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La vida ante sí

El entrañable regreso de Sofia Loren al cine después de más de diez años de ausencia, dirigida esta vez por su hijo Edoardo Ponti. | María Teresa Priego

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Escrito en OPINIÓN el

El entrañable regreso de Sofia Loren al cine después de más de diez años de ausencia, dirigida esta vez por su hijo Edoardo Ponti. Madame Rosa es judía, sobreviviente de Auschwitz, extrabajadora sexual que en su madurez decide abrir en su casa una pensión para cuidar a las/los hijas/os de otras trabajadoras sexuales. Un día llega Momo (Ibrahima Gueye) a su vida, un huérfano senegalés musulmán, protegido del médico y amigo de Rosa, el (también judío) doctor Cohen. Rosa es muy amiga de Lola, una mujer transexual española y de Hamil, un migrante árabe musulmán. Imposible no recordar a Simone Signoret en el papel de Madame Rosa en la versión francesa de la película (1977) dirigida por Moshé Mizrahi. Pasamos del barrio multiétnico de Belleville en París, a la ciudad de Puglia en Italia, frente al mar. La novela de Romain Gary (1975) vuelve al cine. En realidad, Gary firmó "La vida ante sí", ("La vie devant soi") con otro pseudónimo: Émile Ajar. 

Madame Rosa lava los platos. Momo ve un número tatuado en su brazo. No sabe, hasta el final de la película no sabrá nunca a qué historia corresponde. Iosef, su compañerito de casa le explica que ella es una espía, por eso el número tatuado, y que en el sótano tiene una cueva en la que se esconde. Lo que Momo va entendiendo es que Madame Rosa está marcada, como él, por una historia de dolor y de pérdidas. Abismales. Lo que va entendiendo es que en el sótano ella se construyó su minúsculo refugio para regresar al pasado. Un pasado antes del horror. Cuando ella y su familia vivían en una casa en el campo con un árbol de mimosas frente a la puerta. Madame Rosa no tiene una foto de esa casa, toda memoria tangible de su historia fue destruida. Pero tiene una tarjeta postal que muestra a Momo: "Esa es la imagen que nunca quiero olvidar".

Madame Rosa comienza a extraviarse. Está perdiendo la memoria. Momo no tiene recuerdos de su país de origen, era muy pequeño. Salvo una leona que cuando lo necesita llega a visitarlo. Y la necesita con frecuencia. Esa es su "imagen que nunca quiere olvidar". Cuando la madre de Momo se negó a continuar con el trabajo sexual, su padre la asesinó. Lola (Victoria Abril) huyó de España tras el rechazo de su padre (su hijo era boxeador), porque eligió ser una mujer y convertirse en la madre de su hijito que madame Rosa cuida. ¿Acaso no somos casi todas/os fugitivos de algo? Hay historias, por supuesto, infinitamente más dolorosas que otras. Pero lo que Romain Gary escribe es el anhelo. No tanto el punto de partida como el punto de encuentro. La riqueza posible en una sociedad multiétnica y multicultural. La riqueza posible en el encuentro. 

Puglia es una ciudad con una fuerte migración que reúne distintas comunidades que cohabitan en una cierta armonía. A ese anhelo me refiero, el mensaje de la película. El centro de la novela francesa de Gary, nacido Roman Kacew, judío originario de Vilna, quien migró a Francia con su madre. Pobres, discriminados. Solos. En la película la policía irrumpe en las calles de Puglia como en las de Belleville. Detiene. Separa. Deporta. La historia sostiene su esperanza: las personas más aparentemente dispares pueden cohabitar y, es más: pueden construir una familia juntas. Porque al final de cuentas todo ser humano está marcado por su esperanza y por sus pérdidas. Por sus desamparos y por su necesidad de dar y de recibir, de proteger y de ser protegido. Los "olvidados" de la tierra crean comunidad. Y allí está su fuerza. Madame Rosa muere, pero Momo, el pequeño narrador de la historia nunca más estará solo. No sólo le dejó su legado de solidaridad y de amor, también le heredó esa familia dispar en la que el italiano de la tierra de acogida, el español, el yiddish y el árabe se pueden mezclar alrededor de una mesa. La Torá y el Corán. 

El sueño de la madre migrante de Romain Gary fue que su hijo se integrara a la cultura francesa. Lo hizo a su manera. Se convirtió en un héroe de la resistencia francesa y (con sus dos pseudónimos) en un escritor con miles de lectores. Ese tremendo fabulador con una historia fascinante, enredosa, de la que nadie lograba saber a ciencia cierta qué era verdad y qué no. En los mundos literarios franceses (y bastante más allá) Gary hizo leyenda: ganó dos veces uno de los más importantes premios literarios: el Goncourt. Sólo que está prohibido participar dos veces. Bueno, Gary ganó de nuevo el Goncourt por "La vida ante sí". Nada más cambió de pseudónimo. Fue esposo de la divina y tan dolida Jean Seberg, ¿la recuerdan en "Sin aliento" de Godard junto a Jean-Paul Belmondo? En 1979 Seberg se suicidó. En 1980 Gary se disparó un tiro en la boca. Tuvieron un hijo juntos que es también escritor. 

Este texto comenzó con el regreso de Sofía Loren al cine. Pero no pude evitar seguirme como hilo de media. Por la versión anterior con Simone Signoret (Oscar a la mejor película extranjera), por la novela de Gary, por la historia misma del escritor. Por la memoria de Jean Seberg con su sonrisa adorable y sus cabellos cortitos. "La vida ante sí" está en Netflix. Es entrañable. Y me felicitó porque el título en castellano respeta el título original de la novela. Ahora, encerrados, cuando la expresión "hacer familia" ha tomado definiciones tan inéditas, fue una delicia encontrarse en Puglia.