Main logo

La ira digna de las mujeres

Ante la monstruosidad de la violencia machista, la justa ira de las mujeres del mundo se expresará en las calles. | Teresa Incháustegui

Por
Escrito en OPINIÓN el

México está hoy -como reza la leyenda- en el ombligo del mundo, del mundo femenino, del mundo feminista. Por esos renglones torcidos de la historia, los niveles de violencia letal contra las mujeres con un crecimiento de 138% según el Secretariado Ejecutivo Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) nos han puesto en el primer lugar del abismo (de ninguna manera puedo usar el término cumbre) de la violencia feminicida del mundo, además de las incontables desapariciones de niñas y jovencitas que se desgranan en racimos diariamente por todo el país.

Mientras tanto las autoridades de toda la pirámide del poder: fiscales, peritos, jueces, juezas, hasta los polis de cada esquina, exhiben una insensibilidad indignante, irritante, que banaliza estos horrores asintiendo en la práctica a una suerte de autorización y complicidad con los delincuentes y agresores. El ¡¡Ya basta ¡¡ de las mujeres, de todas las edades y condiciones henchidas de ira digna, abarrotará este fin de semana y el lunes 9, las calles y plazas de la Ciudad de México y de otras más. Ante la monstruosidad de la violencia machista, ante la necia insensibilidad del patriarcalismo rancio, la justa ira de las mujeres del mundo se expresará en las calles.

Hace veinticinco años, en Beijing, otra oleada de mujeres indignadas de todas las naciones levantó la voz y puso el corazón para conseguir fraguar una Plataforma de Acción y un programa que sintetizaba en doce puntos las prioridades de acción para poner fin a la discriminación de las mujeres y las niñas. 1) Combatir la pobreza que en todo el mundo tenia cara de mujer, por la exclusión centenaria de las propiedades, la herencia, el trabajo remunerado. 2) Promover la educación y capacitación de las mujeres, eliminando todos los filtros de discriminación sobre todo en carreras técnicas y científicas y, poner fin al curriculum oculto: la consigna de que las mujeres son incapaces e inferiores, a los hombres que se impone en las prácticas pedagógicas escolares. 3) Garantizar la salud sexual y reproductiva de las mujeres combatiendo la mortalidad materna que produce anualmente muchas muertes evitables. 4) Reducir y eliminar la violencia contra las mujeres y las niñas en todas sus formas cuyas peores manifestaciones afectan a más de un tercio de las mujeres en el mundo. 5) Incorporar los derechos y la protección de las mujeres en los conflictos armados e incluirlas como actoras en los procesos de pacificación para crear sociedades inclusivas. 6) Promover el empoderamiento económico de las mujeres, eliminar la discriminación laboral y las diferencias de trato salarial y profesional, promover su acceso a la propiedad, el crédito y la tecnología. 7) Promover la participación de las mujeres en el ejercicio del poder y en la toma de decisiones. 8) Crear mecanismos institucionales para promover el avance de las mujeres, con recursos suficientes para garantizar sus derechos (presupuestos con perspectiva de género e igualdad). 9) Promover y garantizar los derechos humanos de las mujeres y las niñas; 10) Promover la participación de los medios de comunicación en la eliminación de la discriminación de las mujeres, la violencia y los estereotipos de género, así como para la difusión y promoción de sus derechos. 11) Incluir la participación de las mujeres en las políticas y medidas para el disfrute, la recuperación y conservación de los recursos naturales, así como las políticas para favorecer el medio ambiente. 12) No dejar atrás a las niñas incluyéndolas en las políticas y acciones para la protección de sus derechos y la promoción de las oportunidades educativas.

Mucho hemos avanzado en estos veinticinco años. Los avances han venido de diversos afluentes. Una parte muy importante ha sido derivada del proceso de institucionalización de los derechos humanos de las mujeres impulsados a través de las diversas convenciones internacionales ratificadas por el sistema de Naciones Unidas. Aquí la llamada femocracia internacional integrada por expertas, académicas y activistas de todo el mundo, ha realizado una labor de seguimiento y construcción de mecanismos de monitoreo para vigilar y evaluar el cumplimiento de los gobiernos de los estados. Asociadas a la academia se ha desarrollado gran conocimiento acerca de las raíces y manifestaciones de los problemas de desigualdad, discriminación y violencia que viven las mujeres a diario y sistematizado las buenas prácticas que permiten ir avanzando. La arena internacional de la femocracia es no obstante un terreno muy disputado y tenso, por cuanto la derecha y los conservadores de los fundamentalismos religiosos, desde el Vaticano hasta el Islam y el Judaísmo ortodoxo ponen todos los recursos a su disposición que no son pocos, para destruir piedra a piedra el edificio de instrumentos internacionales construidos por las mujeres, que son sin duda los fundamentos de un nuevo programa civilizatorio en pro de una humanidad 50/50 que no deje a nadie atrás y que no cimente el progreso de unos frente al detrimento de otros y otras. El monoteísmo patriarcalista fuente originaria de la milenaria discriminación femenina, sigue siendo el vertedero de odio y misógina contra las mujeres más grande en el mundo de hoy (cualquier duda ver el video reciente del ex arzobisco de Guadalajara, el Sr. Sandoval Íñiguez).

