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Las 3 críticas que Donald Trump le robó a la izquierda

Cada vez nos escandaliza menos porque nos hemos acostumbrado a escuchar su retórica injuriosa

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Escrito en OPINIÓN el

En lo que va del año se ha discutido profusamente sobre los daños que le ha generado la – todavía prepuberal – presidencia de Donald J. Trump a su país y al planeta entero. El recuento de daños es amplio y entre ellos destacan los graves retrocesos en materias de derechos humanos, el frenón en seco a lucha contra el cambio climático y el debilitamiento de – hasta hace poco – estrechas relaciones diplomáticas que EUA se tardó en construir y que Trump enfrió por su política aislacionista con tintes xenófobos.

Qué decir de su manejo de la tragedia de Charlottesville. Aunque fue hace semanas, muchos seguimos atónitos al ver la dificultad de Trump para condenar al repudiable acto de los neonazis que autonombran a su movimiento Alt Right. Primero calló y repartió culpas, luego (según marcaba su script) los denunció medrosamente y finalmente (fuera de script) se desdijo y declaró que el trágico evento en el que un neonazi asesinó a una persona e hirió a muchas otras, fue culpa de “los dos lados”.

Como si su manejo de la crisis en Charlottesville no fuera suficiente, Trump acaba de otorgar el perdón presidencial al antiinmigrante ex sheriff Joe Arpaio. Afianzando su voto duro y mandando un mensaje inequívoco de abulia por la unión.

Sin embargo, por esta ocasión no me quiero concentrar en sus transgresiones o deslices sino hablar de algo de lo que Trump tomó como estandarte para su movimiento político (si así se le puede llamar) que la izquierda debe reclamar de vuelta. Me refiero a tres críticas sociales que ha deformado y utilizado a su favor después de repetirlas ad nauseam.

·         Crítica a los medios de comunicación

Hasta hace poco, la relación entre los medios de comunicación y Trump era fructífera para ambos. Los medios ganaban rating por sus escandalosas declaraciones y Trump (al que casi no le gusta el spotlight) ganaba la atención que siempre ha ansiado. Así, cuando anunció que iba a contender por la nominación republicana, los medios de comunicación se regocijaron. Recuerdo que varios opinólogos y comediantes norteamericanos le agradecieron su candidatura al imaginarse que iba a amenizar la carrera por la presidencia para luego perderla con Jeb Bush o algún otro republicano de cepa.

Sin darse cuenta los medios crecieron al monstruo al darle cobertura a todas sus diatribas que dieron en el blanco (no pun intended) y convencieron a su base de seguidores blancos o angry white men, como también se les conoce. Cuando los medios se horrorizaron y tomaron en serio a Trump, fue demasiado tarde. Ya con la atención encima, el magnate optó por romper con la mayoría de ellos a quienes convenientemente calificó como “fake news”.

A raíz de dicho desenlace que todos conocemos, Trump y quienes lo apoyan comenzaron una intensa (y ridícula) campaña de desprestigio a los medios. Y como con Trump parece que no existe la escala de grises, polarizó a la sociedad entre aquellos que lo siguen cual líder de culto y aquellos que ven en los medios de comunicación la llave mágica para terminar con la presidencia de Trump.

Sé que algunos podrán decir que no ven nada de malo en lo anterior. Sin embargo, es peligroso que los grandes medios de comunicación (cuyos dueños o media moguls poseen una marcada agenda de cabildeo) sean la esperanza de muchos para el cambio.

No se trata de caer en las teorías conspiracionistas de los seguidores de Trump y asumir que CNN, el New York Times y otros medios son illuminati que buscan dominar el mundo. No obstante, resulta oportuno recordar que antes que cualquier otra cosa, los medios de comunicación son un negocio y como tal, es natural que persigan intereses particulares (esto desde luego no incluye a los valientes periodistas que han enfrentado a Trump y lo continuarán haciendo incluso si sus patrones les dan línea para dejar de hacerlo). 

·         Crítica al establishment

Otra de las diatribas de Trump es contra el establishment. Ese mismo que lo hizo nacer millonario, quebrar, enriquecerse nuevamente y ahora hacerse presidente del país más poderoso del mundo. Desafortunadamente nuevamente polariza el tema entre aquellos que lo apoyan y claman que se limpie el pantano (“drain the swamp”) y el resto de las personas a las que no les queda más remedio que apoyar al mismo establishment que ha generado esa crisis de representatividad democrática por la que atraviesa gran parte del globo.

Antes de que llegara Trump el establishment estadounidense ocasionó la crisis de Wall Street, la rampante desigualdad económica que ha hecho que un puñado de personas acumulen gran parte de la riqueza del mundo e impidió la llegada de Bernie Sanders a la boleta electoral (quien se especula le hubiera ganado fácilmente a Trump).

Efectivamente se tiene que drenar o limpiar el pantano, pero eso no lo hará un tipo como Trump o su grupo de amigos de Wall Street. Su discurso en contra del establishment entonces, no solo es hipócrita, sino también nocivo al nutrir nuevamente la confianza en el oxidado establishment.

·         Crítica a la corrección política

Por último, Trump nos robó la crítica a la corrección política. Con sus irritantes insultos a las mujeres, las personas con discapacidad, los musulmanes, los mexicanos y muchos otros grupos, ha logrado que se le asocie como un tipo franco sin pelos en la lengua que no habla como político. Como si las personas comunes fueran homofóbicas, misóginas, racistas e ignorantes.

Trump ha logrado lo anterior al equiparar insultos xenófobos o misóginos con deslices inocuos que todos podemos cometer. Estoy en contra de la corrección política exagerada que se palpa en redes sociales, pero lo de Trump y sus angry white men no indigna por su forma sino por su fondo.

Poco a poco se van normalizando los insultos del infame empresario convertido en político. El mejor ejemplo para lo anterior es analizar el impacto de sus declaraciones de hace dos años con el impacto de sus declaraciones de meses recientes. Cada vez nos escandaliza menos porque nos hemos acostumbrado a escuchar su retórica injuriosa y porque hemos permitido esa cantaleta de cuando “él habla sin la corrección política de sus adversarios”.

@alejandrobasave