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La difícil reelección de Trump

Veo difícil que Trump se reelija, pero claro, en política, como en la vida, todo puede pasar, hay opciones y sucesos. | Marianna Lara Otaola*

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Escrito en OPINIÓN el

A poco más de dos meses de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, hoy el presidente Donald Trump difícilmente se reelegirá. El candidato demócrata Joe Biden se encuentra con ventaja de entre 9 y 15 por ciento, según la casa encuestadora que se consulte. Biden cuenta con 55% de la intención de los votos en promedio (encuesta The Washington Post del 18 de julio). Claro, en política, como en la vida, todo puede pasar, hay opciones y sucesos. Posiblemente la variable doméstica para su reelección será el estado que guarde la pandemia del covid-19. Veo difícil que Trump se reelija, aunque hubiera una vacuna o tratamiento, pero puede haber sorpresas domésticas e internacionales, nada está escrito en piedra.

Esto no quiere decir que Biden sea un excelente candidato o que su campaña haya sido excepcionalmente buena. Más bien, el contexto en el cual se llevará a cabo la elección y el desgaste de Trump son las variables que vislumbran el regreso de una administración del clan Clinton-Obama. Recordemos que Biden fue vicepresidente durante el mandato de Barack Obama, además de que su campaña está fundamentada en los mismos preceptos que estas dos poderosas familias estadounidenses han pregonado: salud pública de acceso universal, educación universitaria gratuita, pro migrantes, aumento de impuestos para incrementar el gasto social e internacionalismo liberal como política exterior.

Trump está haciendo todo lo posible para ganar: cambió abruptamente su narrativa y actuar personal ante el virus y emitió por decreto Ejecutivo, a pesar de la negativa en el Congreso, un nuevo paquete de apoyos y estímulos económicos. A la par, el presidente Trump se enfoca, a través de redes sociales acompañadas de acciones, en sustentar la misma narrativa que lo llevó a la Casa Blanca en 2016, es decir: reducción de impuestos, detener la migración ilegal y promover el nacionalismo. Sin embargo, la realidad del manejo de la pandemia del covid-19, la crisis económica ocasionada por ésta, y el movimiento Black Lives Matter lo rebasan; el votante tiene una realidad social y económica durísima. 

En este momento, el covid-19 y sus efectos en la salud pública y la economía es la principal preocupación de los votantes. En Estados Unidos, en julio, hubo un promedio de alrededor de 50 mil casos de covid registrados diariamente. El manejo que ha llevado a cabo Trump de la pandemia ha sido ineficaz, no sólo el número de contagios y fallecidos evidencia esto. Existe un rompimiento dentro de las filas republicanas. Algunos senadores, congresistas y gobernadores han disentido abiertamente. Ejemplo de ello es el spot que lanzó Lincoln Project, una asociación republicana, homologando a Trump con el virus y dividiendo filas con el eslogan América o Trump. 

También, los bastiones republicanos, como han sido Florida, Texas y Arizona, hoy están pintados de azul, o sea demócrata. Estos tres estados tuvieron un repunte importante de casos de covid en el verano, lo cual no solo llevó a que Trump cambiará la Convención Republicana de finales de agosto de Jacksonville, Florida a Charlotte, Carolina del Norte, incluso su retórica sobre el uso de cubrebocas y su tweet referente a posponer las elecciones. Este bandazo, después de meses de minimizar al virus y sus efectos y no usar cubrebocas, muestra, en el marco de la campaña, la necesidad de Trump de conectar con los votantes. 

Tal es la desesperación del presidente estadounidenses que está aprovechando el covid para empezar a tejer una dañina controversia que afectará la integridad de la elección. Sembrar desconfianza en el sistema electoral y sus actores, como lo está haciendo, es el preludio de una historia que tendrá su desenlace en noviembre de 2020. El tweet de Trump referente a posponer las elecciones dado que no existen las condiciones para llevar a cabo las mismas, porque podría haber fallas en el sistema postal, el cual ha sido estresado en esta pandemia ante los cambios logísticos y la reducción del presupuesto, es otra señal clara de que el presidente hará lo posible por mantener el poder una administración más. 

Las promesas de campaña de Trump de 2016 han pasado a segundo plano. Uno de los factores por los cuales ganó en ese año fue que prometió bajar los impuestos a los empresarios. Así fue, y las cifras económicas del vecino del norte fueron positivas. Incluso, recordemos que, a principios de este año, pre pandemia, Estado Unidos llegó a una tasa de desocupación de 2.5%, es decir menor a pleno empleo. Si las elecciones se hubieran realizado en enero, posiblemente Trump hubiera sido reelecto. 