En México, una generación de políticas feministas de todos los partidos, activistas y académicas feministas, hemos puesto ladrillo sobre ladrillo para fundamentar un piso de derechos garantizables para todas las mujeres. Las fuertes diferencias ideológicas en temas como el aborto han impedido que este piso sea igual para todas las mujeres del país, por lo que hay estados de la República donde las mujeres, sobre todo las más pobres, son sentenciadas por homicidio agravado aún por abortos involuntarios. Estas diferencias entre nosotras alimentan las resistencias patriarcales anidadas sobre todo en el sistema de justicia, que es tan estratégico para eliminar todas las formas de discriminación y violencia en contra nuestra.

Otra vertiente muy poderosa de cambios a favor de la presencia y la participación de las mujeres ha venido de la propia modernización global. Partiendo de la poderosa idea de que somos “individuos” “personas” y por tanto seres racionales y autónomos, más allá del cuerpo y la naturaleza que nos condenó a ser vistas y tratadas sólo como procreadoras, o como objetos para satisfacer el placer de otros, las mujeres hemos venido ensanchando nuestra conciencia y autoconfianza. Con la conquista de los derechos manufacturados por y para los hombres (derechos civiles y políticos) las mujeres dimos un salto histórico de milenios en tan solo cincuenta años, accediendo a profesiones y papeles que nunca habíamos tenido. La quiebra del Estado de Bienestar a partir de los años noventa contribuyó también a la quiebra del modelo de proveedor único, mientras la individualización de los derechos que trajo aparejada la ruptura de las solidaridades interclases e intergeneracionales del pacto bienestarista, contribuyó a la ruptura de la unidad familiar y la consolidación de las políticas neoliberales en lo que va del siglo XXI ha llevado a la integración de un gran mercado de trabajo para mujeres jóvenes profesionistas, técnicas, obreras en las más diversas ramas de la actividad.

Esta transformación estructural ha recibido también los aires de la liberalización sexual y de género que con el advenimiento de los anticonceptivos desde los años 60s, 70s y 80s sopla con viento fresco en las modas y maneras de los intercambios sexuales y genéricos para cada nueva generación desde los revolucionarios años sesenta. El derecho al placer, al cuerpo propio, a la libre sexualidad manifestación de la diversidad género, el matrimonio entre personas del mismo sexo, potencializadas por la fusión del arte, la moda, los nuevos medios y el consumo global, han empoderado a todas las personas y hoy, las mujeres como personas expresan y demandan estas libertades que se reconocen con legitimidad desde hace décadas a todos los hombres.

Resumiendo, diría que mas allá de las brechas de la desigualdad que puntualmente podemos encontrar y medir en los diversos sectores de la actividad pública, política o económica entre mujeres y hombres hoy día, en esta era del posfeminismo en América Latina, por cuanto la agenda de Beijing de las feministas de la Tercera Ola se institucionalizó y ralentizó, por decirlo suave, en los entresijos de las burocracias públicas y las oscilaciones y vaivenes políticos de izquierdas y derechas, la Cuarta Ola del feminismo popular y masivo, que vemos y acompañamos en las calles y plazas es una reacción de ira justa a ras de suelo, originada por la re-feminismización de la expoliación y las injusticias de género, que reinstauran o reciclan normas patriarcales vengativas, resentidas en los diversos ámbitos donde se juegan las relaciones entre los género; reacciones de enojo y envidia masculina ante el imparable empuje de las expresiones de libertad y autonomía de las mujeres jóvenes, propulsoras de un masivo proceso de individuación femenina lograda en la concienciación y experiencia de injusticias y violencias sin cuento, sufridas desde los hogares, los barrios, las aulas, los centros de trabajo, las calles, los transportes, los bares, etc. Tenemos un horizonte legislativo y cultural de avances, pero con límite claro respecto de la autodeterminación del cuerpo femenino.

En este marco visualizo tres macrobrechas, que pautan la coyuntura y un proceso sociohistórico de indivualización conflictiva entre mujeres y hombres que es preciso reconocer para abrir paso a una transición productiva, civilizatoria, progresista.

1)    Por un lado, una brecha de reconocimiento entre los aportes y el papel económico que hoy día realizamos las mujeres desde en el trabajo de casa, al trabajo remunerado y la participación profesional, respecto a los recursos del presupuesto públicos destinados a garantizar sus derechos; las oportunidades profesionales que se le ofrecen en las empresas donde solo 3% de ellos detentan puestos ejecutivos y los cargos y decisiones públicas o comunitarias en los que participan.

