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La huida disfrazada de Medio Oriente

¿Un síntoma de debilidad? | Ismael Jiménez

Por
Escrito en OPINIÓN el

La salida del ejército estadounidense de Afganistán, junto con el ascenso del Talibán al gobierno, hacen presagiar una crisis global y regional de pronóstico reservado.

Las primeras conjeturas, afirman que retirar las tropas de ese país, significan un rotundo fracaso y una derrota para los Estados Unidos; igual a la de Vietnam.

La salida de Afganistan, no sólo significa abandonar este país; pues el mensaje que parece enviar el gobierno de Biden, es estar renunciado a sus interéses y política en Medio Oriente, en donde hasta ahora, todavía tiene presencia militar en varios países y muchos pendientes políticos y geoestratégicos.

De hecho, hay quienes piensan que está dejando solo a su gran aliado Israel, sentimiento que comparte el pueblo judío, quien, desde hace algunos días, está lanzando bombardeos contra la franja de Gaza, desde donde Hamas, se prepara para contestar las agresiones, mientras que desde su frontera en el Golán, continúa lanzando misiles contra Siria.

Volviendo a Afganistán, el conflicto en ese país, va mucho más allá de la crisis de género que muchas voces quieren hacer creer. Por su puesto, sin que el tema deje de ser importante. Este país vive literalemte en otra época, en otro momento y en una realidad que dista mucho del concepto que occidente y quienes promueven las libertadades en ese país, tienen del mundo moderno.

Cierto, nada justifica la violación de los derechos humanos, pero también es verdad que debemos ubicar la realidad y contexto de cada país para saber cómo dirigir los mensajes de libertad y derechos humanos a los países de la región, pues pretender imponer la visión occidental en todos los sentidos, es precisamente lo que tiene sumido a los países de la zona en una guerra eterna que no sólo se libra contra los invasores, también es una lucha fraticida.

Afganistán, es uno de los países más pobres del planeta, con altos índices de desnutrición y analfabetismos. Su población es bastante heterogénea pues se compone de al menos siete etnias y culturas de donde sobresalen los Pastúnes y Tayikos, sin ser mayoría abrumadora. Se dedican al pastoreo y la agricultura en el mejor de los casos.

Es un país de escasos recursos y una población que apenas produce para subsistir y en el que los rezagos sociales y económicos, sólo son cubiertos por el dogmatismo religioso, la participación en un grupo guerrillero, o con el narcotráfico, actividad que por ciento creció con la llegada de los Estados Unidos a ese país.

Afganistán ha estado en el ojo de la geopolítica global entre Europa y Oriente Medio; es la puerta de entrada a ambos mundos, de ahí su importancia en la región que le ha valido ser invadida por Británicos, Soviéticos y Norteamericanos.

En los ochenta, la invasión Soviética, tenía por objetivo construir una ruta comercial que llevaría gas a los países de Europa; fue en el antecedente del actual Nord stream I y II que tenderá un gasoducto desde Rusia hasta el corazón de Europa y es zona fundamental para la llamada nueva ruta de la seda.

Por su parte, los Estados Unidos aprovecharon su cruzada contra al Qaeda para entrar a Afganistán y establecer desde ahí su guerra contra el terrorismo, para algunos, la estratégia dio resultado, pero para otros sólo sirvió para terminar de desestabilizar la región.

De hecho, los Talibanes ya estaban en el poder a la llegada de los Estados Unidos, quienes a mitad de los noventa habían quitado el control del país a los Muyahídines, el brazo armado que apoyó al gobierno de Washington para derrotar a los soviéticos.

China, Irán y Turquía, se han pronunciado a favor de establecer pláticas con los Talibanes en el afán de estabilizar la región, mientras que Rusia se muestra un poco más rehacia a negociar con el nuevo gobierno de Afganistán, aunque no descarta sentarse a colaborar con ellos.

Este escenario, es el que preocupa a Israel y a la mitad del mundo occidental, pues el creciente resurgimiento de grupos islamistas y extremistas en la región, comprometen la seguridad del Estado Judío. Inestabilidad que podría alcanzar al continente asiático, que es hacia donde parece dirigir sus pasos el gobierno de Biden.

Sería iluso suponer, que los Estado Unidos, darán un paso atrás de manera tan simple luego de su salida de Afganistán. El gobierno de Washington, tiene una carta bajo la mesa que usará en cuanto haya terminado de tejer su estrategia de retiro.

Por lo pronto, en caso de haber una escalada de violencia y ataques contra la población afgana, la tarea para contener la violencia en el país, se la ha cedido a los gobiernos que se están acercando al Talibán.

En caso de una escalada contra Israel, es posible que los Estados Unidos y sus aliados, se abroguen el derecho de confrontar a cualquier nación e incrementar su prescencia en todas las aguas territoriales del mar árabigo para controlar esa zona. Dichas aguas, son la entrada y salida al continente asiático en donde Washington pretenderá, ser un dique para las maniobras militares de China, Rusia e Irán en esa región.

Por lo pronto, los Estados Unidos “olvidaron”, o “dejaron sin darse cuenta”, un arsenal balístico y militar sofisticado con valor de 35 mil millones de dólares en manos del Talibán; algo así como el presupuesto de cinco años del ejército ruso, “descuido” que le valieron múltiples reclamos a Biden en el Senado mientras que, “el eje de mal” China, Rusia e Irán, iniciaron ejercicios militares conjuntos en el Oceáno Índico.

¿En verdad la retirada de los Estados Unidos de Afganistán, es un síntoma de debilidad? ¿Es creíble que Washington renuncie con tanta facilidad a su influencia y poder en esa parte del planeta? Si escudriñamos un poco más, es posible que encontremos motivos para creer que todo es parte de una estrategia, de una huida disfrazada.