Main logo

Las injusticias de la Historia

Aunque Juan Escutia murió en la batalla de Chapultepec, no hay pruebas que fuera cadete del Colegio Militar, ni que se lanzó al vacío con la bandera. | Iván Lópezgallo*

Por
Escrito en OPINIÓN el

En el techo de una de las escaleras del Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec se encuentra un mural del pintor jalisciense Gabriel Flores que muestra el momento en que un joven cadete de uniforme azul que no debe tener más de catorce o quince años cae de cabeza mientras sujeta la bandera con la mano derecha y mira hacia el suelo con serena resignación. 

Es Juan Escutia y desde pequeños nos enseñaron que cuando el castillo estaba a punto de caer en manos de los norteamericanos fue por la bandera y, para evitar que se apoderaran de ella, la enrolló en torno a su cuerpo y se aventó desde las alturas. 

Un acto heroico, sin lugar a dudas... pero que nunca pasó, ya que aunque Juan Bautista Pascacio Escutia Martínez murió en la batalla de Chapultepec, no hay pruebas ni testimonios que ubiquen al joven de veinte años como cadete del Colegio Militar ni que mencionen que se lanzó al vacío con el lábaro patrio. 

Por ejemplo, los Apuntes para la historia de la guerra entre México y Estados Unidos[1] sostienen que con casi todo el castillo en manos de los invasores, subió "una compañía del regimiento de Nueva York a lo alto del edificio, desde donde algunos alumnos hacían fuego y eran los últimos defensores del pabellón mexicano, que muy pronto fue reemplazado por el americano" y fue llevado a Estados Unidos como trofeo de guerra.

“Tal vez le arrebataron la bandera al cadáver destrozado de Juan Escutia”, podríamos suponer, pero el general Gideon Pillow escribió en su informe oficial que atestiguó el momento en que la bandera mexicana fue arriada del asta en la que se encontraba y entregada al general George Cadwalder, quien la envió a Winfield Scott, comandante en jefe del ejército norteamericano.

¿Qué pasó entonces en Chapultepec? ¿Hubo algún acto heroico en torno a nuestra bandera o todo es una invención?

Antes de responder a estas preguntas es importante señalar que en sus Recuerdos de la invasión norteamericana por un joven de entonces, José María Roa Bárcena, escribió que el héroe de la jornada fue el teniente coronel Felipe Santiago Xicoténcatl[2], quien tras ser enviado por Santa Anna a reforzar a los defensores del castillo, junto con su batallón se enfrentó a los invasores "en la falda y en la pendiente del cerro hasta morir casi en su totalidad". Versión que corroboran los Apuntes para la historia de la guerra entre México y Estados Unidos al mencionar que los soldados norteamericanos que se lanzaron contra el castillo "no encontraron más resistencia formal que la que les opuso en la rampa y al pie del cerro el valiente y denodado teniente coronel D. Santiago Xicoténcatl con su batallón de San BIas; pero flanqueado, envuelto y muerto este jefe, y la mayor parte de sus oficiales y soldados, los enemigos avanzaron por el segundo tramo de la calzada con bandera desplegada".

Como dicen ambos textos, solo sobrevivieron unos cuantos integrantes del Activo de San Blas, llegando uno de ellos hasta donde Antonio López de Santa Anna lo vio acercarse "con pasos largos y precipitados; estaba pálido y brillaban sus ojos como llamas". Parecía un desertor, un cagueta.

–¡Bribón! ¡Cobarde! –le gritó Santa Anna, fuera de sí de ira–. ¿Dónde está su coronel?

El soldado hizo alto, vio a Santa Anna; sin decir palabra, rodaron dos lágrimas de sus ojos, quitó la mano de su pecho despedazado por las balas y cayó muerto junto al general”.

Casi al mismo tiempo el coronel de este hombre luchaba como un león, pero vio caer al abanderado de su batallón y corrió para evitar que los norteamericanos se apoderaran de la bandera, siendo herido en el camino. Se levantó, volvió a tratar y recibió más disparos; aunque al final logró llegar hasta ella, la tomó, se puso de pie y animó a sus soldados... hasta que nuevos disparos lo hicieron caer definitivamente y lo llevaron a la capilla de San Miguel Chapultepec, donde expiró envuelto en la bandera, misma que hoy en día conserva las manchas que dejó su sangre.

Así que la respuesta es sí, sí hubo un acto heroico el 13 de septiembre de 1847 en torno a nuestra bandera.

Pero no fue el único: cinco días antes las tropas mexicanas habían sido derrotadas en la batalla de Molino del Rey, muriendo en ella el capitán Margarito Zuazo junto a sus jefes, el general Antonio de León y el coronel Lucas Balderas. Era Zuazo "un artesano humildísimo que se hizo querer en su cuerpo de Mina por su subordinación y bondad", pero que a la hora de los balazos estaba en primera fila.

En Molino del Rey, escribió Guillermo Prieto, a Zuazo lo "hirieron de muerte y a chorros de corría la sangre... viéndose perdido, coge la bandera del cuerpo matando a los que se echaban sobre ella... la dobla y la acurruca en su seno" para luego entrar tropezándose al molino y amarrarla a su cuerpo debajo de la ropa. 

Poco después lo sorprendió el enemigo y él se defendió con energía, pero "lo hieren de nuevo y muere... apretándose el pecho donde tenía la bandera... Doña Anita Zuazo, madre de Margarito, tiene la bandera clareada de bayonetazos y con manchas que dicen clarito que estuvo empapada en sangre".

Ambas enseñas –la del Batallón Activo de San Blas y la del Batallón Mina– fueron salvadas de los invasores y hoy nos recuerdan no solo el sacrificio de patriotas como Felipe Santiago Xicoténcatl y Margarito Zuazo… sino que la historia también comete injusticias.

[1] Publicados en 1848 y escritos entre otros por José María Iglesias, Manuel Payno e Ignacio Ramírez.

[2] Un indito por el que no se daba un centavo, escribió Guillermo Prieto, "de voz dulce, de ojos hundidos, de pómulos salientes", pero que parecía de hule, saltaba muchísimo y lo más importante: donde se presentaba "había luz de patria y venía, al querer o no, el ardimiento".

* Iván Lópezgallo estudió Historia en la UNAM. Es Lic. en Administración de Empresas, Lic. en Periodismo, Mtro. en Narrativa y Producción Digital y candidato a Dr. en Administración. Premio Nacional de Locución (2010) y Premio México de Periodismo (2010 y 2017). Catedrático universitario (instituto Mora, Universidad de la Comunicación y Universidad del Valle de México). Es autor del libro El camino de un guerrero. Vida y legado de Isaías Dueñas (Porrúa 2017) y colabora en revistas como Bicentenario y portales Digitales.