que en los últimos tres sexenios la lista de siniestros de obras de arte en Los Pinos reporta solo una obra dañada por descuido: un cuadro de Germán Gedovius (1904), cotizado en 10 mil dólares que cayó por accidente en febrero de 2005, así quedó establecido en el número de siniestro 733005, actualmente la obra está reparada.

Además de este hecho, las tres obras de mayor costo -valuadas así por el gobierno federal- estuvieron por un largo tiempo en la bodega de la Presidencia hasta que en el sexenio de Felipe Calderón fueron instaladas en la casa de visitas de presidentes de otros países. No se detalló si esas condiciones provocaron algún daño.  

Estas son: Vendimia de Flores, de Diego Rivera, valuada en 42 millones y medio de pesos (alrededor de esta obra después hubo un debate sobre su autenticidad); la segunda es de Orozco, de ocho millones y medio de pesos; y la otra es de Alfaro Siqueiros, de cinco millones 300 mil pesos.

De acuerdo con esos documentos, la Presidencia no tuvo registro de alguna pérdida por robo. Al menos hasta el inicio del sexenio de Enrique Peña Nieto.

Las obras de arte prestadas a la casa presidencial y a las dependencias federales vienen de la Secretaría de Hacienda, que en los últimos sexenios, ha mostrado un control serio de los registros.

Gracias a ellos puede saberse que a Felipe Calderón le gustaba más el arte que a Vicente Fox. Mientras que con el segundo la mayoría de los cuadros eran elegidos no por el arte o el artista sino para combinarlos con las cortinas o los muebles (hay una gran cantidad de pinturas de flores y frutas de autores no conocidos), con Calderón Hinojosa las obras elegidas parecían apreciar más a los autores. Tuvo prestadas obras de pintores de reconocimiento internacional como Julio Galán y Alejandro Colunga, o tan difícil de conseguir como uno de Cordelia Urueta.

Con Vicente Fox, la Presidencia tuvo bajo su custodia 97 pinturas de diferentes autores, los tres más famosos de esa colección eran Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco; a la llegada de administración calderonista, el número creció a 215 obras.

Obras de arte

La obra pictórica en poder de la Presidencia de la República hasta el 2012, tenía la característica de que todas eran pinturas, no había una sola reproducción.

Entre los autores que se presumían en Los Pinos al final del sexenio calderonista e inicio del peñismo los más conocidos a nivel internacional eran Francisco Toledo, con dos obras: Murciélago, de 1993 y Flores Marinas; otro oaxaqueño, Sergio Hernández; Julio Galán -de quien se contaba que el Museo de Arte Moderno nunca pudo tener un cuadro; Alejandro Colunga, Urueta y los grandes de una etapa anterior como Rivera, Alfaro, Orozco; o actuales como Rafael Cauduro y Miguel Castro Leñero.

También tenían obra de José Chávez Morado, Roberto Cortázar, Manuel Felguérez, José Luis Cuevas y Rafael Coronel.

Las 215 pinturas estaban repartidas entre las oficinas de la Presidencia de la República, la cabaña en la que vivía el presidente Calderón y su familia, la casa de visitas de presidentes de otros países y en las oficinas que ocupaba el Estado Mayor Presidencial.

El listado de las obras que hace unas semanas el vocero de la Presidencia dio por perdidas y que reaparecieron, aún no es público. Tampoco se sabe si están en un espacio adecuado (con temperatura ambiente y luz que no las deteriore), o si sufrieron algún daño al ser embodegadas. Nos corresponde a los ciudadanos y periodistas pedir cuentas de estas.

Hasta ahora lo único que hay es la historia de un robo que no fue y que está ya entre las anécdotas de Los Pinos que suelen ser entretenidas pero poco serias.

Gobierno varado

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