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La ciudad insostenible III

El proyecto de la ciudad sustentable sigue en un buen deseo de los políticos.

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Escrito en OPINIÓN el

Hablemos hoy de uno de los aspectos que hacen que nuestras ciudades sean ambientalmente insostenibles: la estructura urbana que caracteriza a las ciudades de México. Oportuno el tema pues hace dos días inició la conferencia Hábitat III de la ONU en la ciudad de Toluca, en donde se dio cita la crema y nata de la burocracia encargada del tema de la planeación urbana en México y en 33 países de América Latina y del Caribe. Dicen las noticias que la titular de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU) inauguró diciendo que tenemos que hacer ciudades incluyentes, seguras, compactas y sustentables.

 

Menos mal que los buenos deseos de los políticos mantienen una consistencia admirable a lo largo de los años, pues tanto en los discursos como en los planes y programas de desarrollo urbano llevan décadas diciéndonos que ahora sí vamos a construir el tan anhelado paraíso terrenal. Si se preguntan por qué no hemos podido llegar a ello la respuesta es muy sencilla, porque la burocracia encargada de esos temas no ha entendido que para mejorar la calidad de vida en las ciudades no bastan las buenas intenciones. Para lograrlo hay que hacer cambios de fondo en los principios de la planeación urbana, lo cual implica necesariamente abandonar los paradigmas vigentes que la mayoría de los urbanistas se resiste a abandonar.

 

En 1993 publicaba yo un documento académico que exploraba el tema de la variabilidad espacial de la productividad laboral, con la idea de identificar los factores espaciales que inciden sobre el desempeño de las personas en la escuela y el trabajo. Las variables cruciales eran las distancias recorridas y el tiempo destinado a los trayectos cotidianos, para lo cual se documentaban los efectos negativos que dichas variables tienen sobre la salud física y emocional de las personas. La fuente de inspiración era la zona metropolitana de la ciudad de México y las conclusiones a las que llevaba el modelo matemático para mejorar la productividad  eran muy simples: había que modificar los principios de la planeación  para que la estructura urbana fuese más eficiente y mejorara la organización espacial de las actividades que la gente realiza en la ciudad. En otras palabras, ciudades más densas y con mayor mezcla de usos del suelo.

 

Me da gusto que 23 años después uno de los temas de moda en los discursos del nuevo urbanismo sea la densificación de la ciudad. Por lo menos a nivel discurso nos ayuda para dejar atrás la desolación que nos causó por ejemplo la ominosa política de Estado implementada principalmente por la administración de Felipe Calderón, y que consistió en la destrucción sistemática del orden urbano mediante el desarrollo de deprimentes ciudades dormitorio levantadas tras lomita por todo el país. Los costos económicos, ambientales y sociales de políticas como esa, y de otras derivadas de ocurrencias como la del bando 2 de López Obrador, seguirán castigando durante años y de diversas maneras el bienestar de la población afectada.

 

Hay que decir, sin embargo, que la densificación es buena en la medida en la que se acompañe de un amplio paquete de medidas complementarias cuya función es hacer que el ecosistema urbano funcione de manera relativamente eficiente. La densificación debe acompañarse necesariamente, so pena de repetir el conocido ridículo del bando 2, de una serie de cambios estratégicos en aspectos como los siguientes: criterios de asignación de los usos y las intensidades de uso del suelo; visión de redes e interconectividad de los diferentes sistemas de transporte público; regulación ambiental por zonas en materia de aire, ruido, agua y residuos; consideración explícita  de impactos urbanos y ambientales acumulativos; diseño urbano que equilibre tanto los derechos de libre tránsito entre vehículos automotores, bicicletas y peatones, como los de la accesibilidad a bienes y servicios públicos para toda la población (incluyendo perspectivas para discapacitados y género); así como uso intensivo de las nuevas tecnologías de información y telecomunicaciones.

 

La estructura urbana se conforma de alguna manera de este tipo de elementos y su diseño y sus características son aspectos cruciales en la determinación de la eficiencia del ecosistema urbano. Pero modificar ese tipo de cosas para mejorar la situación prevaleciente requiere de cambios profundos, como cambiar el esquema de valores que ha regido la vida urbana durante décadas. Por poner un ejemplo, la idea químicamente pura de que la introducción de otros usos del suelo en una zona habitacional altera el orden social, hace que surja la inseguridad pública y genera caos vial. Evidentemente se puede dar el caso, pero hay muchas formas de evitarlo y lograr que las cosas mejoren. Basta voltear a ver cómo viven en muchas ciudades europeas para percatarse de que es algo alcanzable.

 

Bueno fuera que la distancia que separa el discurso prevaleciente de políticos y burócratas de las acciones necesarias para generar un cambio real en la calidad de vida en las ciudades de México, fuese disminuyendo poco a poco. Creo que es difícil, pero posible.

 

@lmf_Aequum

@OpinionLSR