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La re-re-re-re-refundación del PRD

El futuro del PRD se va a dirimir por la correlación de fuerzas a su interior, y no por la generosidad o altura de miras de sus liderazgos.

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Escrito en OPINIÓN el

En el PRD se ha vuelto un clásico convocar a refundaciones. “Ahora sí”, “ésta es la buena” “hoy vamos a cambiar”, son frases que se han escuchado una y otra vez. Las premoniciones apocalípticas del tipo “si no nos renovamos estaremos condenados a desaparecer” tampoco han variado en años. Entre tanto gatopardismo refundador las cosas han seguido igual o quizás un poco peor.

 

El Consejo Nacional citado para este fin de semana no será la excepción. Cierta expectativa ha creado el anuncio de su presidente nacional, Carlos Navarrete, de poner a consideración del pleno su salida en aras de facilitar las transformaciones necesarias. Entre los “perredólogos” (porque ya es una subespecialidad en la opinión pública) las lecturas de esta noticia son heterogéneas.

 

La primera interpretación es que tan sólo se trata de una puesta en escena para que el dirigente se legitime tras haber entregado cuentas deficitarias en las elecciones federales y locales de este año. Con el respaldo de Nueva Izquierda, corriente mayoritaria en el aparato, y haciendo los amarres necesarios con sus aliados en el Consejo Nacional, podría contar con una holgada mayoría que lo aclamaría y le pediría que se quedara a encabezar la re-re-re-re refundación.

 

Otra lectura es que la salida va en serio, pues entre familias se llevan pesado. Por un lado, ADN, aliada indispensable de los Chuchos, fue la única corriente que salió fortalecida de los comicios, obteniendo triunfos en municipios con alta densidad poblacional como Nezahualcóyotl. Sin los votos de la conurbación mexiquense en la cual ADN es hegemónica, el desplome del PRD a nivel nacional hubiera sido fulminante. Por tanto era predecible que el grupo encabezado por el senador Luis Sánchez y el secretario general del PRD, Héctor Bautista, exigiría acrecentar sus posiciones al punto de disputar la presidencia del sol azteca.

 

A cambio, no pondrían trabas a la aspiración de Nueva Izquierda de conservar la coordinación del grupo en la Cámara de Diputados, en donde se anticipa una guerra fratricida entre Guadalupe Acosta Naranjo y Jesús Zambrano. Estos dos futuros diputados plurinominales estarían dispuestos a sacrificar la cabeza de Navarrete en un paquete de negociación global que contemplaría igualmente la coordinación de las bancadas en el Senado y la Asamblea del Distrito Federal, así como posiciones en los órganos de gobierno y comisiones.

 

Sin embargo, a diferencia del PAN, en donde el presidente nacional quita y pone a los coordinadores parlamentarios a discreción, los estatutos del PRD prevén que sean los propios legisladores integrantes de las bancadas quienes por votación elijan a sus coordinadores. Ahí la aritmética es desfavorable al deseo de imponer desde la burocracia partidista un supuesto equilibrio perfecto que distribuiría las posiciones en función del peso de cada tribu.

 

El último escenario contempla que la presión interna obligará a Navarrete a claudicar. Entretanto, éste busca comprar tiempo y perfilar una salida decorosa: “No renuncio ni me corren; convoco a un Congreso Nacional para fines de este año en el cual se inicie la histórica y salvadora refundación total del PRD, lo cual implica la renovación de toda la dirigencia”.

 

¿Qué va a pasar con el PRD?

 

El PRD tiene 26 años de vida, que no son pocos. Sin embargo, quienes de jóvenes lo fundaron siguen siendo sus dirigentes y algunos llevan tanto tiempo en la burocracia partidista que ya hasta sus dueños se creen. Algunos militantes optimistas consideran que por fin se va a dar el relevo generacional y que políticos jóvenes con experiencia y trayectoria llegarán a limpiarle la cara al partido.

 

Esta hoja de ruta sería la única que le daría viabilidad en el tiempo a un partido cuya dirigencia avejentada y desacreditada no es capaz de inspirar ni motivar a la sociedad. Pero al mismo tiempo, es la más inviable. Como García Márquez narra en una de sus novelas, por más otoños que discurran, el patriarca se aferra a morir en el poder. Basta recordar al vitalicio Aguilar Talamantes, quien prefirió perder el registro del Frente Cardenista y quedarse con los inmuebles y el inventario antes que dar paso a una renovación que lo destronara.

 

El futuro del PRD se va a dirimir por la correlación de fuerzas a su interior, y no por la generosidad o altura de miras de sus liderazgos. Los perredistas que se encuentran entre los treinta y cuarenta y tantos años de edad conforman una generación que no hizo el trabajo territorial y sectorial necesario para alterar la balanza del poder a su favor, y si acaso lo hicieron, fue para que sus jefes políticos lo capitalizaran. Estos perfiles se formaron a la sombra de los actuales dueños del partido, quienes si bien impulsaron sus carreras, lo hicieron hasta cierto límite: “No me voy a quitar yo para ponerte a ti”.

 

Por lo tanto, ni el más formado y con mejor imagen y discurso dentro de los nuevos políticos de la nomenklatura, tiene la autoridad y antecedentes necesarios para convocar a una rebelión de las bases. Y si acaso llegara un nuevo perfil a la presidencia del partido, le pasaría lo mismo que al actual dirigente. Por mejores intenciones que tuviera, sería rehén de los poderes reales; si osara pasarse de la raya, lo desechan invocando la urgente necesidad de refundar, compañeros.

 

¿Qué pasa cuando actores que sólo ven por sus intereses cuando no por su propia supervivencia interactúan dentro de una organización con recursos y espacios limitados y disminuidos? Lo predecible no es que un político racional ceda poder. Éste actuará en función de maximizar sus utilidades. Aquí radica la tragedia del partido del sol azteca. La eclosión de las ambiciones de sus dirigentes será la fuerza destructiva del PRD. En la política del canibalismo no hay quien esté dispuesto a ceder utilidades individuales o de grupo a cambio del beneficio general. Es así como terminarán devorándose los unos a los otros, disputándose espacios cada vez más reducidos y por tanto, cotizados.

 

Nótese que en ninguno de los tres escenarios lo relevante es la transformación de raíz del partido, sino un reacomodo de las corrientes en función de su aumento o disminución de poder. Frente a la conmoción nacional y la inmejorable oportunidad de que la izquierda gane en 2018 la Presidencia de la República, el PRD está volcado en sus grillas endogámicas, encapsulado en una fortaleza sin ventanas.

 

Soplan además los vientos de la deriva y la indefinición. Por un lado, como penitentes arrepentidos pretenden buscar a López Obrador para ir unidos en 2018, quien olímpicamente despecha al partido que alguna vez presidió. Por el otro, anticipan potenciales alianzas con el PAN en los trece comicios locales que tendrán lugar de aquí a que finalice 2016.

 

Es así como el PRD, en el afán de querer estar bien con todos, corre el riesgo de quedarse solo, marginado y en el limbo político. O igual me equivoco, y la centésima refundación del PRD es la buena.

 

@EncinasN