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La relación trasatlántica a prueba

Los líderes europeos han asumido el “reto Trump” de forma individual, pero esto no significa que los acercamientos hayan sido casuales. | Alicia Fuentes

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Escrito en OPINIÓN el

En el transcurso de los próximos días comprobaremos una vez más la voluntad de Donald Trump de hacer prevalecer una gobernanza global al estilo Trump, en lugar de un orden internacional basado en reglas consensuadas multilateralmente.

Pareciera que la participación de Donald Trump en la cumbre que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) celebrará en Bruselas, y sus visitas a Londres para reunirse con Theresa May y a Helsinki para entrevistarse con Vladimir Putin, tendrían por objeto demostrar que su agenda en la región es más amplia de lo que se ve a simple vista. Para la Unión Europea, esta secuencia de eventos podría constituir una llamada de atención que la motive a explorar sus propios límites y los alcances de su alianza con Estados Unidos.

Socio incómodo

Europa hoy en día se ha convertido en un socio incómodo para Estados Unidos. Su fragmentación en materia de política exterior y de seguridad, que imposibilita una posición europea común en estos temas, es vista desde la perspectiva de Trump como una carga para su país, no sólo por la falta de apoyo a la agenda internacional estadounidense, sino también por la carga presupuestal que representa en términos de defensa y por el desgaste político que en el terreno personal provoca Trump con sus pares del viejo continente.

A la falta de apoyo para modificar los términos del acuerdo nuclear con Irán, hay que agregar la negativa de Alemania de aumentar al 2% de su PIB sus gastos de defensa en el marco de la OTAN, brindando a Trump una herramienta de coerción para buscar un equilibrio entre sus demandas comerciales y su renuencia a mantener la garantía de la seguridad estadounidense en Europa, conforme al artículo 5º del Tratado de la Organización.

Si bien los principales líderes europeos han asumido el “reto Trump” de forma individual, esto no significa en el fondo que los acercamientos bilaterales hayan sido casuales y descoordinados. Desde la visita del presidente francés hasta la reciente del rey de España, todos han promovido una agenda pro-europea. Emmanuel Macron jugó la carta de la proximidad para tratar de influir en Trump y lo que finalmente consiguió fue confirmar de primera mano sus diferencias con él. Angela Merkel, el principal blanco de las amenazas comerciales de Trump hacia Europa, obtuvo la espalda de Washington durante su visita. Las instituciones europeas, los países bálticos y otros han probado suerte de algún modo.

En Helsinki, pese al fantasma de la colusión en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, Trump por fin verá realizado su deseo de reunirse cara a cara con Putin en un marco diseñado solo para ello. Si bien por la experiencia de la cumbre entre Trump y Kim Jung Un se puede pensar que no habrá resultados muy visibles del encuentro Trump-Putin, el simple hecho de que ambos mandatarios se reúnan ya constituye un motivo de preocupación para los europeos por sus implicaciones en Ucrania, Irán y Siria, así como en el ámbito del G7.

En estos momentos la Unión Europea debe reflexionar una respuesta colectiva al “reto Trump” que implique identificar fortalezas y debilidades; entre éstas últimas, la más obvia es la ola nacionalista-populista en algunos Estados europeos, incluidos Alemania, Francia, Hungría, Austria, Polonia y que hoy por hoy representa una ventaja para Donald Trump para influir en el futuro de Europa, como lo ha expresado su representación diplomática en Berlín. Para los europeos en particular (como para el resto del mundo) el “reto Trump” plantea no solo elementos para superar la crisis por la que atraviesan colectivamente, sino una razón para superarlo, resistirlo o encontrar un modus vivendi con él.

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@alifur1  | @OpinionLSR | @lasillarota