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¿La fiesta o la vida?

El dilema entre atender la pandemia y la crisis económica durante las fiestas navideñas no debe provocar más confusión en la comunicación oficial. | José Antonio Sosa Plata

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Escrito en OPINIÓN el

¡Diciembre nos gustó, pa´ que se vaya! Sin embargo, la covid-19 sigue provocando muerte, dolor e incertidumbre en el mundo. Por eso, las fiestas decembrinas auguran un escenario más complicado porque mucha gente tendrá que salir de sus casas o está planeando los festejos como lo hacía en años anteriores, a pesar de que las medidas de protección están más o menos claras.

El problema que se vive en varios países “es serio”, México entre ellos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha expresado su preocupación de lo que aquí está sucediendo, a pesar de que el Dr. Hugo López-Gatell aseguró que el manejo de la pandemia ha sido adecuado y que ni el gobierno ni la población deben “relajar la atención” porque el llamado de la OMS “fue a la población”. 

El subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud fue enfático al decir que “no es momento de hacer bodas, no es momento de hacer festejos, no es momento de hacer congregaciones”. No obstante, en las decisiones y acciones de las autoridades en los tres niveles de gobierno existe una gran confusión para que la gente actúe con la responsabilidad y disciplina que sin duda se requiere en estos momentos.

Por si no lo leíste: OMS advierte por covid a México; alerta no es para AMLO: López-Gatell.

El problema que sociedad y gobierno estamos enfrentando tiene un origen muy claro. El dilema a resolver surgió del establecimiento de prioridades entre reducir el número de contagios y muertes o poner freno a la crisis económica que ha provocado el coronavirus. Mientras que por un lado se apoya el consumo —reduciendo las restricciones que tuvimos en marzo o abril—, por el otro se insiste en la necesidad de mantener la sana distancia, el lavado de manos, el uso de cubrebocas y de gel antibacterial.

Sin embargo, la realidad ha demostrado una y otra vez la enorme dificultad que implica cumplir dichas medidas. Algunos líderes, por ejemplo, no han comprendido la importancia de convertirse en “un modelo en el uso de mascarillas”. Y la comunicación no está siendo suficientemente clara en lo que se debe hacer con la sana distancia en el marco de una gran cantidad de actividades cotidianas.

Consulta: Salud y economía: una convergencia necesaria para enfrentar el Covid-19 y retomar la senda hacia el desarrollo sostenible en América Latina y el Caribe. Informe Covid-19 CEPAL-OPS, 30 Julio 2020.

Ante la confusión, la politización del tema se ha acrecentado. Muy cerca de la cifra de los 110 mil muertos, no se puede perder el tiempo en conflictos estériles y peligrosos. Mucho menos pasando la responsabilidad de un lado para otro. La lucha contra la pandemia es una responsabilidad compartida entre gobierno y sociedad. Pero este esquema básico no se ha asumido de manera conveniente en la vida cotidiana y, por lo mismo, en las acciones de comunicación. 

Las narrativas son imprecisas o falsas cuando se da a entender que la población no está poniendo en práctica las medidas básicas, ya sea por descuido, por una mala alimentación o porque acude a lugares donde hay mucha gente. La sociedad o los medios de comunicación no pueden culpar en forma exclusiva al gobierno de la grave situación sin ponderar o analizar los matices que tiene el problema.

Lee más: Destacan impacto de la mala alimentación en las muertes por covid-19. sumedico.com, 24 Septiembre 2020.

Desde agosto pasado se trataron de establecer en nuestro país semáforos y criterios, tal y como se estaba haciendo en el resto del mundo. El gran esfuerzo que se hizo a partir de los Lineamientos para la estimación de riesgos del semáforo por regiones covid-19, publicado por la Secretaría de Salud, perdió en buena medida su utilidad ante las decisiones económicas que han tenido que tomar el Poder Ejecutivo federal y los 32 gobiernos estatales. La autonomía de los estados (buena en muchos sentidos) y las diferencias políticas entre las autoridades solo han acentuado la confusión.

La recomendación internacional no deja lugar a duda. “Los gobiernos y los científicos deben facilitar la información pertinente y preparar la infraestructura y respuestas necesarias, pero los individuos somos responsables de reducir la posibilidad de infectarnos o propagar el covid-19”. Para lograr este principio, la comunicación sencilla, directa, sintética y comprensible para todas y todos es la mejor opción.

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En una primera etapa, las conferencias de prensa encabezadas por el Dr. Hugo López-Gatell fueron efectivas. Sin embargo, la politización del espacio y la saturación informativa terminaron desgastando la herramienta. Por si fuera poco, algunos de los grandes aciertos para comunicar con claridad y sencillez, como la que generaban los personajes de Susana Distancia y el Escuadrón de la Salud, ya pasaron al olvido.

Si no se toman las medidas correctivas que hacen falta, la pandemia causará mucho daño en diciembre. En caso de que no se haya considerado hacer ajustes o correcciones de fondo a la estrategia, las autoridades de gobierno en sus tres niveles tendrían que pensar en las líneas de mensaje que se deben transmitir a partir de ya. Es preciso y urgente elaborar un plan de comunicación para hacer frente a las festividades de diciembre y enero. En caso de no tener el Plan B, iniciaremos el 2021 con cifras que provocarán más conflictos entre los grupos políticos, pero sobre todo un mayor dolor en la población.

Las prioridades están claras porque se deben tomar decisiones de comunicación muy concretas. Se trata de elegir entre alentar el consumo y permitir, en consecuencia, la organización de fiestas o incrementar el número de contagios y muertes. 

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Frente a las concentraciones que se producen en diciembre y enero, el gobierno nos tendrá que decir en forma directa, sencilla y clara cuáles serán las restricciones en los comercios, espacios públicos, transporte, restaurantes y también en nuestras casas, tal y como ya se está haciendo en otros países. Los medios y los instrumentos están disponibles. Solo hay que hacer un mejor uso de éstos.

Está claro que en la mayoría de los estados y en la CDMX no habrá sanciones. Pero a cada uno de nosotros nos corresponderá decidir, en la medida de nuestras posibilidades, cuáles son los riesgos que estamos dispuestos a correr en lo personal y en lo familiar si no atendemos dichas medidas. El dilema es de difícil solución, ciertamente. Y gobierno y sociedad tendremos que asumir los costos de las decisiones finales.

Recomendación editorial: María José Canel. La comunicación de la Administración Pública. Para gobernar con la sociedad. México, Fondo de Cultura Económica, 2018.