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La necesaria filosofía

Urge el resurgimiento del espíritu filosófico, detonador de cuestionamientos a las diferentes realidades. | Leonardo Bastida

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Escrito en OPINIÓN el

La reflexión sobre nuestro entorno debe ser una de nuestras máximas preocupaciones a fin de comprender lo que ocurre a nuestro alrededor en muchos sentidos y ámbitos, pero, sobre todo, plantearnos cuestionamientos que permitan determinar nuestro rumbo y si es el más adecuado o no, o si lo que acontece en este devenir es producto de la imposición de una cierta mirada mundana por sobre otras, sin que necesariamente, pudiera ser la más idónea. 

Cambio climático, desigualdad social, discriminación, género, salud, justicia, animales, redes sociales, violencia, inequidad, pobreza, migración, discursos de odio, crisis, emociones, conocimiento, tecnología, información, arte, internet, inclusión, ciencia, entre muchos otros, son temas en los que una mirada filosófica es más que necesaria.

Una mirada que, contrario a lo que se piensa, no es estática, sino se ha construido por siglos. Desde la antigua Grecia, pensadores como Platón, quien retoma las ideas de Sócrates en sus Diálogos, argumenta que aquella persona dedicada a la filosofía es la que ama la verdad y busca encontrarla siempre. 

Por su parte, Aristóteles, discípulo de Platón, pero con propuestas contrarias, considera, en su libro Metafísica, que la filosofía es la “ciencia de la verdad” porque permite conocer las causas de las cosas, ir más allá de lo que podemos conocer a simple vista. 

En un viaje de extremo a extremo a través del tiempo, en el siglo XXI, el filósofo alemán, Peter Sloterdijk define a la filosofía como “la pasión de estar en el mundo”. 

El pasado 19 de noviembre se conmemoró el Día Internacional de la Filosofía, una iniciativa impulsada por el Fondo de las Naciones Unidas para la Educación y la Cultura para recordar que “la filosofía es también una práctica cotidiana que puede transformar las sociedades y estimular el diálogo entre las culturas”. 

Por esa razón, el tema central original de esta conmemoración era “resaltar la importancia de la filosofía en los diferentes contextos regionales para obtener contribuciones regionales a los debates mundiales sobre los desafíos contemporáneos que pueden apoyar las transformaciones sociales como son la migración, la radicalización, los cambios del medio ambiente o la inteligencia artificial”, y por que no, las nuevas problemáticas relacionadas con la salud a raíz del covid-19.

Es decir, salir de esa visión tradicional de la filosofía europea o estadounidense, pues como señala el filósofo argentino Enrique Dussel, en su introducción al libro “El pensamiento filosófico latinoamericano del Caribe y latino (1300-2000)”, todos los pueblos del mundo tienen “núcleos problemáticos”, es decir, cuestionamientos sobre lo que ocurre en su entorno, y debe darles respuesta. 

Por lo tanto, sostiene el autor de “Ética de la liberación”, la filosofía no nació exclusivamente en Grecia sino que ésta es un ejemplo de muchos otros sistemas de pensamiento desarrollados en prácticamente todo el globo terráqueo.

Así, es necesario conocer el devenir filosófico construido en diferentes regiones del mundo, como África, donde se ha propuesto la noción de ubuntu, centrada en la alianza entre personas y las relaciones mutuas, en esa posibilidad de interrelacionarse de una manera cordial en las que las personas están disponibles para las otras personas.

O la filosofía que debe ser contextualizada, tomando en cuenta que la filosofía es una disciplina universal con el mismo significado en las diferentes culturas existentes pero quien la ejerce está condicionado por su contexto y la situación existencial de la sociedad en la que se desenvuelve. 

Como lo sostiene el filósofo ghanés Kwame Gyekye, quien rechaza la noción de que la filosofía africana es únicamente en los trabajos elaborados por pensadores africanos, sino más bien es aquella emanada de las diferentes formas de pensamiento del continente, relacionadas con la cultura y el entorno y los valores que de esas culturas emergen para situarse en el mundo contemporáneo.   

En el caso de América Latina, surge la “filosofía de la liberación” y su origen está en los cuestionamientos al filosofar occidental, pues observa en la mayoría de las corrientes de pensamiento un dejo de dominio intelectual por parte de los europeos, cuya adaptabilidad a otras realidades es compleja, e incluso inacabada.

Así, partiendo de la idea que la filosofía es reflexión y su punto de partida es lo que es el propio mundo del filósofo, de su sistema y de su espacialidad, se plantea como necesario ofrecer una respuesta a aquella ontología eurocéntrica que surge de la experiencia de la dominación sobre otros pueblos, de la opresión cultural sobre otros mundos.

Por lo tanto, la liberación es un concepto que ha permitido a América Latina establecer una distancia con el pensamiento europeo. Esta forma de pensar reflexiona sobre lo que ocurre en países de Latinoamérica desde una perspectiva propia, sustentada por las particularidades del pensamiento y la cultura propias.

En medio de un contexto de desigualdad acentuado por una crisis sanitaria, en el que se apuesta por la homogeneización del mundo en favor de la manutención de un ente hegemónico como es el mercado, cuya propiedad de devastación es letal, urge el resurgimiento del espíritu filosófico, detonador de cuestionamientos a las diferentes realidades, en caso contrario, el avasallamiento de nuestro planeta, la discriminación, la injusticia distributiva, la impunidad y la mentira, entre otro vicios, continuarán pululando y cercenando la vida de casi toda la humanidad.