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La UNAM; esa madre amorosa

La crisis de la UNAM, detonada recientemente por otro incidente desafortunado de la policía capitalina, no es ninguna novedad.

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Escrito en OPINIÓN el

En la típica familia mexicana la madre, como todos saben, juega un rol fundamental.

 

Suele ser el eje de la familia, suele aglutinar a los contrarios, a padres e hijos, e incluso establece las jerarquías del clan nuclear.

 

Esa madre amorosa, incondicional, capaz de defender con uñas y dientes a todos y a cada uno de sus hijos, suele no hacer distingos cuando uno de ellos resulta más rebelde que otro. A todos los quiere y defiende por igual, a pesar de las granujadas de unos y de los talentos de otros.

 

Viene a cuento la metáfora, porque en la UNAM, esa amorosa y formidable casa de estudios, que por décadas ha abierto el mundo a miles de mexicanos, también se comporta de esa manera. Es decir, suele defender a todos sus hijos por igual, los buenos estudiantes y aquellos que, sin serlo, viven a su sombra.

 

¿Cuántos años lleva ocupado el auditorio Che Guevara –oficialmente Justo Sierra- por grupos vandálicos que ni son estudiantes de la UNAM, ni representan a esa casa de estudios y tampoco se identifican con los estudiantes?

 

¿Cuántos rectores han pasado, que han tolerado, solapado y hasta estimulado el porrismo convenenciero que se sirve del privilegio de ser estudiantes, para medrar, chantajear y vivir como verdadera rémora de esa casa de estudios?

 

¿Por qué razón rectores, directores de facultades, profesores, sindicalizados y hasta estudiantes temen la ira de los “estudiantes radicales”; de ese puñado que vandaliza, secuestra, bloquea instalaciones y acaba con semestres completos?

 

La crisis de la UNAM, detonada recientemente por otro incidente desafortunado de la policía capitalina, no es ninguna novedad. En realidad viene de lejos, y es resultado de que muchas administraciones anteriores a la actual han preferido solapar, ignorar o voltea para otro lado, frente a los grupos radicales que ya son intolerables en la UNAM.

 

Y el tema de la supuesta violación de la autonomía universitaria, por parte de policías capitalinos, no solo confirmó que la UNAM y sus autoridades se comportan igual que esa madre amorosa, sino que reabrió un debate que debe seguir; el de la autonomía universitaria.

 

Y es que en tiempos de pluralidad democrática, de transparencia, de rendición de cuentas; en tiempos en los que la autoridad incluso exige la transparencia en grupos sindicales, la UNAM no puede ser la excepción.

 

Dicho de otro modo, que es urgente que la Universidad Nacional defina con claridad – y difunda de manera profusa-, el significado y el alcance de la autonomía universitaria.

 

Y es que a nombre de esa saludable autonomía, ya no hay lugar para los grupos radicales, para los violentos, para los antisociales que medran del nombre y de las instalaciones universitarias, para fines inconfensables.

 

¿Sabe el rector José Narro, lo que pasa en el auditorio Justo Sierra? ¿Sabe para qué es utilizado? ¿Conoce el interés de los grupos políticos y mafiosos que operan en ese espacio universitario? ¿Por qué no ha hecho nada para acabar con esa simulación? ¿Tiene miedo a que lo despidan por hacer cumplir la ley en la UNAM?

 

No, nadie está negando el valor y la importancia de la autonomía universitaria. No, nadie está proponiendo que la autoridad estatal o federal violente esa autonomía.

 

Pero también es cierto que el territorio universitario no puede seguir siendo madriguera de antisociales, de radicales o delincuentes. En la UNAM, como en cualquier parte del país, se debe hacer valer la ley y respetar la constitución. Al Tiempo.

 

@RicardoAlemanMx