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La vida privada

Dice Perogrullo: “La vida privada es privada, hasta que deja de serlo”.

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Escrito en OPINIÓN el

Viene a cuento por el video exhibido por distintos medios, en donde un grupo de diputados del PAN y trabajadores  del GPPAN, participan en una fiesta privada, en donde se les ve manoseando bailarinas.

Es evidente que aquellas manos que grabaron y difundieron el video lo hicieron con la intención de exhibir, como si se tratara de un pecado público, la vida privada de los legisladores y trabajadores del PAN.

También es evidente que asistimos a una nueva reedición del viejo debate sobre la vida privada de las personas públicas.

Por eso la primera pregunta. ¿Hasta dónde es pública la vida de los servidores públicos, de quienes ostentan un cargo de elección popular, sea el presidente de la República, sea el más humilde de los presidentes municipales?

En la discusión existen, como en la política toda, tantos puntos de vista como opinadores. Es decir, que cada quien ve la vida privada hasta donde le conviene, le interesa, le acomoda o le gusta.

Sin embargo, existen principios fundamentales sobre el tema. Es decir, que a pesar de lo público de la vida de un servidor público, también tiene derecho a su privacidad.

La segunda interrogante plantea el dilema de cuándo la vida privada de un servidor público rebasa los campos de lo público y lo privado. Por ejemplo, en qué momento el presidente de la República deja de ser el jefe del Estado y del gobierno, para convertirse en un simple mortal, cuya vida privada debe ser respetada.

Otro ejemplo, es el de los legisladores. ¿Cuándo la vida privada de un legislador ya no es pública? O en sentido contrario, ¿cuándo la vida pública de un diputado termina y se convierte en privada?

El dilema, en nuestra opinión, se resuelve no sólo en el tiempo y en el espacio sino a través del dictamen del uso del dinero público.

Dicho de otra manera, que los diputados que aparecieron en el video de marras –entre ellos Luis Alberto Villarreal y Alejandro Zapata Perogordo-, tienen todo el derecho de participar en la fiesta que se exhibe en el video, y nadie tiene el derecho de meterse en su vida privada, de cuestionar o difundir el video, siempre y cuando la fiesta haya sido efectivamente privada.

Es decir, que si en esa fiesta no se utilizaron dinero y recursos públicos, nadie tiene el derecho de cuestionar los gustos, la música, la asistencia de mujeres y el consumo de alcohol.

Y es que la vida privada es privada.

Por eso, cuando ciertos medios difunden el video con tintes político-electorales, de venganza, con intenciones difamatorias y calumniosas, la censura debe ir dirigida al medio que lo difunde, no a los participantes en la fiesta.

La tercera pregunta es sobre la participación de bailarinas y/o presuntas trabajadoras sexuales en la fiesta. Hasta donde es posible ver en el video, lo que ocurre no es más que un acuerdo consensuado. Es decir, los señores diputados contrataron bailarinas y/o servidoras sexuales sin que existiese presión, coerción o abuso de ninguna de las partes. Por tanto, tampoco se puede censurar esa parte de la vida privada de los legisladores.

En todo caso, el manoseo de algunas de las bailarinas tendrá que acreditarse a la moralidad de cada uno de los participantes en ese acto.

En suma, que a la sociedad toda debe “valerle madre” la vida privada de los servidores públicos, en tanto no utilicen dinero público para sus gustos privados. Sólo falta saber quién sancionará a los medios que buscan exhibir la vida privada de los servidores públicos. 

 

@RicardoAlemanMx