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La revolución del internet y la economía colaborativa

Las plataformas de internet están generando una nueva forma de hacer negocios.

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Escrito en OPINIÓN el

En los últimos años hemos visto nacer y florecer una gran cantidad de ofertas de bienes y servicios basadas en el ecosistema del internet, bajo modelos de negocios que requieren la coordinación y aportación de muchas personas.

 

Se conoce a estos nuevos esquemas como la “economía colaborativa”, donde las plataformas de internet permiten que los particulares comercien directamente, ofreciendo servicios o vendiendo, rentando y compartiendo sus bienes. Otra modalidad es aquella donde numerosas personas aportan su tiempo, recursos o trabajo para producir un bien o servicio, sin que necesariamente se conozcan entre sí.

 

Entre los modelos más exitosos, están los de renta de departamentos y casas para las vacaciones, microfinanciamiento colectivo (crowdfunding), servicios de transporte y movilidad, así como la compartición de oficinas y automóviles particulares.

 

El crowdfunding vincula a quienes buscan financiamiento para una diversidad de propuestas, con personas que aportan cada una cantidades pequeñas de recursos, pero que de forma agregada son suficientes para impulsar los proyectos. De esta forma se ha generado una alternativa frente al esquema tradicional donde el demandante de financiamiento acude a una institución financiera. Con el enfoque colaborativo, es posible entonces prescindir del intermediario financiero, con lo cual se ha podido encontrar recursos para multitudes de propuestas que no hubieran podido reunir los requisitos de la banca tradicional.

 

Los sistemas de AirBnb, Uber y Cabify se basan en la posibilidad de aprovechar comercialmente las casas, departamentos y automóviles particulares cuando no los están usando sus dueños. No se trata entonces de una simple plataforma para comerciar servicios de hospedaje y transporte tradicionales, sino de incorporar al mercado los activos de las personas que están dispuestas a compartirlos en periodos acotados según sus necesidades. Con ello, se incrementa de forma sustantiva la oferta de estos servicios, lo que beneficia a los consumidores, además de generar fuentes adicionales de ingresos para los propietarios.

 

En otros esquemas de negocio, se busca aprovechar el contacto directo entre particulares para vender bienes que ya no necesitan, lo que hacen plataformas como eBay y Mercado Libre. Estos no son literalmente servicios nuevos, puesto que siempre ha habido compraventa de bienes usados, pero las plataformas de internet han permitido hacerlo de manera más eficiente, incrementando el volumen y la variedad de bienes ofrecidos.

 

Mención aparte merece la producción colaborativa de bienes públicos o semipúblicos como la enciclopedia Wikipedia; los recursos de traducción colaborativa como Duolingo en el que las personas pueden aprender gratuitamente un idioma, para después ayudar en la traducción colectiva de textos; el interesante sitio de colaboración científica Zooniverse donde, entre otros, se tiene un proyecto internacional de clasificación de galaxias en el que cualquiera puede tomar un minientrenamiento gratuito para después contribuir en el trabajo de clasificación; así como TripAdvisor, donde los turistas y visitantes aportan sus comentarios sobre hoteles y otros servicios turísticos.

 

Ha sido verdaderamente sorprendente la popularidad de muchas de estas plataformas y la disposición de las personas para colaborar en proyectos abiertos, sobre todo cuando se trata de esquemas anónimos donde no existe ninguna retribución monetaria.

 

Entre todos estos nuevos negocios y proyectos, básicamente se puede distinguir dos modalidades: una basada en la búsqueda tradicional de un beneficio personal por parte de distintos actores, que genera oportunidades de negocios y de autoempleo; otra que aprovecha la voluntad de las personas para contribuir en un proyecto común, donde no hay un propósito claro de lucro, al menos de la mayor parte de los colaboradores. En ambos casos, los beneficios son incuestionables.

 

Más allá de dicha distinción, existe una interesante discusión académica sobre cómo clasificar estas innovaciones y si verdaderamente pertenecen todas ellas a la economía colaborativa.

 

Algunos especialistas argumentan que cuando una plataforma actúa como simple intermediario entre consumidores que no se conocen, no se trata de un modelo colaborativo, sino de una forma tecnológicamente innovadora y más eficiente de realizar el comercio tradicional, donde los locales físicos han sido sustituidos por la plataforma de internet y una logística de transporte y distribución. Desde este punto de vista, la plataforma sería un servicio innovador que sustituye al comercio tradicional, para actuar como intermediario entre productores y consumidores. Dentro de esta categoría entraría Amazon.

 

Para Giana Eckhardt y Fleura Bardhi[1], la colaboración es una forma de intercambio social que ocurre entre personas que se conocen, sin lucro de por medio, en ámbitos como la familia y no se observa en intercambios comerciales donde no hay conocimiento ni confianza mutua entre los participantes.

 

Lo cierto es que en los casos de los bienes públicos y semipúblicos ya mencionados, existe la colaboración muchas veces altruista o al menos que busca un beneficio mutuo no monetario, por parte de numerosas personas desconocidas, que no confían en los demás de forma personal, pero sí en el proyecto o en sus promoventes. Esa confianza ha sido suficiente para mantener en operación proyectos muy ambiciosos, como Wikipedia.

 

Independientemente de poder definir una taxonomía clara para estas innovaciones, es claro que las plataformas de internet están generando una nueva forma de hacer negocios y posibilitando la realización de numerosos proyectos colectivos que hubieran sido impensables antes de la revolución del internet. Al mismo tiempo, están abriendo oportunidades económicas para millones de personas; acortando las cadenas productivas al eliminar intermediarios; incorporando al mercado bienes que antes estaban subutilizados; eliminando la necesidad de contar con gran escala para participar en el comercio; y superando restricciones del mercado laboral tradicional como la jornada mínima de trabajo.

 

@elenaestavillo

* Comisionada del IFT. Las opiniones expresadas son a título personal y no deben entenderse como una posición institucional.

 

@OpinionLSR

 

[1] Giana M Eckhardt y Fleura Bardhi (2015): “The Sharing Economy isn’t about sharing at all”, Harvard Review.