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La relevancia de los huertos urbanos como medida de adaptación al cambio climático

La Ley de Huertos Urbanos busca que por ley estos espacios sean instaurados en las ciudades en beneficio de las personas y el ambiente. | Ximena Celis Barquera*

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Escrito en OPINIÓN el

El cambio climático ya está aquí, no es algo del futuro o que sólo sucede en el Polo Norte, como lo describe la imagen del oso polar en medio del deshielo, transmitida en diversos medios y plataformas.  Lo vemos hoy en nuestro país cuando gran parte del territorio nacional se encuentra con incendios forestales, cuando las grandes ciudades presentan estrés hídrico, cuando las playas del Caribe están repletas de sargazo, cuando el aumento de temperatura está cada vez más presente en nuestro día a día y las sequías se ven a lo largo y ancho del territorio nacional afectando así la producción de los alimentos. 

Derivado de todo lo anterior, es necesario atender la crisis climática como tal, como una crisis, pues ya estamos con el tiempo encima para poder cumplir con lo acordado y ratificado por México en el Acuerdo de París, sobre no elevar la temperatura promedio mundial en 2 grados, y si queremos ser más ambiciosos, la intención es que no suba 1.5 grados centígrados en este siglo. 

Para ello, las medidas de adaptación son claves. La forma en la que como sociedad vayamos reduciendo nuestras emisiones, será clave para reducir nuestra vulnerabilidad y aumentando nuestra resiliencia y todo ello es vital para poder seguir existiendo en este planeta, así tal cual. Una buena medida de adaptación, es justo la de producir nuestros propios alimentos, pues no sólo reducimos emisiones a la atmósfera, sino que también mejoramos nuestra salud, y nos hacemos más resilientes a las afectaciones climáticas, entre muchos otros beneficios que comentaré más adelante.  

Cómo bien sabemos, las zonas urbanas, son las que mayor cantidad de CO2 emiten a la atmósfera y residuos generan, y son las zonas donde más personas se concentran. El costo climático es muy elevando para que todos los que vivimos en una ciudad dispongamos de los bienes y servicios que éstas nos brindan, los cuales nos llevan a vivir de manera “cómoda”; por ejemplo, abrimos el grifo y sale agua, apretamos un botón y tenemos luz, vamos al supermercado y está lleno de productos, que aunque no sean de temporada, ahí están, sin importar de donde vengan (huella de carbono) ni de su valor nutricional.

Por todo lo mencionado anteriormente, es importante impulsar medidas de adaptación como los huertos urbanos pues son una solución que ofrecen múltiples beneficios a los ciudadanos que habitan en las grandes urbes. Como ya mencionamos, es fundamental fomentar la recuperación de espacios verdes en las ciudades como respuesta directa a la pandemia por covid-19, puesto que ésta dejó ver que nuestra población tiene hábitos alimenticios pobres, alineados a comer comida chatarra con poco valor nutricional que sólo fomentan la obesidad tanto en niños como en adultos. Es por ello, que debemos fomentar que los ciudadanos mexicanos se alimenten mejor, para mejorar su salud, así como buscar una resiliencia socioambiental a consecuencia de las adversidades climáticas que ya se presentan en las ciudades. 

Los huertos urbanos, además, acercan a las personas a tener una relación estrecha con la naturaleza y promover el cultivo de sus propios alimentos de manera consciente. Por otro lado, se promueve la educación ambiental al acercar el conocimiento sobre el trabajo de la tierra, de residuos orgánicos para la generación de composta, y de los procesos y tiempos de la propia naturaleza para producir los alimentos. La experiencia de cultivar nuestra propia comida puede despertar en nosotros la curiosidad sobre los procesos que hay detrás de la comida que compramos en el supermercado y de su valor nutricional, pues cada alimento cosechado de manera local y orgánica, con uso de plaguicidas orgánicos, mejora nuestra salud y tiene un menor impacto ambiental, pues se disminuye su huella ecológica, la hídrica y de carbono por mencionar algunas. 

Además, al permitir que los ciudadanos se encuentren por unas horas en espacios verdes al aire libre, fomentan hábitos de vida saludables como la reducción del estrés como tema terapéutico. Al trabajar por un bien común, se tejen redes de colaboración y comunidad entre los vecinos para la construcción de una economía social, local y solidaria y todo ello puede transformar nuestro modo de relacionarnos. Asimismo, muestra a los ciudadanos urbanos que podemos vivir la experiencia de cultivar nuestra propia comida y que es posible ser autosuficientes en algunos ámbitos de nuestra vida y tener un ahorro económico, aumentando nuestra resiliencia y disminuyendo nuestra vulnerabilidad climática. 

Trabajar en un huerto urbano nos brinda la experiencia directa de que es posible construir alternativas a los problemas ambientales. En el mediano plazo, cuando el huerto deja de ser educativo y demostrativo, se puede convertir en uno productivo para fortalecer la soberanía alimentaria y en general la resiliencia socioambiental para los momentos de crisis climática. 

Desde el 2019, tuve la oportunidad de trabajar con un equipo multidisciplinario, donde en conjunto impulsamos la Ley de Huertos Urbanos, misma que hoy se está discutiendo en el Senado de la República para que por ley estos espacios sean instaurados en las ciudades y brinden todos los beneficios, tanto para las personas como para el ambiente. 

*Ximena Celis Barquera 

Coordinadora de Proyectos y Alianzas Estratégicas en Política y Legislación Ambiental (POLEA) 

Maestra en Cooperación Internacional para el Desarrollo por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora y Maestra en Educación Ambiental por la Universidad ORT México. Cuenta con una licenciatura en Administración de Empresas por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Campus Ciudad de México, además de contar con estudios en la ESC Rouen, Francia. 

Cuenta con 10 años de experiencia trabajando en proyectos ambientales, sobre todo en temas de educación ambiental, ecotecnologías, agua, gobernanza y participación ciudadana, así como adaptación al cambio climático.