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La naturaleza de Dieter; el crack que no quiso ser

Dieter creció en el corazón de la CDMX, en una zona peligrosa. Talentoso como pocos, también tuvo que lidiar con el alcoholismo y drogadicción de las calles

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Escrito en HIDALGO el

14 de octubre de 2014. Estadio Hidalgo. Una hora antes del partido entre Pachuca y Jaguares de Chiapas, Andrés Fassi entró al vestidor del cuerpo técnico empujando la puerta. Iba muy enojado y se lo hizo saber inmediatamente a Enrique Meza.

- ¿Por qué no está Dieter entre los titulares?, preguntó el directivo

- “Porque esa es mi decisión. Va a la banca”, respondió el entrenador, que también tiene su carácter.

- Ya lo habíamos hablado que debía jugar… entonces ¿no lo vas a poner?, insistió Fassi.

- “No”, reafirmó Meza.

- “Ok”, soltó Andrés, y salió furioso.

Días antes, Dieter Villalpando no llegó al entrenamiento. Se quedó dormido. El rumor en el plantel era que se había trasnochado en una fiesta.

El técnico, además del regaño, decidió castigarlo no convocándolo. Iba a enviarlo a la tribuna pero finalmente lo tuvo a la banca. Entró de cambio al minuto 71.

Esa tarde se rompió la estupenda relación laboral que había entre Andrés y Enrique.

También fue la última vez que el director deportivo de Pachuca metió las manos por el futbolista, un chico al que conoció prácticamente siendo un niño.

Dieter creció en el corazón de la CDMX, en la alcaldía Cuauhtémoc, una de las más peligrosas. Talentoso como pocos, el chico también tuvo que lidiar con el alcoholismo y drogadicción que reinaba en las calles donde creció.

Y como suele suceder: tenía un talento fuera de serie pero las amistades y el entorno dificultaban su disciplina.

Pachuca apostó por su habilidad, por lo bien que manejaba sus dos perfiles, golpeando por igual la pelota con izquierda o derecha. Un Benjamín Galindo en potencia.

Fassi, como sucede con los hijos desordenados, solicitó especial atención en él a entrenadores y tutores, que vigilaban de cerca sus pasos.

Lamentablemente, la naturaleza de Dieter era distraerse, divertirse más de la cuenta, incluso en antros donde ya de madrugada, al calor de la fiesta regalaba algunas de sus pertenencias como relojes.

Pachuca lo negoció a Tigres al final del 2014. En Monterrey no pasó nada, tampoco en Morelia ni en Atlas. Fue en Chiapas, dos años después, que el mediocampista se dio cuenta que si no se aplicaba terminaba el futbol.

Aplicó su talento y no solamente brilló en Jaguares sino que dio el salto a Necaxa donde su gran nivel lo puso donde pocos jugadores mexicanos alcanzan: el Guadalajara.

44 partidos en año y medio, más seis goles. Justo cuando más regularidad estaba teniendo con Chivas, ha vuelto a salir de noche con algunos de sus compañeros y la fiesta acabó con una denuncia por violación en su contra.

Más allá del proceso legal y la presunción de inocencia que tiene todo acusado, la Vox Populi ya dictó sentencia: culpable. El club tapatío lo despidió en lo que representa el final de su carrera. El crack que no quiso ser.

REMATE

La fábula del escorpión y la rana relata cómo el venenoso insecto convence al anfibio de llevarlo sobre su espalda para cruzar un río. La rana se resistía pues sabía que el escorpión le podría picar y acabarían ahogándose los dos, lo que finalmente sucedió. “¿Por qué lo hiciste?”, le pregunta antes de hundirse. “Lo siento… es mi naturaleza”, contesta el escorpión.