Main logo

Las guerras por los energéticos (Parte I)

En los cónclaves empresariales en los que se reunían los “reformistas”, el tema principal era privatizar la energía. | Ismael Jiménez

Por
Escrito en OPINIÓN el

Es posible que muchos se pregunten, si éste era el mejor momento para impulsar la contrarreforma energética de la 4T en un contexto en el que Europa se sume en una crisis que podría dejar sin energía eléctrica a buena parte de su población en pleno invierno. Hay quienes vaticinan que el desabasto puede ser global.

La iniciativa del gobierno de la 4T para reforma al sector energético mexicano destaca en tres aspectos; 1) se anulan los permisos de generación de energía de autoconsumo, 2) se cancelan las concesiones de generación eléctrica para abastecer a la CFE por parte de privados y 3) el Estado se abroga el derecho a la transmisión y suministro de energía tanto para hogares, empresas y negocios.

Pero, ¿la reforma de la 4T y la crisis energética en Europa son hechos aislados entre sí? Para quienes están a favor del gobierno, es una respuesta preventiva ante una crisis como la que vive el viejo continente, y para quienes están en contra, poco o nada tiene que ver la iniciativa con lo que sucede del otro lado del Atlántico.

La anterior es una rebatinga que data de hace 30 años cuando los “reformadores” iniciaron el proceso de apertura del sector energético. La meta era simple; privatizar la industria energética mexicana, mientras que la otra visión, hoy en el gobierno, argumentaba que el Estado, debe ser rector de los recursos energéticos y del subsuelo del país.

No se trata únicamente de una visión ideológica. Tiene que ver con la mezquina y doble moral que caracteriza a los “reformistas” y el enorme beneficio económico que significa el mercado energético mexicano.

Cuando inició la propaganda privatizadora a principios de los 90, el argumento casi mantra, era que para 2015 se acabaría el petróleo. Diversas voces de “especialistas”, algunos mexicanos y otros extranjeros que todavía andan por ahí opinando, aseguraban que el mundo se quedaría sin petróleo en dos décadas.

Conforme se acercaba el nuevo siglo, los “especialistas”, recorrieron su banda del fin de la era del petróleo para 2020 o 2025. Sus predicciones no se cumplieron y hoy más que nunca, el mundo flota en petróleo. Diversos análisis señalan que hay hidrocarburos y petróleo cuando menos para el 2100.

El asunto es que ahora, el mantra global tiene que ver con la transición energética hacia fuentes renovables; el tema es que, las llamadas “energías limpias”, por el momento, y es posible que no lleguen hacerlo, no pueden sustituir al cien por ciento a las fósiles.

Los países europeos son el paradigma de la transición a energías renovables y hoy sin excepción, se encuentran en una espiral de compras de pánico para adquirir carbón, gas LP y natural, que por cierto comienzan aceptar que no es limpio, ni sustentable, para hacer frente a un invierno que podría ser crítico y que las renovables, no pueden cubrir.

En México, además del falso mantra del fin de la era del petróleo, señalaban a Pemex y CFE como ineficientes, burocráticas y corruptas (sic). Dichos argumentos, eran suficientes para aperturar al sector energético “que no privatizarlo”, decían. Esas premisas, fueron suficientes, para que, en un acto de autoritarismo, el gobierno de Calderón, tomara con “el ejército” las instalaciones de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro para desaparecer una empresa, en la que su sindicato, significaba un obstáculo para los planes de abrir el sector.

Para quienes hoy se desgarran las vestiduras con la reforma de la 4T, “el autoritarismo liberador” de Calderón, es menos nocivo que “el comunismo rector” de López Obrador. En realidad, seguir calificando de comunista a este gobierno es sólo un ardid para espantar con el petate del muerto, a quienes lo creen.

La hipocresía con la que los “reformistas” se han manejado, es una de las principales molestias de muchos mexicanos. Durante su campaña de “apertura”, juraban que el objetivo no era privatizar el sector energético, pero hoy, participar con el 46 por ciento del mercado de generación eléctrica de acuerdo con la reforma de la 4T, les parece poco.

En otros tiempos, el Estado era el único participante en la producción de energía eléctrica y en la explotación de petróleo. El asunto es que, los “reformistas” en realidad, siempre han querido todo el pastel y no se conforman con una porción.

Durante la campaña de apertura que duró 25 años, en los cónclaves empresariales en los que se reunían los “reformistas”, hoy bajo el sello “Va por México”, el tema principal era privatizar la energía. Cientos de horas y reuniones con inversionistas privados y extranjeros constatan la labor de quienes hoy encabezan la oposición empresarial a la 4T.

El escenario estaba tejido de tal forma que, la reforma de Peña Nieto, era la culminación de 20 años de “trabajo” para abrir el sector. Todos los cabos estaban cuidados de tal suerte que, por ejemplo, el Board de la Comisión Reguladora de Energía (hoy desaparecida), le otorgó un lugar en el consejo de asesores a un exfuncionario público mexicano, que a la par, se desempeñaba como consultor y asesor del fondo de inversión KKR, que compró varios activos de Pemex, esto sin que nadie hablara del conflicto de interés.

El objetivo de los reformistas, estaba claro, quedarse con todo el mercado energético mexicano, a través de socios (inversionistas extranjeros), un sector que, desde hace 30 años, se estaba extinguiendo.

En Europa y desde los Estados Unidos, el objetivo es lograr la transición a energías renovables lo más pronto posible y al costo que sea. La idea es contener a Rusia, Irán y China como proveedores energéticos que podrían emerger como grandes potencias en el marco de la recuperación económica mundial luego de la pandemia. Pero de esto, hablaremos en la próxima entrega.