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La vida de un diplomático

¿Está México listo para ejercer liderazgo, o pondrá excusas?

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Escrito en OPINIÓN el

La semana pasada, el viernes para ser exacto, el “Programa Gobernadores” que tengo el honor de dirigir en The Washington Center organizó un foro en la Universidad Johns Hopkins, School of Advanced International Studies (SAIS) sobre las experiencias diplomáticas en varios aspectos. Entre otros, uno de los temas principales que se tocaron fue el económico y hubo invitados de las Embajadas de México, Croacia, Panamá, Perú y Canadá. Sin lugar a dudas un ejercicio interesante que permitió conocer más de cerca los pensamientos reales de los diplomáticos que están a cargo de varios temas en sus respectivas representaciones.

 

Quiero hablar sobre algunos puntos que me parecieron importantes y que valdría la pena recapitular. El primero de ellos es el costo de diplomacia. El Jefe de Cancillería de la Embajada de Croacia en Washington (que también está a cargo de las relaciones con México) mencionó una cifra estándar para comparar el costo de la diplomacia. Su argumento giró en torno a que el costo de tener a un diplomático es mucho menor comparado con el costo de utilizar la fuerza militar o de enfrentar sanciones o consecuencias de una mala relación entre países y potencias. Decía el representante de Croacia que, un diplomático puede costar al año $500,000 dólares (medio millón).

 

En pesos pues aproximadamente serían como ocho millones y medio. ¿Todo ese dinero se destina a su salario? No. Una parte solamente, el resto tiene un fin mucho más práctico y en especie (vivienda, prestaciones, oficinas, transportación, gastos de representación, eventos, etcétera). Para seguir con el argumento, se dijo que cualquier pieza de un equipo militar que se usase tendría un costo similar a ese medio millón de dólares, y por supuesto, solamente podría usarse en una ocasión. Esto entonces, comparado con el costo de la diplomacia, no tenía discusión. Luego, por mucho que parezca el costo de la diplomacia, siempre será menor que el costo de una confrontación militar, una mala negociación o un abuso de una potencia contra un país soberano cualquiera.

 

Después de escuchar al representante de Croacia tocó el turno a una persona del Ministerio de Comercio, Turismo e Inversión de Perú (algo así como el agregado comercial). El caso de Perú también fue muy interesante, porque además de platicar y comentar un poco el tema de la relación de Perú con otros países del continente en términos de intercambio comercial, el representante habló de algunas de las lecciones que había aprendido como diplomático hasta el momento. Voy a enumerar las más relevantes porque creo que tiene aplicación universal: la primera es siempre aprender de todo, incluido lo malo.

 

Uno no tiene idea cuándo puede necesitar el conocimiento o cuando se haga necesario rectificar alguna situación en particular. Por tal razón siempre hay que estar abiertos para aprender y no cometer errores. La segunda lección es nunca abrir la boca de más (o de menos) porque no tenemos idea de quién estará sentado a nuestro lado. El ejemplo redundaba sobre la ocasión que tuvo esta persona de negociar aspectos del TPP (Acuerdo de Asociación Transpacífico) con amigos que había conocido en la maestría, pero que ahora trabajaban para sus respectivos gobiernos. La lección sería nunca despreciar ni hacer menos a nadie. La tercera lección es estar siempre listos y no tener excusas para no estarlo.

 

Desde algo tan simple, como que nuestro jefe nos pida un documento de última hora, así como para realizar una tarea de mucha mayor envergadura, la realidad es que no sirve de nada hacerse la víctima o tener excusas y pretextos, sino más bien pensar en cómo podemos estar siempre preparados para el nuevo reto.

 

Creo que estas lecciones del oficial peruano no son inéditas o sorpresivas. Me llama la atención y me entusiasma que las mencione, porque yo siempre he creído en ello y me parece que son “mantras” que deberíamos aplicar en nuestra vida. Pero más allá de eso, quiero ahora mencionar cuál es la lección principal de toda esta charla tan interesante.

 

Cuando el ministro de Croacia terminó su conferencia, reconoció que su país no es grande y que no tiene muchas embajadas alrededor del mundo. Dijo que Croacia es parte de la Unión Europea y como tal, tiene una agenda mucho más integrada a la visión de la Comisión Europea que a sus propios intereses; éstos últimos son más bien modestos y con un alcance realista en términos de su política exterior. Pero dijo que no es el caso de países con mucho más población, Producto Interno Bruto, recursos, comercio, etc. Y mencionó específicamente a México como uno de esos países con poder y capacidad de influencia en las relaciones internacionales.

 

Vuelvo entonces a la pregunta de la semana pasada: ¿Qué va a hacer México en términos de política exterior? Ya estuvo bien de la doctrina de no hacer nada, y ahora hay que pasar a la acción. Se requiere que nuestro país ejerza la influencia que tiene en la región y proyecte su visión en la manera en que hace política exterior. ¿Cuál es la visión de México en esto? ¿Cómo piensa México proyectarse en el exterior?

 

México no es Croacia, en palabras del propio ministro croata. Y si lo que dijo el represente de Perú es cierto: ¿Está México listo para ejercer liderazgo, o pondrá excusas? ¿Hemos aprendido las lecciones? Es momento que México defina el rol que jugará, con la enorme responsabilidad que tiene en sus manos. Si otros países nos ven de esta forma, ¿por qué será que nosotros mismos no podemos vernos de igual manera?

 

@fedeling