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La frágil y manipulable democracia

Nos encontramos ante un momento histórico. | Ismael Jiménez

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Escrito en OPINIÓN el

Pasadas las elecciones y luego de varios días de conteos y recuento de votos, el sentido común y la sensatez democrática, dictan que, aunque sin ser oficiales los resultados, las cifras que se presentan luego de cinco días de escrutinio, son prácticamente irreversibles, a menos que se pretendan impugnar los resultados.

Por supuesto, dependen de qué parte sea la que rechaza los resultados electorales, pues si se trata de un candidato de izquierda, se le tacha de antidemocrático y facineroso, en tanto de tratarse de uno de derecha, se les califica de demócratas y respetuosos de los principios de “legalidad”.

Los comicios en Perú, nos llevan a reflexionar nuevamente sobre qué es lo que debemos entender por democracia, o qué es lo algunos pretenden hacer creer, que es la democracia.

Aunque no lo parece, la derecha latinoamericana está mucho más organizada de lo que aparenta y entre sus códigos políticos, está evitar a toda costa la llegada a la presidencia de los países de la región a los partidos o candidatos de corte progresista o populista como ellos los califican.

Y aunque en la región existen apenas siete países con presidentes de corte progresista, el trabajo de la derecha latinoamericana, es evitar que haya más gobiernos con ese corte político.

Apoyados en la Organización de Estados Americanos (OEA), inciden en las naciones en donde los principios democráticos y las instituciones de Estado, son más frágiles implementando campañas y propagandas de miedo para limitar la propagación de lo que consideran, es un cáncer social y un dique para el desarrollo neoliberal.

Bolivia y Ecuador, son los casos más recientes en los que la golpista OEA incidió. En el primer caso, para derribar un gobierno elegido democráticamente y en el segundo, orquestó una campaña para evitar la llegada de un tercer gobierno de corte progresista, país en el que invirtieron millones de dólares para que llegara a la presidencia el empresario Guillermo Lasso en las “elecciones” de abril pasado.

Hoy, Perú se encuentra acorralado ante los ataques de la duda y la sospecha de la derecha peruana, auspiciada por el organismo regional en unos comicios que tienen polarizado al país y que, ante lo cerrado de los resultados, se asumen con el derecho de determinar si las elecciones son, o no democráticas, en caso de no favorecerle a la derecha conservadora.

La cruzada contra la democracia peruana, alcanzó su cenit con el desplegado de la “Iniciativa Democrática De España y Las Américas” (IDEA) quien se apuró a instar a los contendientes a no declarse triunfadores hasta que la impugnación de los resultados haga su trabajo y declare ganador al candidato que más le acomoda.

Nos encontramos ante un momento histórico, en el que la democracia puede ser vista desde una sola perspectiva en la que se pierde la pluralidad y respresentatividad de las diversas voces de un país, para convertirse, en una vía única e irrefutable que camine por la ruta que antepone al capital por encima de los derechos de las personas, la justicia y el medio ambiente.

Así se percibió esa derecha reclacintrante que, con sus diversas voces, durante las elecciones intermedias en México, buscaron hacer creer que el gobierno de López Obrador es dictatorial y comunista. Esas mismas voces además, se dieron el tiempo de firmar el desplegado IDEA, ante un flagante acto de intervenionismo y agresión contra la soberanía peruana.

Lo dicho, los principios democráticos en América Latina y resto del mundo, enfrentan en este momento su prueba de fuego ante el embate de las fuerzas del capital financiero, quienes además de atribuirse la lucha social a través de la agenda del Desarrollo Sostenible 2030, se abrogan como los únicos capaces de gobernar al mundo bajo sus principios de mercado y bajo su propio concepto de democracia fundamentada en el consumo.

El resultado que dicte el colegio electoral de Perú, macará el derrotero de la política exterior de la mayoría de los países latinoamericanos en los siguientes años. La cual promete ser una prueba social y económica para todos los países de la región conforme se vayan superando los efectos de la pandemia.