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La globalidad de Iguala

El fenómeno de la amapola cruza a todo lo largo y ancho la realidad de Guerrero y, en especial, de Iguala, pero sus tentáculos son transfronterizos.

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Escrito en OPINIÓN el

Todo fenómeno social es en su circunstancia. Ninguno se da en probeta y todos son cruzados por innúmeros condicionantes.

 

En la realidad, todo está en todo; pero para abordarla la diseccionamos en temas e especificidades.

 

No obstante, cualquier análisis que pretenda seriedad debe considerar el mayor número de elementos asociados al fenómeno en cuestión.

 

Cuando a la realidad se le reduce a una única verdad que no acepta taxativas, dudas ni discusión, se está ante dogmas, no ante un proceso racional y empírico de  búsqueda de la verdad, o, incluso, ante manipulaciones y maquinaciones contrarias a ella.

 

Ayotzinapa, pues, no debe analizarse ajeno a su contexto.

 

Partamos del mayor de los datos duros: El 98% de la amapola en México se produce en Guerrero y sale por Iguala.

 

Ayotzinapa, sin quererlo, tocó aristas de una globalidad de explosiva peligrosidad. Diez días antes de la desaparición de los normalistas en Iguala, Barack Obama compartía al Congreso estadounidense su alarma por el incremento de producción de amapola en México, cuyos decomisos fronterizos aumentaron en los últimos cuatro años un 324 por ciento. Hoy México ocupa el segundo lugar a nivel mundial en la producción de amapola. Según datos citados por Héctor Mauleón, el valor potencial del mercado mexicano de amapola en Estados Unidos en el 2009 pudo llegar a los 17 mil millones de dólares.  Nótese que el dato es anterior al crecimiento señalado por Obama.

 

El fenómeno de la amapola cruza a todo lo largo y ancho la realidad de Guerrero y, en especial, de Iguala, pero sus tentáculos son transfronterizos.

 

La influencia del crimen organizado y global en torno a la producción y tráfico de la amapola y de su guerra sanguinaria por territorios, rutas y mercados, no es algo que haya afectado exclusivamente a los ámbitos políticos partidarios y policiales. Difícilmente podrá encontrarse una franja de la realidad en Iguala que directa o indirectamente no haya sido tocada por este fenómeno. Por igual, nada que a este respecto suceda en Iguala puede visualizarse sin el carácter geopolítico de este componente.

 

Las innumerables fosas clandestinas encontradas en suelo guerrerense acusan larga data y una dinámica mucho más compleja que la de la Normal Isidro Burgos y la CETEG. Las desaparición y ejecuciones, con la violencia, barbarie y ausencia de Estado de Derecho inherentes, son muy anteriores a Abarca y a los 42 desaparecidos de Ayotzinapa. La realidad nos habla de una descomposición generalizada, añeja, profunda y con factores exógenos de gran calado.

 

Ahora bien, nada puede ser más nocivo al multimillonario negocio que sobre sangre y fosas guerrerenses se cultiva y trafica que el reflector mediático y la atención nacional e internacional. De allí los esfuerzos y recursos para derivar la mirada hacia cualquier lado y personajes que no sean Iguala, su realidad y los actores directamente involucrados.

 

En ese contexto hay que leer los reclamos, contra toda lógica, por la salida del Ejército y de la Policía Federal de Guerrero, por la suspensión de los apoyos norteamericanos al combate a la inseguridad y al narcotráfico, y por la cancelación de elecciones.

 

Las áreas rurales, especialmente marginadas e incomunicadas de Guerrero, no pueden ser ajenas a la producción de la goma de opio y son fácilmente movilizables para radicalizar cualquier expresión que lleve a la opinión pública lo más lejos posible del tema.

 

No nos engañemos, Ayotzinapa es algo mucho más que un munícipe corrupto, una policía infiltrada, un magisterio parasitario, normalistas desmandados y guerrilleros trasnochados.

 

Atrás del dolor de padres y familiares se esconde un mercado global que no va a permitir que la región se pacifique y recupere para la soberanía nacional y el bienestar de sus habitantes.

 

Por mercados menos sensibles se han desatado guerras. No en balde la primera de su tipo fue en 1839 y, precisamente, por el opio.

 

@LUISFARIASM