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La mesilla

Las relaciones entre México y Estados Unidos se remontan cuando menos hace 204 años. Incluso si vamos más atrás en la historia, en las entonces colonias española, inglesa y francesa, existen relatos fascinantes, por ejemplo el conquistador Alvar Núñez Cabeza de Vaca, quien en pos del Reino de España, exploró las tierras de los hoy estados de Florida, Mississippi, Alabama, Nuevo México, Arizona y Texas

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Escrito en OPINIÓN el

Nuestra frontera de poco más de 3000 kilómetros genera, sin duda, una relación bipolar y tal vez esquizofrénica, entre un país en vías de desarrollo frente a una potencia mundial. La historia entre Estados Unidos y México ha sido de contrastes y tensiones.

Al inicio de nuestra vida independiente, México tenía una extensión de 4.5 millones de kilómetros cuadrados, hoy tenemos sólo dos. La primera pérdida de territorio derivó de la independencia de los países de Centroamérica, justo después del derrocamiento de Agustín de Iturbide como emperador de México. Sólo el territorio de Chiapas decidió permanecer dentro de la nueva República.

En 1836 Moisés Austin, su hijo Esteban, Samuel Houston y el mexicano Lorenzo de Zavala iniciaron el movimiento independentista de Texas. En este episodio, conocido como la Primera Intervención, el presidente Antonio López de Santa Anna pretendió defender el territorio mexicano de manera muy infructuosa en las batallas del Álamo y San Jacinto. Incluso en esta última, lograron capturarlo dormido.

Así fue que Texas independiente se anexionó a Estados Unidos en 1845. Éste fue el presagio para la Segunda Intervención en 1846. Sin embargo, en este caso las tropas estadounidenses fueron más allá y marcharon hasta la Ciudad de México.

Cuenta Mariano Otero en su escrito titulado “Consideraciones sobre la situación Política y Social de la República Mexicana, en el año de 1847”, que existía tal grado de desunión y desafección en México que “los mexicanos están ciertamente más separados y más lejos de poderse entender entre sí, que los habitantes de San Petesburgo con los de Cabo de Hornos”.

La defensa que dispuso el ejército mexicano ante las tropas de Estados Unidos fue ínfima, con excepción de algunas batallas menores en Veracruz y en Cerro Gordo. Lo demás fue un paseo casi libre para los intervencionistas. Otero reclama la división social y de clases pero sobre todo, a la Iglesia Católica que incluso, organizó un grupo de insurgentes mexicanos religiosos, llamados Los Polkos (por la polka y no por el presidente Polk) para impedir la defensa del Puerto de Veracruz por parte del ejército mexicano.

Después de que la bandera de Estados Unidos ondeara en Palacio Nacional, se firmó el Tratado Guadalupe Hidalgo, por el cuál México perdió el 50 por ciento de su territorio: California, Nuevo México, Nevada, Utah, y parte de Oregon, Arizona y Kansas.

En diciembre de 1853 López de Santa Anna por miedo a Estados Unidos y a otra intervención militar, decidió vender al Presidente Franklin Pierce el territorio conocido como la Mesilla.

En plena Guerra de Reforma, en 1859, Benito Juárez pidió a Estados Unidos dinero y armamento para derrotar a los conservadores liderados por Miguel Miramón. Para ello, firmó el Tratado McLane-Ocampo por el que se daba derecho de paso a perpetuidad en el Istmo de Tehuantepec (nunca se incluyó la venta de Baja California en el tratado, como algunos piensan). Sin embargo, para bien de México este tratado nunca fue aprobado por el Senado de Estados Unidos.

Ante una crecida del Río Bravo en 1864, México perdió el territorio de aproximadamente 250 hectáreas conocido como el Chamizal. Después de legítimos reclamos y un arbitraje internacional, el Presidente Kennedy le devolvió a Adolfo López Mateos 150 hectáreas.

En plena revolución, el Embajador de Estados Unidos en México, Henry Lane Wilson apoyó, gestó e intervino en la planificación del magnicidio del Presidente Francisco I. Madero y en la imposición del Victoriano Huerta en 1913, en la Decena Trágica.

Finalmente, en 1914 el Presidente Woodrow Wilson envió un destacamento militar al Puerto de Veracruz (desconociendo los acuerdos hechos con Victoriano Huerta, a través de los Pactos de la Embajada) debido al “ilegal” arresto en Tampico de nueve militares estadounidenses, lo que generó la ocupación del puerto por seis meses.  

Éstas son las intervenciones históricas de Estados Unidos en México. Sin embargo, muchos testimonios se han dado sobre la intromisión de Estados Unidos en cuestiones internas en pleno Siglo XX, sobre todo en temas de seguridad por agentes de la CIA. Recientemente la Iniciativa Mérida ha generado mucha incomodidad para algunos, pues implica la presencia de activos de inteligencia y policía de nuestros vecinos en México.

Así es que la historia de las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y México tiene de suyo un alto contenido político y emotivo; no es para menos. Sin embargo, el pasado no debe determinar el futuro de ninguna nación; en cambio, la historia debería funcionar como un acicate hacia el futuro. Nuestro pasado con Estados Unidos debe servir para entendernos a nosotros mismos y a nuestro perenne vecino.

@gstagle