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La insaciable CNTE

Desde su aparición en 1979 ha sido una organización magisterial en la que predomina la política por encima de los criterios educativos. | Joel Hernández Santiag

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Escrito en OPINIÓN el

Ya presionan en el Senado de la República. Hacen lo que saben hacer por años: plantarse ahí, cerrar puertas y ventanas. Bloquear calles. No les importan los demás. Son ellos y ser ellos, y nada más que ellos los que deciden el futuro de la educación pública en México. Ya lo tienen todo. Vencieron al país; vencieron a la educación pública vocada y capaz; vencieron al gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Y, como la “Llorona”: ‘¿Qué más quieren? ¿Quieren más’?

Lloviera, tronara o sacudiera, la CNTE ha estado por años en las calles de Oaxaca –en particular– y en las de la Ciudad de México; siempre exigiendo; siempre gritando; insultando; bloqueando; arrasando; agrediendo; mostrando músculo gremial, aun cuando su fuerza radicara en lo coercitivo, en la exigencia de solidaridad a maestros que podrían encontrarse en problemas serios si no respondían al llamado de sus dirigentes que todo querían para sí y que todo han tenido a lo largo de años...

...Una fortaleza que provenía de malos gobernantes que usaron a este gremio magisterial como fuerza de choque o de presión. Y ganaban los líderes de la CNTE que mediante componendas se beneficiaban. Hoy ya lo tienen todo. Ya tienen la educación en sus manos, las plazas, las nóminas, los pases automáticos desde las normales, los beneficios, la calificación educativa de los maestros y alumnos: todo está en sus manos... ¿qué van a hacer con todo esto? ¿Y la rectoría del Estado?

Desde su aparición el 17 de diciembre de 1979 como grupo disidente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) ha sido una organización magisterial en la que predomina la política por encima de los criterios educativos que debieran regir a toda entidad vinculada con esta tarea al mismo tiempo gloriosa como responsable. Pero no...

Porque por encima de los valores universales de la educación en su calidad, lucidez, universalidad, pluralismo, democráticos, humanistas, socialmente responsables, laicos, y con el espíritu del enriquecimiento de los estudiantes en los valores más profundos de amor por el país y por su futuro profesionalmente garantizado, por encima de todo esto predominaron los intereses gremiales, políticos y coyunturales.

Muy por encima de las aspiraciones de los 25.4 millones de alumnos de educación básica en el país (en educación 284,946 alumnos, en preescolar cuatro millones 773,360, en primaria 13 millones 920,602, mientras que en secundaria son seis millones 439,72 estudiantes), predominó la decisión política de favorecer a la CNTE, que ha dado muestras de que los estudiantes en donde ellos predominan como magisterio, son los peor calificados del país.

Independiente de que el gobierno actual atribuye al pasado los fenómenos de injusticia social, desigualdad, pobreza y mala salud o educación, precisamente son los integrantes de sindicatos como CNTE los que han estado ahí, por cuatro décadas en este caso; ellos han dado al traste con las aspiraciones de muchos, de sus capacidades y sus vocaciones.

Pero también su fuerza radicaba en su beligerancia: de grado o por fuerza. Y confrontaban decisiones que no les convenían y que les restaban privilegios y fortaleza a sus dirigentes.

Muchos maestros dotados, vocados y capaces los hay. Están ahí, frente a alumnos, niños, que llegan a la escuela esperanzados en el conocimiento y la educación como base para rescatarse de su situación actual, y en apoyo de un futuro familiar menos agraviante. Maestros que enseñan con pasión y con lucidez, solidaridad social y humana, que están con el gis en la mano, con el libro abierto en la mesa, con el pizarrón cubierto de erudición...

Pero estos buenos maestros están sometidos a los designios políticos de sus dirigentes quienes, como juez de horca y cuchillo, imponen sus reglas, sus leyes y su concepto de justicia; y los arrastran a las calles, a las tiendas de plástico de los distintos colores que les son familiares, a la humillación del tener que gritar consignas que no les pertenecen y que no piensan, pero que tienen que cumplir porque está de por medio su carrera, su vida, su familia y su futuro profesional.

Muchos otros hay que son grillos de nacimiento, revoltosos, gritones, machacantes, grotescos, agresivos, que no aman la enseñanza, que no aman a sus alumnos, que no aman la tarea de transmitir sabiduría; y que lo único que quieren es ganar-ganar-ganar, lo que sea, pero para ellos, para su única y lamentable vida que se entrega a la destrucción de vidas y futuros.

Así que ahora ya está en manos de la CNTE la rectoría de la educación pública–básica en México–. Millones de alumnos se regirán por sus reglas de calidad educativa, de conocimiento y de grandeza humana... ¿será? ¿Qué alumnos habrán de salir de esta nueva etapa educativa del país?

El presidente Andrés Manuel López Obrador abdicó de su responsabilidad educativa para el país. ¿Y el secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán, dónde está? ¿Qué hace para evitar el sectarismo, gremial y político de la educación pública de México que es también su responsabilidad? ¿De veras piensan que se cree en aquello de que quienes no comulgan con esta nueva etapa son ‘conservadores’, ‘neoliberales’ y ‘privatizadores de la educación’?

No es así. Es muy fácil para el actual gobierno etiquetar, marcar, sellar, errar a su modo y a su gusto, para justificarse y para descalificar a los que suponen que no piensan en una transformación.

Mexicanos hay, y muchos, que cuentan con acervos ideológicos firmes, que corren a la izquierda del cuadrante del pensamiento y que ven en la educación la gran posibilidad de lucha, de exigencia, de libertad, de democratización y de felicidad futura individual y en comunidad; la que piensa en todos y en uno. Esa también es una transformación, no de etapas, sí de derechos y obligaciones.

Así que al error grave de la Reforma Educativa de Enrique Peña Nieto se suma otro error grave, el de la 4T educativa que paga una factura política, lo que de otro modo también es corrupción. Ahora, ¿el Senado tiene la palabra? ¿o es la CNTE quien decide por encima del poder Ejecutivo y el Poder Legislativo? Vaya debilidad institucional.