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Las campañas negras: Mucho ruido y pocas nueces

Ninguna democracia consolidada puede sostenerse solamente con el voto en las urnas.

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Escrito en OPINIÓN el

Con el arranque de las campañas electorales tanto a nivel federal como local aparecieron nuevamente las denominadas campañas negras o de contraste. Según lo dispone la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, los observadores electorales, los aspirantes y los candidatos se deberán abstener de proferir ofensas, difamación, calumnia o cualquier expresión que denigre a otros candidatos, partidos políticos, personas, instituciones públicas o privadas.

 

Asimismo la ley electoral establece que los procedimientos sancionadores relacionados con la difusión de propaganda que se considere calumniosa sólo podrán iniciarse por la parte afectada.

 

No obstante las prohibiciones legales, en la radio, en la televisión y sobre todo en los sitios de internet se difunden diariamente mensajes que aluden al reloj que se compró determinado personaje, que si un candidato o funcionario vuela en helicóptero o le gusta hacer fiestas, que si el candidato es tal cosa o la otra, etcétera.

 

Como consecuencia de ese tipo de propaganda, tanto partidos como candidatos acuden recurrentemente a las autoridades electorales para denunciar ofensas, difamación y calumnias a su persona, familia o partido, y solicitar como medida precautoria que mientras se decide la controversia planteada, se retire inmediatamente el material propagandístico que les calumnia u ofende.

 

Salvo excepciones muy contadas, en la mayoría de los casos, la supuesta difamación o calumnia nunca queda acreditada, y quienes terminan en medio del embrollo son las propias autoridades electorales que gastan gota a gota sus reservas de legitimidad ciudadana.

 

Basta con pensar en casos como el de López Dóriga resuelto por la Sala Especializada del Tribunal Electoral, en cuya sentencia nunca se explicó el por qué se sancionaba al PRD por difundir el spot denunciado, cuando el propio Tribunal Electoral reconoció que no existía calumnia a la persona del periodista ofendido.[1]

 

Al final, la Sala Superior del Tribunal Electoral revocó o dejó sin efectos la sanción al PRD, precisamente por las contradicciones que tenía la sentencia, pero inexplicablemente el material presuntamente ofensivo continuó fuera del aire.

 

Por otra parte, para que la autoridad electoral pueda determinar que existe calumnia, la parte afectada deberá comprobar que la propaganda difundida atribuye o imputa hechos o delitos falsos a su persona o a terceros, y que éstos tienen impacto en el proceso electoral.

 

Todo esto no resulta sencillo, ya que además de analizar las pruebas y los alegatos que hagan las partes en una controversia de este tipo, la autoridad electoral tendrá que determinar si se afecta o no la libertad de expresión en materia político-electoral.

 

En fin, todos estos factores nos hacen pensar que mientras duren las campañas electorales, estaremos viendo un ir y venir de dimes y diretes entre partidos y candidatos, que buscarán hacer mucho ruido, y que al final del día generarán pocas, muy pocas nueces.

 

Aun cuando las campañas negras o de contraste no tengan grandes repercusiones legales, está comprobado por los mercadólogos que éstas sí pueden tener consecuencias en la decisión del elector, y que por ello siguen teniendo gran popularidad como estrategia de campaña.

 

En su momento, Thomas Douglas, político canadiense, refiriéndose a la vida política de su país, pronunció un discurso que describía en forma de fábula, su visión política. Douglas lo denominó como tierra de ratones o “Mouseland”, en el que todos los ratoncitos vivían y jugaban, donde nacían y morían, tenían Parlamento y cada cuatro años tenían elección. Cada día de elecciones los ratoncitos acostumbraban ir a las urnas y elegían un gobierno formado por enormes y gordos gatos negros.

 

Los gatos negros hacían buenas leyes para gatos, pero eran más bien duras para los ratones. Cuando los ratones la tuvieron más difícil y no pudieron más, decidieron que había que hacer algo al respecto y entonces fueron en masa a las urnas, y votaron contra los gatos negros, y eligieron a los gatos blancos. Y así sucesivamente, los ratoncitos estuvieron eligiendo gato tras gato; negro, blanco, en coalición y mezclados hasta que uno de los ratoncitos les propuso a los demás, un gobierno hecho por ratones, porque se dieron cuenta que los gatos sólo hacían leyes que beneficiaban a los gatos independientemente de su color.

 

La historia de Douglas respecto de los gatos negros y blancos se parece mucho a lo que se ve en las campañas negras o de contraste, en las que las descalificaciones mutuas presentan a las opciones políticas como igualmente malas, y en las que solamente cambia el color de los gatos.

 

Al final del día, me parece que la solución al problema de los gatos negros y blancos está en la propia historia de Douglas, es decir, en vigilar que las leyes no sólo beneficien a quienes las hacen, sino también a la ciudadanía, y que se apliquen en todos los casos sin distinción.

 

Ninguna democracia consolidada puede sostenerse solamente con el voto en las urnas, sino que tiene que ir acompañada de un verdadero Estado de Derecho. Dejar que la Política desborde al Derecho es tanto como someterse a un gobierno en donde solamente nos corresponda ir a votar por gatos blancos y negros, sin que tengamos ninguna otra intervención en nuestro gobierno.

 

@pacozorrilla

 

[1] Este caso también fue analizado en este espacio en el artículo “Libertad de expresión y sus límites”.