La seguridad nacional surgió como concepto, metodología y trabajo institucional tras la Segunda Posguerra, es decir, al seno de la complejidad de la Guerra Fría caracterizada por la carrera armamentista, intervenciones militares de las potencias en diversos países, la amenaza nuclear y las tensiones ideológico políticas entre dos grandes modos de organización de la vida política, económica y social; en América Latina se configuró una época de golpes militares y dictaduras, a la par de movimientos de liberación nacional que invocaron desde la restauración de la democracia hasta la instauración del socialismo. En el caso mexicano, las Fuerzas Armadas mantuvieron su institucionalidad y compromiso con el orden constitucional.
El mundo bipolar trajo los tiempos del espionaje, de la inteligencia y la contrainteligencia, de la propaganda y la contra propaganda, de las infiltraciones, de la formación de cuadros para la interferencia política y diplomática, así como de las presiones internacionales para adscribirse a alguno de los bloques hegemónicos a nivel mundial.
Fue también una época de tensiones que llegaron a poner el riesgo la seguridad mundial, esto es, la vida de cientos de millones de personas, en especial, con la crisis de los misiles en Cuba. La fórmula de la carrera armamentista quiso resolverse en la paradójica frase de la “Guerra para la Paz”.
El gasto militar fue exorbitante y se edificó en una época de graves desperdicios, irracionalidades acumuladas y un pragmatismo lamentable cuya figura emblemática fue la “intervención militar” de EU en Vietnam. Las violaciones a derechos humanos fueron la nota dominante en este periodo, el incumplimiento de las disposiciones internacionales relativas a la población no combatiente se incumplían de forma sistemática y las persecuciones políticas fueron la tendencia dominante al interior de las dos superpotencias, y también en las naciones donde se presentaron conflictos.
Este conjunto de acciones operativas, implicó para diferentes países el creciente uso de recursos por parte del Estado para evitar, identificar y contener diferentes riesgos y amenazas a la seguridad nacional, donde los más significativos se escribieron en clave de conflictos bélicos exteriores, conflictos internos armados con o sin patrocinio externo y expansionismo político en la lógica de la propia bipolaridad.
Para México los desafíos no fueron menores, la participación como observador en el Movimiento de Países No alineados, la iniciativa del Grupo Contadora, y el Tratado de Tlatelolco son sólo algunas expresiones que en distintos momentos mostraron el despliegue de una visión diplomática tendente a encontrar espacios de diálogo, equlibrios y mediación al seno de una realidad internacional tensa y por momentos crispada.
La seguridad nacional en la mayoría de los países del mundo supuso conocer el estado de la geopolítica internacional, las tensiones regionales, los significados inherentes a poseer ciertos materiales estratégicos, los intereses de las potencias en sus territorios, la lectura cuidadosa de los mensajes diplomáticos y aplicar planes para mantener la estabilidad interior.
Este es el mundo que vio nacer la primer generación de visiones sobre la seguridad nacional y los centros estratégicos de inteligencia, sin embargo, los procesos de modernización política que iniciaron en la década de los ochenta del siglo XX, los acontecimientos de 1989 y la desintegración de la antigua URSS en 1991, habrían de poner fin a la bipolaridad y plantear nuevos escenarios internacionales que llevarían incluso a la universalización de los valores y prácticas de la democracia liberal; precisamente ahí surge la transición en materia de seguridad nacional.
Los procesos de cambio tuvieron ejes sustantivos en la caída de dictaduras, diferentes naciones abrieron paso a procesos de democratización que se decantaron básicamente mediante transiciones políticas en clave electoral, a su vez la economía se perfiló de forma acelerada hacia la globalización de capitales y comunicaciones, desregulación y libre comercio.
En este proceso de cambios la seguridad nacional necesariamente fue interrogada, los contextos en que había surgido cambiaron, y dada la vigencia y legitimidad del discurso del liberalismo democrático se pensó que como concepto y metodología habría de ser sustituida por otra cosa.
De hecho, grandes centros de decisión se dieron la tarea de provocar cambios en diferentes países, sin embargo, a la postre resultó que los promotores del cambio más que abandonar, actualizaron el instrumental de la seguridad nacional y lejos de reducir su gasto militar lo incrementaron.
Simultáneamente, las realidades provenientes de las contradicciones en la economía, las relaciones geoestratégicas, la concentración del ingreso a nivel planetario y el fortalecimiento de actores no estatales en las decisiones globales, mostraron la necesidad de conocer y analizar el impacto de las nuevas tendencias en la consecución de objetivos e intereses nacionales.
En otras palabras, apareció una nueva agenda de seguridad nacional la cual reclamaba para sí conocimientos altamente especializados sobre el significado de los cambios para las sociedades, para el propio Estado democrático y para las economías locales. Por ejemplo, el que una crisis financiera provocada por la especulación lanzara a decenas de millones de personas a la pobreza en unas semanas, reclamó ajustar los presupuestos mentales y operacionales de la seguridad nacional. El “nuevo orden internacional” que se configuró tras la Guerra Fría trajo, con todas sus promesas y expectativas, su propia agenda de seguridad nacional.
*Dr. Jorge A. Lumbreras Castro
Académico de la FCPyS – UNAM