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La censura nuestra de cada día

Como todos saben, el proyecto de ley secundaria en materia de telecomunicaciones –que en cuestión de horas será dictaminado, aprobado y/o rechazado-, ha provocado fuertes reacciones de distintos sectores, especialmente de los usuarios de las redes sociales.

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Escrito en OPINIÓN el

Y es que según no pocos especialistas y opinadores, el articulado de la citada ley -artículos 145, 190, 192, 194 y 197-, significan un atentado a libertades fundamentales como la libertad de expresión.

Dicho de otra manera, que según los críticos esa ley pretendería crear un escenario de censura en un terreno que para algunos debe ser intocable, como el Internet y las redes sociales.

Ayer mismo, la comisión respectiva en el Senado de la República dio a conocer las modificaciones al dictamen –que en los próximos días será discutido, aprobado y/o rechazado- y que en términos generales matiza los artículos que suponían la censura a Internet y las redes sociales.

Sin embargo, lo más interesante de la discusión pública –en redes sociales- y del debate en torno a la censura, es que buena parte de la sociedad mexicana es intolerante a las opiniones de los otros, de los que piensan distinto, de los que disienten, de los que se oponen a las tendencias de opinión y, en general, de aquellos que piensan con cabeza propia.

Una revisión elemental, sin ninguna metodología científica, sobre el fenómeno #EPNVSINTERNET y #ContraElSilencioMX arroja una resultante que puede asustar a cualquiera.

Una mayoría de quienes opinan sobre la ley en cuestión y sobre la supuesta censura, no tienen la menor idea de lo que están hablando. En realidad siguen una tendencia de quienes suponen, creen, imaginan o piensan que la ley en cuestión “podría significar censura”.

Más aún, muchos otros no saben el significado de la censura. Creen que reglamentar delitos como la difamación, la calumnia o la amenaza en las redes sociales o en Internet, es un intento de censura. Suponen que prohibir el uso de las tecnologías de la comunicación para fines criminales, es censura.

Y no saben que en todo el mundo la regulación de medios digitales es parte del ejercicio democrático.

Pero acaso más simpático que todo lo anterior es que en esa revisión de tuits  -que exigen al gobierno de Enrique Peña no convertir la ley de telecomunicaciones en instrumento de censura de internet y las redes sociales-, son los mismos que gustan de la censura de las opiniones disidentes, de la censura a quienes piensan distinto y a quienes tienen posturas diferentes.

Resulta sorprendente la cantidad de tuits que exigen la libertad en Internet y redes sociales pero que, al mismo tiempo, reclaman que sean censurados los que piensan distinto, los que no comulgan con tal o cual religión política; con tal o cual posición o con tal o cual credo partidista.

Dicho en pocas palabras, la cultura democrática, la tolerancia a las opiniones distintas y el respeto a lo que piensa el otro, prácticamente no existen.

Y un caso singular es el de aquellos que exigen al gobierno mexicano respetar libertades básicas, como la de expresión, y que al mismo tiempo colocan al gobierno de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro como ejemplos a seguir.

Resulta de risa loca que no entiendan que la mayor tragedia que se vive en Venezuela es esa, la cancelación de la libertad de expresión. Al Tiempo.

@RicardoAlemanMx