Para dar una idea de esta brecha considérese se estima la aportación de las mexicanas en cuidados y servicios para otros en los hogares, un equivalente al 23.3% del PIB en 2017, incluyendo 4% con el que contribuyen al sector salud por el cuidado de enfermos en procedimientos quirúrgicos de la llamada medicina ambulatoria. Esta cifra representa una contribución sin parangón en de ningún otro sector de la economía del país. Habría que agregar además las contribuciones de las mujeres como proveedoras doble o principal en el 50% de los hogares y su papel como sostén único en el 37% de los hogares. Si estas contribuciones la colocamos vis a vis ante los recursos destinados a garantizar los derechos de las mujeres y la igualdad de género en el presupuesto federal que suma 1.69% de gasto neto total del gobierno, y que los gobiernos estatales y municipales hacen aportaciones insignificantes o inexistentes al tema, podemos darnos una idea de la enorme injusticia económica en que vivimos y batallamos a diario y que está en los fundamentos de las dobles y triples jornadas que enfrentamos cotidianamente.

2)    La segunda macro brecha es mas compleja y se ubica en la frontera entre la subjetividad que las mujeres, especialmente las jóvenes generaciones, han construido en un proceso socio histórico de individuación marcado por la posmodernidad, donde la libertad sexual, la legitimidad del deseo propio y la autonomía física de las personas han sido una divisa incuestionable, inscrita en la cultura, los medios y el consumo, versus el control y objetualización de su cuerpo; tanto en la reproducción de la vida humana (el autocontrol de su natalidad, el derecho al aborto) como en el deseo. Estos cambios que han modificado las maneras y rituales de las relaciones sexuales y los intercambios erótico-emocionales entre mujeres y hombres se realizan no obstante con un límite claro respecto de la autodeterminación del cuerpo femenino, por la pervivencia de legislaciones y resistencias prácticas contra el derecho al aborto, la ausencia de una legislación y políticas efectivas en favor de la paternidad responsable. El machismo se actualiza en un doble vínculo ante los cambios de las mujeres: sacan ganancias de su liberación sexual, ejercen control sobre sus cuerpos y su movilidad, pero evaden olímpicamente las consecuencias reproductivas de su sexualidad. Son parejas irresponsables y autoritarias.

3)    Como resultado de las diferencias de condiciones de subjetivación entre mujeres y hombres que se dan en el México de hoy podríamos decir que las mujeres se individualizan bajo la premisa del mérito y la responsabilidad, mientras los hombres lo hacen en la mantención y defensa de sus privilegios; esto es muchos de ellos viven y prosperan de los réditos del patriarcado, mientras las mujeres nos sostenemos en el mérito de haber ganado espacios, demandar tanto derechos para unas como suprimir privilegios para los otros. Emocionalmente la brecha de expectativas entre las mujeres y los hombres jóvenes se sintetiza en que los hombres quieren tener mujeres que ya no hay y las mujeres quieren hombres que todavía no hay.

Esto que se dice fácil entraña un sin número de desencuentros emocionales, económicos y de poder con diversos desenlaces y niveles de conflictividad. Este nuevo conflicto social que se documenta en los incontables expedientes de los juzgados de lo familiar nos habla de una fractura de hondas dimensiones que las autoridades no atinan a reconocer en sus consecuencias macrosociales. Es decir, lo siguen mirando como asunto privado y no como un problema público que amerita ya un abordaje responsable y sistemático.

El contínuum de las violencias que va de los micromachismos a los feminicidios en los espacios públicos y en los privados, que se ejerce como pedagogía de la crueldad (Rita Segato dixit) contra las mujeres, es la fuerza micropolítica que pretende abolir las brechas disciplinando, denigrando y aniquilando a las rebeldes. Se vuelve macrosocial empero cuando el Estado las deja impune, a través de la omisión, la ceguera o el disimulo de las autoridades que deben prevenirlas y sancionarlas.

Cuando contrastamos las cifras de las denuncias de la violencia en 2019 según el SESNSP: por casi 720 mil de violencia en el ámbito familiar; por 274 mil en violencia de pareja; de lesiones y abuso sexual por casi 20 mil; que equivalen entre 7 y 9% de todos los eventos sufridos por las mujeres y, que solo son investigados y sancionados entre 8 y 9% de los delincuentes que comenten estos delitos en México. Cuando observamos la ignominia que se comente a diario contra las mujeres, porque no se aplican las normas y protocolos diseñados para su atención, porque se les regatean recursos para contar con servicios dignos en salud, atención a víctimas, generación de condiciones de seguridad, procuración de justicia, etc., para poner alto a todas las situaciones de violencia que a diario se presentan por miles en el país, sabemos que el Estado no está del lado de nosotras, sino de quienes colocan nuevas restricciones y condiciones punitivas contra los avances de las mujeres y reformulan las desigualdades de género.