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La Y de Masaryk

No deja de ser irónico que una obra que presumía ser de vanguardia, pasara por una bochornosa situación.

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Escrito en OPINIÓN el

Los escritores suelen quejarse del impacto que Internet ha ejercido en la ortografía y la redacción. Suspiran por aquellos tiempos en que las cartas eran escritas con dedicación para compartir reflexiones meticulosamente desarrolladas o describir sentimientos a través de largos párrafos. En cambio, hoy la comunicación se caracteriza por su inmediatez, superficialidad, fragmentación y sobre todo, por la brevedad de sus mensajes.

 

Twitter, por ejemplo, nos obliga a transmitir una idea en menos de 140 caracteres. Esto por lo general no ha provocado ideas sintetizadas ni bellos axiomas con palabras cuidadosamente seleccionadas. Por lo contrario, ha conducido a que los cibernautas traten de ahorrar espacio con errores, o mejor dicho, horrores ortográficos. El famosísimo "Ola k ase" resume a la perfección esta modalidad de escritura tan común entre los millennials, es decir, entre la generación de nativos digitales que nacieron con un tablet bajo el brazo. ¿Para qué romperse el coco buscando metáforas o figuras poéticas cuando se puede transmitir un sentimiento a través de las caritas amarillas de los emoticones?

 

Lo curioso es que aún en estos tiempos de comunicación digital, hay personas que se asumen templarios en una cruzada en contra de los errores ortográficos. La última de las batallas detonó luego de que concluyera la controvertida remodelación de la calle Masaryk en Polanco. Tan pronto se reinauguró, los transeúntes comenzaron a detectar errores ortográficos en los nombres de las calles, les tomaron fotografías y los subieron a las redes sociales.

 

Arquímedes fue rebautizado como “Arquímides”. A Enrique Ibsen lo despojaron de su primer nombre y le cambiaron su apellido por “Isben”. Quizás para ahorrar espacio, a Alfredo de Musset, le quitaron el distintivo y aristocrático “de”. Para colmo, quienes dan nombres a las calles de la zona remodelada en su mayoría fueron pensadores que se tomaban muy en serio la escritura y la estética, lo cual sólo incrementa la magnitud de la afrenta póstuma.

 

Por si fuera poco, los encargados de señalizar las calles olvidaron que las mayúsculas sí se acentúan y marcan la diferencia. No es lo mismo EJÉRCITO NACIONAL que EJERCITO NACIONAL. También se les olvidó escribir la o en Soumaya, insinuando que lo que en ese museo se expone son medias o piezas prehispánicas.

 

Pero quien se lleva la pifia de oro fue un anuncio turístico para promover la caminata por Masaryk y calles aledañas. En éste podía leerse que la estatua del presidente Masaryk no fue donada por la alcaldía de Praga, en ese entonces capital de la disuelta Checoslovaquia, sino por Prada, con “d” de dedo, que resulta ser una firma de ropa y perfumería. ¡Qué amabilidad de su parte! A este paso seguro también regalarán sus bolsas.

 

Como suele suceder, no hay quien se responsabilice de estas faltas que, dicho sea de paso, elevaron los costos de la obra. La delegación Miguel Hidalgo le avienta la bolita al gobierno central, el cual hace como que no oye. Lo que sale a relucir con este error que a primera vista podría parecer trivial, es la falta de transparencia y discrecionalidad en la asignación de obras públicas a particulares incompetentes e improvisados que no dan la cara ni siquiera cuando cometen errores de principiante. ¿Acaso una empresa que no sabe de ortografía es la indicada para intervenir un espacio público emblemático de la ciudad?

 

No deja de ser irónico que una obra que presumía ser de vanguardia y que pretendía ubicar a la Ciudad de México (o a la #CDMX como está de moda) entre las ciudades de competitividad global, pasara por esta bochornosa situación.

 

Los letreros de Polanco se inscriben en una problemática de carácter estructural. Basta recordar que en julio de 2013 la propia Secretaría de Educación Pública detectó 117 errores ortográficos en los libros de texto gratuito de primaria que serían entregados en el ciclo escolar que estaba por comenzar. El secretario Emilio Chuayffet responsabilizó a la administración precedente, pero agregó que no hay nada que hacer y que así se entregarían, pues los 225 millones de ejemplares ya se habían mandado a imprimir.

 

No en vano en la prueba PISA de 2012, la más reciente, los estudiantes mexicanos evaluados en lectura se ubicaron en el lugar número 52 de 65 países evaluados, muy por debajo del promedio de la OCDE.

Me temo que googlear las palabras no ayuda mucho y que el auto corrector del celular no es tan buen asesor de la ortografía como lo es de los dobles sentidos y malos entendidos. Las nuevas tecnologías no reemplazarán nunca la lectura profunda de un buen libro. Y a los susodichos licitadores de obra pública, por muy smart y #CDMX que sean, no les vendría mal leer de vez en cuando a alguno de los autores y dramaturgos a los que alteraron sus nombres.

 

@EncinasN