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La globalización en tiempos de pandemia

La pandemia del covid-19 es un problema que está atrapado en la globalización y la complejidad. | Eduardo Hernández Melgar*

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Escrito en OPINIÓN el

¿Qué es la globalización? Por varias décadas, académicos adscritos a disciplinas como las Relaciones Internacionales han buscado respuestas a esta pregunta, acuñando definiciones y comparando distintos momentos del desarrollo de la humanidad. Entre tanta literatura, este proceso de acelerada interconexión, tanto material como simbólica, nunca se ha detenido. Hoy más que antes, nuestras sociedades se conducen bajo sus efectos y contradicciones. Por ejemplo, nuestra producción, consumo, y hasta nuestro ocio han escalado niveles globales, a veces sin siquiera percatarnos de ello. Algo parecido ha ocurrido con buena parte de nuestras aspiraciones. Algunos de nuestros referentes locales han sido traspuestos con imaginarios globales, y los que no, han instaurado campañas para resistir culturalmente en la identidad local que le dio origen. 

De manera ineludible, la globalización también ha inyectado complejidad y dificultad a nuestros problemas. Por eso, en nuestra obligación como elementos activos de un sistema que se supone interconectado, debemos reflexionar en cómo nos vinculamos con otros individuos y grupos organizacionales. En esta labor, es vital apreciar la naturaleza y las dinámicas de estas interacciones, pues su entendimiento, sumado a la acción colectiva, pueden ser la ruta de escape para los grandes retos que como sociedad tenemos ya encima. 

Ante este contexto, la pandemia del covid-19 es un problema que está atrapado en la globalización y la complejidad. No hace falta excusar a la globalización como la causa raíz de la pandemia, pero sí comprender que ha sido el conducto por el que se ha expandido aceleradamente por el planeta. La complejidad, por su parte, queda evidenciada cuando analizamos la esencia interdependiente de este fenómeno. Tan solo a manera de ejemplo, hoy es posible apreciar cómo decisiones tomadas en cualquier laboratorio que desarrolla la vacuna contra el covid-19, afectan las políticas públicas que diversos gobiernos están formulando, referentes a educación, empleo, finanzas, seguridad pública, turismo y un largo etcétera. 

Sin embargo, la complejidad y el carácter global de esta pandemia también puede usarse para configurar un mejor sistema en el que estemos articulados. La pandemia nos puede dar el temple necesario para intentar desenmascarar mejor cómo nos hemos relacionado como sociedad, y en esto, es vital identificar las tensiones que han dado forma al conflicto social del cual bastantes teóricos ya han escrito. Descubrir tensiones jamás va a ser cómodo, e inclusive la tarea puede generarnos ansiedad de la que queramos escapar, más no deja de ser esto un ejercicio útil de acción colectiva del que podemos sacar lecciones importantes. 

En esto, hay buenas noticias, los flujos de información a los cuales nos enganchamos a diario nos han permitido apreciar la pandemia en su dimensión colectiva y global. Asimismo, factores como la escasez que parcialmente llegamos a experimentar en la pandemia, o bien la suspensión de nuestras libertades individuales de fin de semana, han hecho salientes aquellas tensiones que habían estado latentes en nuestro sistema, pero que hoy podemos ir revelando, mal haríamos entonces si intentamos esconderlas nuevamente. Aquí me pregunto, ¿Por qué si desde el existencialismo filosófico hemos aceptado que nuestra vida está inmersa en tensiones, no hemos sido tan capaces de reconocerlas también en nuestra sociabilidad? La pandemia en la globalización nos está dando la oportunidad para dejar de ignorarlas y descubrir novedosas formas de encontrar un balance.

En México, por ejemplo, haber normalizado, por no decir ignorado, que amplios grupos de la población “vivan al día” ha sido una grave injusticia que hoy nos rebota en forma de riesgo colectivo. Ante eso, lo peor que podríamos hacer es proyectar en estos grupos la responsabilidad de que estemos prolongando esta “nueva normalidad”. Por supuesto que es frustrante y como país tenemos el derecho de anhelar la gestión de crisis que otros países han logrado, pero ya sea Alemania, Japón o Suecia han tenido que encarar sus propias tensiones, por ello en lugar de sentir frustración, podríamos volcarnos hacia nuestra agencia individual, creatividad, inspiración y solidaridad para construir discursos y prácticas más empáticas. Así como paradójico para algunos ha sido sentirse lejos y cerca desde el aislamiento, considero también que tenemos la capacidad de ser más solidarios en nuestra batalla individual que estamos sorteando todos los días por sobrevivir.


*Eduardo Hernández Melgar

Es internacionalista por la UNAM y Maestro en Estudios Regionales por el Instituto Mora. Cuenta con experiencia en el servicio público federal y actualmente es estudiante de Doctorado en Gestión Estratégica en la Universidad de Edimburgo, Escocia.