Hoy, con un promedio de 12% de desempleo en los últimos cuatro meses, sumando más de 16 millones de desempleados, lo ganado por la administración está completamente olvidado. La caída del Producto Interno Bruto (PIB) de Estados Unidos en el segundo trimestre del 2020, tiempo en el que hubo un relativo cierre de la economía, respecto al primer trimestre, fue de 9.5%.

El Congreso, al inicio de la pandemia, en marzo, aprobó medidas de apoyo económico por 2 mil millones de dólares para apoyar a las PyMEs en el sostenimiento de las nóminas o liquidación de éstas, además del seguro de desempleo que incluía 600 dólares semanales por persona. Sin embargo, estas medidas son finitas, vencieron el 31 de julio. Hoy, en el Congreso existe un impasse sobre el siguiente paquete de medidas económicas. Los demócratas han rechazado la reducción de 200 dólares del seguro que propusieron los republicanos, mientras que éstos se han negado en seguir brindando apoyo a los estados que han tenido que solicitar más de 20 mil millones de dólares al Departamento del Tesoro para cubrir los pagos de dicho seguro. 

Dado la falta de consenso, Trump emitió un decreto Ejecutivo para ampliar y mantener el actual programa de apoyo, a pesar de que el Legislativo es el poder con facultades en materia presupuestal. El decreto, así como el viraje con el covid, es señal de que Trump está ávido de reposicionarse entre el electorado para ganar el próximo 3 de noviembre, a pesar de que esto implique más deuda, y lo que esto conlleva: mayor déficit y distorsiones en los mercados financieros. Por su parte, en las redes sociales, los demócratas critican este esfuerzo como autoritario y de alcance limitado, y Biden ha mencionado que no es una solución real y que las medidas harán más daño que bien.

Esta acción, que no sólo implica la extralimitación de sus poderes como Ejecutivo Federal, tema que se irá a la Suprema Corte como es costumbre en esta administración trumpista, sino también profundizar el frente abierto con los gobernadores, al exigir que 25% del seguro de desempleo semanal de ahora 400 dólares sea financiado por las arcas estatales, las cuales se encuentran presionadas ante la disminución de ingresos fiscales por la pandemia. El decreto incluye también la exención temporal de impuestos sobre la nómina para empleados que ganan menos de 100 mil dólares al año, apoyo para los inquilinos y propietarios de vivienda, y el aplazamiento de los pagos de los préstamos estudiantiles. Estas son acciones que buscan aliviar temporalmente a la clase media y a los jóvenes, sectores que podrían hacer un cambio en la preferencia de los votos. 

Sin embargo, estas medidas económicas, que podrían ser un parche para los votantes, pero una cortada para la economía, se dan en un contexto social permeado de racismo y xenofobia. Temas que han sido alentados incluso por el presidente Trump, a propósito de la migración y el discurso nacionalista. A pesar de la pandemia, la gente se ha manifestado ante el abuso de poder y autoridad contra población de origen racial diferente a la blanca. Cada vez suena y resuena más el #BlackLivesMatter entre todas las minorías, las cuales, de acuerdo con las proyecciones de la Oficina del Censo, serán mayoría entre 2040 y 2050.

En cuanto a migración, Trump no ha desistido desde su campaña en 2016. Primero, con el intento de incluir el estatus migratorio en las preguntas del censo siguiente, el cual fue rechazado por la Suprema Corte. Recordemos que posterior al censo viene una distritación, y en el caso de Estados Unidos no está prohibido el gerrymandering que favorece la creación de distritos políticamente parciales. Después, decidió retomar la batalla contra el programa de Acción Diferida para los llegados en la Infancia (DACA por sus siglas en inglés), a pesar del fallo del mismo órgano judicial. Tampoco olvidemos el muro, cuya construcción avanza día con día y Trump presume en tweets con selfies. 

Estas acciones solo alimentan aún más la polarización social y política que atraviesa el país. Los demócratas, sobre todo el ala progresista, están capitalizando esto. Aunado a esto, Biden eligió a la senadora afroamericana Kamala Harris como compañera de fórmula.

Finalmente, y menos importante, pero aún una señal de necesidad de simpatizar y ganar votos hispanos, fue la visita del presidente de México a Estados Unidos en julio pasado. Su apuesta redituable de 2016 no se repitió; las encuestas no se movieron en lo absoluto. 

