Main logo

La importancia de ser importante

Normalmente no me gusta juzgar si una cosa es mejor que otra o si un país hace mejor las cosas que otro, pero en mi opinión personal considero que a veces en México, nos damos demasiada importancia innecesaria para muchas cosas.

Por
Escrito en OPINIÓN el

Utilizando un poco el sarcasmo que impregna el título de esta colaboración, en México es muy importante ser importante. Quizá importa más que otras cosas. Un funcionario público puede hacer bien o mal su trabajo, pero es importante que sea importante, más allá de su responsabilidad. O al menos, eso es lo que piensan muchos que ocupan posiciones de poder (político, económico o de otra índole). Esta es una de las diferencias más marcadas que descubro entre México y Estados Unidos. Durante mucho tiempo viví en el Distrito Federal y me tocó trabajar con una serie de personajes de la política que, por decir lo menos, tenían un rango de verdadera importancia en la nación. Pero además, me tocó también trabajar con aquellos “asesores” que los rodean, y quienes a la postre, llegan a  pensar que son inclusive más importantes que sus jefes. Pero más allá de las funciones de fondo que realizan, lo que me llama la atención es la auto percepción que cada quien tiene de sí mismo, y por ende, allí radica la importancia de ser importante.

 

¿Cuáles son aquellos elementos que hacen ver a los demás que una persona es importante? Bueno, entre otras cosas, que cuando se acude a una cita con ellos, siempre hay que hacer “antesala”. Los compromisos siempre deben estar antecedidos por un tiempo de espera considerable, que haga pensar al visitante que su interlocutor está resolviendo alguna crisis de índole nacional. En segundo lugar, casi todo mundo tiene una secretaria que responde el teléfono, envía correos electrónicos y responde a nombre de su jefa o jefe, y se encarga de darle los reportes para que decida, en última instancia, a quienes recibe o a quienes no, o bien, qué asuntos atiende y cuáles no. Por último, otra peculiaridad de los mexicanos es que a todo y a todos les decimos que sí, aunque en realidad, muchas veces significa no. Nos cuesta mucho trabajo negarnos, por temor a ser vistos como negligentes, dictatoriales o groseros.

 

Nada más diferente de la cultura que he podido presenciar en la ciudad de Washington, D.C., donde las cosas operan de forma extraordinariamente contraria. Normalmente no me gusta juzgar si una cosa es mejor que otra o si un país hace mejor las cosas que otro, pero en mi opinión personal considero que a veces en México, nos damos demasiada importancia innecesaria para muchas cosas. Por ejemplo, en la capital estadunidense me tocó ir a comer a un pequeño restaurante sobre la Avenida Pennsylvania (los menús de 10 dólares la comida es de lo más barato que uno puede encontrar por aquí y hay que aprovecharlo si uno no quiere que sus presupuestos mensuales se disparen por el costo de vida washingtoniano) y en dicho lugar estaba a mi lado, comiendo sola – exactamente el mismo menú de 10 dólares – la entonces Secretaria de Seguridad Interior (“Homeland Security”) Janet Napolitano. Creo que este lugar era de sus favoritos pues me ha tocado verla, quizá en un par de ocasiones allí. Al llegar a mi mesa la saludé con un amable “buenas tardes” y cuando ella se despidió, hizo lo mismo. Salió y solamente había un guardia de seguridad que la acompañó discretamente mientras se fue caminando por la calle, según pude ver desde la ventana.

 

En otra ocasión al llegar al aeropuerto nacional Ronald Reagan me tocó ver al Senador John McCain tomar su maleta con ruedas, y si no me equivoco, se subió al metro y se fue. No recuerdo con exactitud, pero llegó solo y así se fue. O bien, una vez tuve que hacer un seminario y debí invitar a una funcionaria de la NASA, y dado que no tenía ningún dato de contacto, le escribí a su correo electrónico público, donde ella misma me contestó y pudimos agendar y resolver el tema que teníamos pendiente en ese momento. Lo que trato de decir es que para ser importante no es necesario “parecer importante”, especialmente cuando se trata de ser servidor público. La parafernalia que muchas veces rodea a los funcionarios en México acaba por alejarlos de la realidad, y los vuelve una especie de “semi-dioses” inalcanzables para el ciudadano común y corriente.

 

En ese sentido aplaudo – por ejemplo - el sentido político que tuvo el Secretario de Gobernación en la semana para salir a recibir a los manifestantes del Instituto Politécnico Nacional, en mangas de camisa y dispuesto a subirse al templete. Nada más refrescante que ver a un político con esta actitud, dispuesto a dejar atrás las vallas, los escoltas y las camionetas blindadas, las secretarias y las largas antesalas, para realmente escuchar a los ciudadanos. Aunque sea por estrategia política, pero resulta refrescante; lo importante es que se haga con actitud abierta y que ello permee a los demás ámbitos. Como dije al principio, no se trata de juzgar si un país es mejor que otro, o si unos políticos son mejores que otros, pero sí se trata de hacerle la vida más fácil a los ciudadanos, que finalmente son quienes constituyen a su gobierno.

 

 

@fedeling