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La esperanza que nos quieren arrebatar

Son tiempos, los de ahora, para recordar a Friedrich Hölderlin en uno de sus grandes poemas. Él decía: Allí donde hay peligro crece también la salvación.

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Escrito en OPINIÓN el

Qué difíciles momentos vive el país. El desempleo que agobia, salarios que no alcanzan, esa violencia que no cesa, esa impunidad que no termina, pero también esa esperanza que se nos quieren arrebatar día con día.

 

En estos últimos días de manifestaciones interminables en diversas partes del país y en el exterior, en la que se reclama al gobierno federal la aparición con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa, me he encontrado con jóvenes que antes no participaban en ninguna clase de protesta. Ahora son miles y miles que aparecen por todas partes. Me ha asombrado encontrar en sus ojos, en sus gritos de reclamo, la esperanza de que se encuentren con vida los normalistas.

 

Dicen enfáticos en las calles, en mantas, en cartulinas, que si “vivos se los llevaron, vivos los queremos”.  Ellos no se creen las versiones de Murillo Karam, procurador general de Justicia, de que están muertos, de que están hechos cenizas. Mucho menos sus padres; tratan, luchan momento a momento en no perder la esperanza que sus hijos aún se encuentran vivos.

 

¡Qué falta de respeto a la vida tiene el gobierno con nosotros! ¡Qué falta de sensibilidad! Dicen las familias. Parece que trata de justificar, no sé ante quien, pero miran hacia afuera, que el gobierno ha hecho hasta lo imposible para encontrarlos con vida o como estén, no importa lo que pensemos. Para ellos, para esos burócratas de esa procuraduría general de justicia todo está concluido, pero miran atónitos, desde sus mullidos sillones, que las familias no pierden la esperanza de encontrar con vida a sus hijos.

 

El gobierno no sabe explicar las versiones de otros peritos que señalan que en ese basurero de Cocula, Guerrero, no pudo haber un incendio de las dimensiones que propala, que no es cierto que ese lugar haya estado deshabitado si en él, trabajaban decenas de pepenadores y campesinos que transitan en la zona. No sabe explicar la extinción, en una decena de horas, de 43 cuerpos que se hayan hecho polvo, mientras existen testimonios, que esa noche del 26 de septiembre en ese lugar llovía intensamente.

 

 ¿Cómo desaparecer a 43 jóvenes, como si fuera el basurero de Cocula el lugar de hornos crematorios nazis, pero sin hornos?

 

No, ellos no están muertos, dicen los padres de familia, mientras reclaman al procurador se haya atrevido a insinuar la incineración de los jóvenes. ¿Por qué se apresuró a difundir esa versión sin el consentimiento de los padres? Al menos hasta que estuvieran comprobados los hechos. Los padres están molestos porque el procurador difundió fotografías del lugar a pesar de la reserva de la investigación.

 

Apura al gobierno que los padres de familia estén empezando a viajar por varias partes del país para compartir con otros jóvenes, esa esperanza de encontrarlos con vida. Los medios de comunicación dan a conocer esas protestas pero enfatizan en la violencia que se está generando. No se detienen en aquellos que infiltran manifestaciones encapuchados y metidos en sus cubiertas las usan para hacer destrozos. No importa que a otros se eche la culpa.

 

Loable fue la actitud de los jóvenes universitarios de quitarle la capucha en la que se escondía un sujeto y que incitaba a tomar con violencia la rectoría de la UNAM, por esa actitud insensata de la policía del Distrito Federal de agredir jóvenes dentro del campus universitario. No pudo demostrar ese joven que era estudiante y al no demostrarlo, la violencia quedó aislada.

 

Pero esa tolerancia de los jóvenes manifestantes se enfrenta a una campaña mediática para restarles legitimidad, para exhibirlos, como si todos ellos, quienes lo hacen estuvieran ligados a la violencia. Como tratando de que se olvide que ha sido el mismo Estado, desde instancias municipales, estatales y hasta federales quienes la promovieron y toleraron.

 

Esa denuncia que hace Luis Hernández Navarro en el periódico La Jornada en su artículo La matanza de Iguala y el Ejército, deja al descubierto, al menos la sospecha, de la complicidad del coronel Juan Antonio Aranda Torres, comandante del 27 batallón apostado en Iguala, de permitir y encubrir la agresión contra los jóvenes esa noche del 26 de septiembre. Graves interrogantes quedan aún y que el gobierno federal no ha sido capaz de responder.

 

Los padres de familia no creen en los peritos forenses adscritos a la PGR, pero tampoco creen en la eficacia de un procurador que actúa más como político que como investigador.  La crisis de confianza en las instituciones de gobierno no ha podido lograr se arrebate la confianza de los familiares para encontrar con vida a los suyos.

 

Son tiempos, los de ahora, para recordar a Friedrich Hölderlin en uno de sus grandes poemas. Él decía: Allí donde hay peligro crece también la salvación.

 

Así es la esperanza: aumenta cuando el peligro, la catástrofe, y la desesperación son mayores. Es como atravesar la noche oscura: como el anuncio de un tiempo solar aún por venir.

 

Nuestros ojos, dice el poeta, deben estar fijos, no en la oscuridad, sino en el sol todavía invisible. Esa es la única forma de avanzar, es la única forma de no caer.

 

Correo: mfuentesmz@yahoo.com.mx

Twitter: @Manuel_FuentesM