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La seguridad del presidente

La seguridad del presidente ya no está en manos del “pueblo bueno”. | Joel Hernández Santiago

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Escrito en OPINIÓN el

Al presidente Andrés Manuel López Obrador no le gusta andar cargando con el cuerpo de seguridad para su resguardo. Le incomoda. Le estorba en su estilo de moverse a sus anchas entre la gente a la que quiere saludar en su eterna idea de que todo es campaña electoral... Y así.

Ya desde su campaña por la presidencia lo decía. Al asumirla la responsabilidad del Poder Ejecutivo del país, una de las primeras decisiones que tomó fue la desaparición de la Guardia Presidencial, cuerpo militar de élite que se hacía cargo del cuidado del Presidente y de su gente.

Sus integrantes se movían como Pedro por su casa para abrir cancha al alto funcionario y para arrasar a su paso a fin de garantizar el acceso, salida y seguridad física del mandatario.

AMLO dijo que ese modelo de seguridad terminaba y que, por su parte, él se sentía seguro sin esa vigilancia: “el que nada debe, nada teme” decía. Y que “a mí me cuida el pueblo bueno”.

Y se sentía seguro de que así sería; de que a su paso la gente lo cuidaría de cualquier afrenta que se pudiera intentar o agravio o insulto. Nada. Treinta millones de mexicanos se encargarían de su seguridad y de los suyos. Y está bien.

También es verdad que la mayoría de los 130 millones de mexicanos queremos que él esté seguro. Que nada le pase nada. Sin duda así es. Su seguridad es la seguridad de todo el país. Su integridad es la del país. Y garantizar que siempre estará sano y salvo es responsabilidad de muchos. Pero el factor humano es impredecible y, por lo mismo:

De un tiempo a esta parte no todo es miel sobre hojuelas y él mismo se ha dado cuenta de que hay riesgos ciertos cuando sale al exterior del Palacio Nacional.

Ya porque sus sistemas de inteligencia se lo advierten o porque se sabe que muchas veces los terrenos que pisa son de riesgo por las pandillas de violentos que pululan por todo el país o adversarios políticos o grupos sociales o particulares que podrían demandarle cumplimientos.

Así que la seguridad del presidente ya no está en manos del “pueblo bueno” y sí de cuerpos destinados para cuidarlo y para mantener su integridad personal.

Es la hoy conocida Operación Barrido, integrada por elementos de las secretarías de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), de la Defensa Nacional (Sedena), de la Marina (Semar), la Guardia Nacional, el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), la Ayudantía de la Presidencia, además de que los gobiernos de los estados que visita ponen a disposición de ese Operativo a sus corporaciones de seguridad pública.

Los órganos de inteligencia de instancias federales del gabinete de seguridad planean las giras que decide el Presidente; se considera tiempo, vías de comunicación, espacios físicos, particularidades del lugar, grupos de riesgo que se mueven en la entidad y en el lugar en el que llevará a cabo el evento. Las rutas que seguirán. Hacen la radiografía del lugar no sólo por los riesgos físicos, como también los de salud...

Se enorgullecía el presidente de moverse en su famoso carrito blanco utilitario, con la sobriedad y el ahorro de recursos prometidos. Hoy se mueve en camionetas blindadas, con un convoy de seguridad que garantizan el paso, que garantizan la seguridad, que se adelantan para asegurar que todo estará en orden y sin riesgos para el presidente de México.

Por supuesto, este aparato monumental cuesta muy caro al país. Y está bien. Nadie dijo nunca que en materia de seguridad presidencial debieran escatimarse recursos. Como tampoco que los viajes del presidente resultan onerosos no por el uso de los grandes aviones presidenciales “de antes”, pero sí por el costo del transporte aéreo en líneas comerciales y por el tiempo presidencial.

Toda vez que el presidente viaja en estas líneas cuando tiene que hacerlo por aire; llega al aeropuerto y se dirige, sin pasar los filtros de seguridad o salud, hasta el avión, al que aborda cuando ya todos los pasajeros están en sus lugares y a él lo colocan en los asientos de salida de emergencia, acompañado por Daniel Asaf Manjarrez, jefe de la Ayudantía.

El mismo Asaf Manjarrez que en agosto pasado informó que el primer círculo de seguridad presidencial cuesta 800,000 mensuales en sueldos y que este cuerpo se redujo de 20 a 15 personas a esa fecha, los que ganan algo así como 46 mil pesos mensuales.

No importa. Sí importa que independiente de valoraciones políticas o ideológicas, del sí o el no estar con las ideas y actos del presidente, ser crítico o no de sus decisiones e impactos presidenciales en la vida nacional, lo que es primordial es eso: la seguridad del presidente y en esto todos estamos de acuerdo: sí, hay que garantizarla...

Por la paz social de México, por la tranquilidad, por debatir por vías democráticas y en modos democráticos, con libertad de expresión garantizada y con las ganas de que las cosas se solucionen bien para este país hoy agobiado por tantos problemas y tantos globos distractores: hoy el de moda: las peticiones de perdón a otros gobiernos por actos cometidos hace 500 años. En fin.