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La secta NXIVM, la poderosa élite que ofrecía cursos de autoayuda y superación

Es urgente avanzar en modificar estas relaciones basadas en la complicidad y la impunidad que tanta desigualdad, exclusión y feminicidios generan. | Norma Loeza

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Escrito en OPINIÓN el

Confieso que hasta hace muy poco tiempo –quizás a partir de la detención de Keith Raniere– me enteré de la existencia de NXIVM, una extraña secta norteamericana de nombre casi impronunciable. 

Por aquellos días, había una discusión pública derivada de las denuncias del movimiento #MeToo, mismas que habían provocado la aprehensión de notables personajes ligados a la industria del cine, los medios y el poder político, acusados de abuso, acoso y extorsión, 

El contexto de estos señalamientos era importante, porque por primera vez, cientos de mujeres se atrevían a romper el silencio y a señalar a sus abusadores, muchos de ellos, muy poderosos y prácticamente intocables.

La detención de Raniere, se da junto con algunas de sus colaboradoras cercanas, una de ellas, actriz de famosas series de televisión. Con este dato la liga entre la fama y la secta se hacía clara entonces: se trataba de un mecanismo de reclutamiento y lavado de cerebro usando como “gancho” a personas famosas, influencers y modelos exitosos a seguir. Ni qué decir que esta fórmula ya la habíamos visto en casos como el del Clan Trevi Andrade o el de Jeffrey Epstein.

Sin embargo, el asunto da un giro que lo coloca en el ojo del huracán en nuestro país, cuando se divulga que fue aprehendido en México –específicamente en Puerto Vallarta– y que su estancia era cobijada por cómplices mexicanos de alto nivel y pertenecientes a reconocidos grupos de las élites políticas.

Nombres como el del hijo del expresidente Carlos Salinas de Gortari, Emiliano Salinas; o el de la hija de otro expresidente, Cristina Fox; o la hija del dueño del periódico Reforma, fueron señalados y se mencionaron varias veces durante el juicio.

Como ya decía al inicio de esta crónica, hasta ese momento tanto para mí como para muchas personas, se trataba de la primera vez que escuchábamos el nombre de la extraña secta. Así nos enteramos de que se vendía como una empresa de “coaching” de muy alto nivel, lo cual solo era la fachada para esconder un red de extorsión, lavado de dinero y esclavitud sexual.

Si lo pensamos con mayor detalle, este primer momento de hacer público un asunto tan siniestro ya ofrecía algunas claves para poder entenderlo como lo que es: una práctica común ligada al ejercicio del poder, que ciertos grupos privilegiados desarrollan en ambos lados del Río Bravo.

Mientras que en Estados Unidos el asunto funcionaba explotando el poder de la fama, la fantasía de lograr el éxito ligado a la industria más aspiracional del sueño americano –la del espectáculo– en México, la red se movía a través de los miembros de las altas élites políticas, a las que se pertenece prácticamente por derecho de nacimiento.

Fue así como poco después de que el documental realizado por HBO acerca de la secta NXIVM, mostrara en alguno de sus capítulos a Raniere sometiendo e intimidando al hijo de quien fuera el presidente con más poder acumulado en la historia reciente de nuestro país, fue cuando realmente entendimos que el escándalo revelado no era un asunto menor. 

Sabemos que las élites políticas mexicanas constituyen un grupo cerrado, excluyente y privilegiado, al cual no es posible acceder para cualquier persona. Raniere demuestra conocimiento de esta forma de ser de las y los poderosos en México, cuando intimida y ofende a uno de los herederos de esa casta política con el fin de lograr su obediencia. 

Sin embargo, hoy Raniere está en la cárcel, mientras que su poderosa alianza mexicana ni siquiera fue molestada durante el juicio. Una muestra de que el #MeToo todavía no alcanza a las altas esferas de la política mexicana.

El asunto ha sido revivido debido a que, con miras a las próximas elecciones, nuevos nombres han sido ligados a la famosa secta. Las personas aludidas –como Mario Delgado y Clara Luz Flores– alegan haber sido engañadas para tomar algunos cursos de “coaching” de alto nivel.

Es verdad que existe una diferencia fundamental entre formar parte de la organización interna y haber sido seducido o seducida por el discurso reclutador tan convincente de Raniere.