La visita del presidente Andrés Manuel López Obrador tuvo revuelo en México, levantó voces de encuentro y desencuentro en el país. Sin embargo, para los ojos internacionales fue de extrañamiento. Si bien el motivo de la visita fue la celebración de la entrada en vigor del Tratado Comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), para la prensa internacional llamó más la atención la extraña cordialidad y el respeto entre los mandatarios, a pesar de su historial. Asimismo, llamó más la atención el uso que el presidente Trump pudo hacer de dicha visita en el marco de las campañas electorales, al realizarse ésta a cuatro meses de las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Destacó el servilismo de México ante un presidente de Estados Unidos que continuamente ataca y denigra a su vecino del sur. Desafortunadamente la forma prevaleció al fondo. La sustancia pasó a segundo plano, se desdibujó entre irreconocibles elogios. Para los ojos del mundo, el T-MEC pasó desapercibido.

Pasado el mes de dicho encuentro, el balance es pobre. A ningún país le sirvió la visita. No obstante, la utilidad la capitalizaron efímeramente Trump y López Obrador. Fue una pírrica victoria personal, no nacional. En el caso de Trump, en las encuestas sigue abajo del candidato demócrata Joe Biden. La visita no tuvo impacto entre el electorado que deseaba, los latinos y otras minorías marcan una ruptura cada vez más evidente con la administración Trump y el establishment en general. El movimiento Black Lives Matter ha sido abrazado por grupos que sufren de discriminación, racismo y xenofobia, entre ellos los latinos.

En cuanto a López Obrador, en medio de una pandemia manejada con irresponsabilidad e ineficacia, después de meses de no lograr tener injerencia en la agenda nacional, por fin logra colocar un tema: la visita a Estados Unidos. 

Hubiera sido deseable que el T-MEC1 fuera presumido ante el mundo, como sucedió en 1992 con la firma del entonces Tratado de Libre Comercio de América del Norte. De esta manera, hubieran ganado México y Estados Unidos, los países, y por añadidura sus líderes. Sin embargo, la visita no fue pensada para eso, tan es así que Canadá no participó, evitando prestarse a un acto de campaña. 

Trump tiene una campaña cuesta arriba y en la medida que se acerca la elección veremos acciones similares a las descritas anteriormente. Hará todo lo que esté en sus manos para mantener el poder, hará todo lo posible por ganar. Seguramente dirá afirmaciones falsas sobre el covid y su vacuna, y realizará acciones que contravengan la institucionalidad, ya sea extralimitado sus poderes o minando la confianza ciudadana en el sistema electoral o generando controversias que terminen en la Suprema Corte.

Seguiremos viendo en redes sociales sus pugnas y la bandera del nacionalismo. Por su parte, Biden, a pesar de su campaña mesurada y sin mucho ruido, entiende que Trump es su enemigo y mejor amigo cuando está desesperado. A este escenario doméstico falta agregarle la compleja geopolítica que siempre juega en las elecciones de una potencia mundial. El tablero internacional puede servir para la política nacional y más de cara a una elección, aunque el caso del T-MEC no fuera exitoso. Hay que estar atentos a la posible intervención de otra potencia, como Rusia, como vimos en 2016, y al desenlace en Medio Oriente, especialmente la actual crisis en Líbano.

*Marianna Lara Otaola

Maestra en Política Comparada por la London School of Economics and Political Science. Agradecimiento a MZN.

1. El T-MEC tiene muchas bondades que debieran ser mostradas ante el mundo y México, capítulos que hacen más competitiva a la región de América del Norte, lo cual en estos tiempos de intermitente guerra comercial entre Estados Unidos y China y crisis económica es clave para la recuperación. Si bien el instrumento no es suficiente para incentivar las inversiones en México, se requiere un discurso político afín y estado de derecho para su implementación, al menos muestra un hecho contundente distinto a la narrativa proteccionista, aislacionista y de negación al cambio climático que hemos presenciado por los mandatarios de Estados Unidos y México. El T-MEC brinda certidumbre a las inversiones e incentiva un intercambio comercial moderno con mejores condiciones laborales, protección al medio ambiente, fortalecimiento de las PyMEs, incorporación de la propiedad intelectual y el comercio digital, y la inclusión de las empresas productivas del Estado y aspectos de compliance, anticorrupción y género.