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Las emociones y el Estado de Derecho

Cuando las reglas se aplican o no de acuerdo a las simpatías se daña la legitimidad de la autoridad y pues ésta es sectaria. Se daña el valioso intangible que es la confianza.

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Escrito en OPINIÓN el

 

En estos días de las emociones se expresan de diferentes maneras. En las manifestaciones van desde consignas como: “¡No has muerto camarada, tu muerte será vengada!”, a la colocación de flores junto a las puertas de Palacio Nacional o el conteo en voz alta del 1 al 43 en las presentaciones en la Feria Internacional del Libro. El secretario de  Marina declara: “Me enoja más todavía que manipulen a los padres de familia…”, los policías le gritan a Layda Negrete: “¡Pinches putas, ¿pero querían venir a marchar?!”.

 

Los insultos, la pretensión de venganza, las expresiones de enojo, de solidaridad, expresan sentires y también los generan. La quema de la puerta del Palacio Nacional nos parece un acto de irracionalidad, lo mismo que la rotura indiscriminada de los escaparates de los almacenes o los cristales de los automóviles; nos alarman las declaraciones del secretario de Marina, nos indignan las agresiones indiscriminadas de la policía a los manifestantes.

 

En el collage de emociones hay también intencionalidad. Si nos tomamos en serio la consigna que expresa un sentimiento de venganza, se plantea una perspectiva no de justicia, ni de paz, sino de tomar acciones equivalentes por propia mano. Las inusuales expresiones del Secretario de Marina significan una descalificación política y animadversión hacia quienes considera son los manipuladores. En uno y en otro caso se niega al Estado de Derecho. Éste  es una invención humana que vincula tanto a los ciudadanos como a los gobernantes; para los primeros el límite de las libertades son las prohibiciones, para los gobernantes los límites son las facultades otorgadas. La simplificación de la fórmula tiene la utilidad de dar los referentes básicos de las libertades y las responsabilidades.

 

En el Estado de Derecho las reglas son frías y antiemotivas. El deseo de venganza es convertido por las anticlimáticas reglas en demandas de justicia que luego de seguir un debido proceso concluyen en una sentencia. El Estado de Derecho es un ámbito neutral en el que los actos de la autoridad no deben conducirse por la animadversión, la antipatía. Las reglas deben aplicarse por igual a quienes se tiene antipatía o simpatía personal.

 

Cuando las reglas se aplican o no de acuerdo a las simpatías se daña la legitimidad de la autoridad y pues ésta es sectaria. Se daña el valioso intangible que es la confianza.

 

Las emociones también están presentes en lo político. Marta C. Nussbaum en un reciente libro Emociones Políticas (Paidos 2014) analiza la relevancia de las emociones en la construcción de la polis.  El tamaño histórico que han alcanzado los grandes líderes como Gandhi, Lincoln o Martin Luther King tiene en las emociones su materia prima. Las emociones, dice Nussbaum, pueden servir de apoyo a los principios básicos de la cultura política de una sociedad imperfecta, pero aspiracional. Los discursos de los altos funcionarios y dirigentes pueden concitar al enojo, al odio, a la paz o a la construcción de mejores sociedades en la heterogeneidad y en la crítica.

 

En el famoso discurso de Gettysburg, Lincoln convocaba, en medio del conflicto civil, a adherirse a los principios de libertad y democracia (el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo). El otro discurso Lincoln apelaba a la unidad nacional y no al odio: “Sin rencor a nadie, con caridad para todos, con toda la firmeza en la justicia que Dios nos da para ver lo que es justo, esforcémonos por finalizar la obra que hemos empezado, por cerrar las heridas de la nación, por cuidar de aquel que ha soportado la batalla y de la viuda y el huérfano de aquel otro que ha caído en ella, por hacer todo aquello que pueda contribuir a que alcancemos y apreciemos una paz justa y duradera entre nosotros mismos y con el resto de las naciones”. El discurso de Lincoln construye un patriotismo que se alza por encima del interés propio y egoísta, concluye Nussbaum.

 

Las emociones constituyen el poderoso motor de la inconformidad y también de su conducción. Las emociones son distintas cuando en la protesta se incendia una puerta que cuando se colocan flores. Gandhi y Luther King como protagonistas emblemáticos tuvieron la sagacidad de entender que sus objetivos tenían que conmover. En ambos casos se dotaba de discurso a las emociones y a la vez se generaban nuevas, sea para lograr la independencia de la India o una sociedad igualitaria. La protesta es un derecho y también una acción política. La protesta es una catarsis, pero sin alternativas las emociones se frustran.

 

Ahí está nuestro reto.

 

@jrxopa