No obstante, el hecho ilustra un asunto fundamental. El caso de NXIVM resulta un perfecto ejemplo, de lo que ya explica Sayak Valencia como “Capitalismo Gore” (S. Valencia, 2010).

De acuerdo con Valencia, resulta cada vez más complicado aplicar un discurso explicativo a fenómenos basados en la violencia y la crueldad ultra especializada, que se implantan en la vida cotidiana a fin de obtener reconocimiento y legitimidad. Es claro que eso solo se logra en sistemas donde el poder y el crimen organizado, están cada vez más cerca el uno del otro.

Raniere marcaba con hierro al rojo vivo a sus esclavas sexuales, con lo que además confirmamos esta extensión del poder hacia los cuerpos de las personas, principalmente las mujeres, que también se apunta en el texto mencionado de Valencia.

Si bien una plática para obtener un curso, apoyo y asesoría no necesariamente es prueba de complicidad, si desnuda de cuerpo entero la manera en que las élites mexicanas ofrecen espejitos a cambio de cercanía, alianzas e influencias.

Es claro que el “coaching” ofrecido, no era en realidad tan interesante como la posibilidad de formar parte de un selecto grupo al que pertenecen miembros de la familia Salinas de Gortari, Fox Quezada o Junco de la Vega.

Y es claro también que, en el mundo de la política mexicana, esta forma de operar a través de acuerdos, favores pagados y alianzas rebasa las ideologías y a los propios partidos. El poder parece ser sólo uno y ejercerse de una sola manera. 

Pero además de la reflexión acerca de las oscuras formas en que el poder se mueve en nuestro país, se suman otras dos consideraciones esenciales: la primera tiene que ver con la utilidad del poder. 

Es muy significativo que personas privilegiadas, con estudios en el extranjero, con los apellidos correctos y la red de relaciones necesarias, utilicen sus ventajas al servicio de una persona –un gurú o algo así– que marca con hierro caliente el cuerpo de las mujeres, extorsiona, defrauda, y trafica influencias.

La segunda, el comprobar que, en determinados niveles, tanto hacia arriba como hacia abajo, el cuerpo de las mujeres sigue siendo un territorio en disputa, que se incluye como parte del privilegio y como muestra de riqueza, poder y dominio. La lucha por los derechos y la dignidad de las mujeres no alcanza a los selectos grupos que, pese a todo, siguen siendo patriarcales, machistas y misóginos, una condición que puede ejercerse gracias al amparo de las influencias y la impunidad.

El caso Raniere-NXIVM en realidad es solo una muestra de cómo es fácil seducir a la clase política con un discurso facilón, acerca de cómo obtener y mantener el poder a costa de lo que sea. De cómo esa seducción se basa en una oferta simple: obtener más poder. También de que ser influyente es beneficioso a nivel personal, pero no sirve para generar bienestar, desarrollo, o progreso en colectivo. De verdad, no se comprende cómo alguien que es hijo de un expresidente, que puede hacer literalmente lo que quiera en este país y en otros, se dedique a organizar fiestas de cumpleaños –con bailecito incluido– para un abusador y depredador sexual, y a conseguir material que le permita extorsionar a otras personas.

En suma: una visión individualista del privilegio que debe expresarse con el control de todo, hasta de los cuerpos de las mujeres, siempre a disposición. Un lamentable recordatorio de que el poder sigue siendo de una única manera: autoritario, misógino, individualista y profundamente desinteresado del bienestar colectivo. Más allá del escándalo mediático, es urgente avanzar en modificar estas relaciones basadas en la complicidad y la impunidad que tanta desigualdad, exclusión y feminicidios generan.

*Educadora, socióloga, latinoamericanista y cinéfila.  Orgullosamente normalista y egresada de la Facultad de Ciencias Políticas sociales de la UNAM. Obtuvo la Medalla Alfonso Caso al mérito universitario en el 2002. Fue becaria en el Instituto Mora. Ha colaborado en la sociedad civil como investigadora y activista, y en el gobierno de la Ciudad de México en temas de derechos humanos análisis de políticas y presupuestos públicos y no discriminación, actualmente es consultora. Escribe de cine, toma fotos y sigue esperando algo más aterrador que el Exorcista.