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La traición de los ríos

Este año de pandemia, de miedo, de confinamiento, los ríos se desbordan en Tabasco. | María Teresa Priego

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Escrito en OPINIÓN el

Las frases del poeta Carlos Pellicer. Cada vez nuestra tierra que es "más agua que tierra”. Tabasco y la tormenta. Tabasco y  la amenaza de sus ríos que se desbordan. La memoria de las inundaciones "históricas", la última de ellas en el 2007. La memoria de una infancia de lluvia y barquitos de papel. De huracanes a orillas del Grijalva. Era un "paseo" ansioso, cuando arreciaban las lluvias, caminar de la mano de los adultos hasta el Malecón en Villahermosa para intentar calcular la subida del agua. "Mira que alto va el cayuco, nos vamos a inundar". "Ya se inundaron Las Gaviotas". "Ahí viene otro huracán". Y, nosotras/os que amamos la lluvia, que estamos hechos de lluvia. Nosotras/os que amamos los ríos, nos poníamos a temblar. Que el Grijalva, que el Usumacinta, que el Puxcatán no desaten su furia. Que no revienten sus cauces.

En mi generación la amenaza se cumplió en el 2007 con decenas de miles de damnificados. Este año de covid. Este año de pandemia, de miedo, de confinamiento, los ríos se desbordan en Tabasco. Macuspana se fue al agua. La inundación subió hasta los segundos pisos de las casas. El Usumacinta se mantiene más o menos en su cauce. Se desbordaron los ríos Tulijá y Puxcatán. El Grijalva. Las balsas y los cayucos que salen al rescate. La ciudadanía que se organiza como puede. El ejército en las zonas más afectadas. Anoche, las imágenes de las filtraciones en el Malecón de Villahermosa y las cadenas de personas colocando costales de arena para contener el agua. En la colonia Guayabal el agua les llega casi a la cintura. En Parrilla. Las camionetas, lanchas, con personas que mudan sus bienes a casas de familiares en tierras menos bajas.

Una noche interminable la de anoche. El Grijalva a 80 centímetros de desbordarse sobre Villahermosa. En la infancia, mi papá decía "al agua" y salíamos a bañarnos bajo la tormenta. La fiesta de la lluvia. La lluvia que se llevaba "al calorón". Anoche, el Grijalva a 50 centímetros de desbordarse sobre Villahermosa. Las memorias: "Ve a bajá la ropa del tendedero que se viene la lluvia". En temporada de "aguas", Don Chucho Sibilla desde su programa Telereportaje nos mantenía al tanto de los humores de los ríos todas las mañanas. En Tabasco escuchábamos el radio. Muchísimo. A través de Telereportaje las familias se mandaban mensajes, se comunicaban. 2020 y volvemos a escuchar hablar de "deslaves", "cárcamos", "bordos", "metros cúbicos", "presas". "Achicar el agua". Me cuelgo- como entonces- de la XEVT para saber qué está sucediendo. 

Pasaron trece años desde la tremenda inundación del 2007, tan feroz y traumática. 13 años y en Tabasco hay "trece municipios con afectaciones severas", según la coordinadora nacional de Protección Civil. Casi 150,000 personas "afectadas". Se abren refugios, centros de acopio. Leo que llega ayuda de Dinamarca para Chiapas y Tabasco. Se vuelve viral el video de una mujer que navega las calles inundadas sobre una gigantesca botella inflable de tequila. Se anuncian más lluvias. ¿Qué pasó en estos trece años después de la experiencia de la tan grave inundación de 2007 que nunca debió haber tenido lugar? ¿qué sucedió en el desfogue de la presa Peñitas? ¿qué es lo que no se hizo, lo que no aprendieron? Lo que no fueron capaces de prever. 

Noticias de una parte de mi familia que vive en el centro de Villahermosa: a la medianoche hicieron sus maletas y se mudaron ante la amenaza de las filtraciones en el Malecón. En el 2007 perdieron sus bienes. Todo. Los muebles heredados de los abuelos. Los álbumes de fotos. Hace trece años dos metros de agua ahogaron las calles del centro de Villa. Hoy, leo que: "cierran la compuerta El Macayo de la presa Peñitas".  La suma de las tormentas y de la ineficacia. Del olvido y de la furia de los ríos. La belleza de Tabasco. Su exuberancia. Nuestra riqueza es el agua. Nuestra amenaza es el agua. Escribo las palabras que siguen completitas, pero nosotras/os, es sabido, no hablamos así: "Pásame el costal". "Allá en la esquina están repartiendo tortas y panuchos". "No manden sacos de tierra, no sirven, manden arena". "Hermanitos, presten camionetas para trasladar el costalerío".  "Acá cuando llueve, llueven hasta lagartos". ¿Acaso seguimos siendo el "olvidado sureste mexicano"?