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La cara oculta del primer año de gobierno

Tras los primeros doce meses de gobierno, México se divide entre la esperanza y el desaliento. | Ismael Jiménez

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Escrito en OPINIÓN el

Han transcurrido los primeros 365 días de gobierno de López Obrador. Doce meses en los que para algunos, todavía existe la esperanza de alcanzar un México mejor, mientras que para otros, el agobio y la desesperanza por los resultados del gobierno los hace suponer el peor de los escenarios.

Como cualquier otro gobierno, esta administración ha debido enfrentar un sin número de acontecimientos que no tenían programados en su agenda original y que de pronto, se ven obligados a encarar una realidad más adversa de lo que imaginaron.

Pero una de las vicisitudes a las que ha debido hacer frente el gobierno de la 4T, es la inmediatez de los reclamos, de las necesidades, de los intereses trastocados y de las canonjías de que muchos gozaron.

Muchos de los reclamos inmediatos son absurdos, no por la naturaleza de su demanda, sino porque algunos de esos problemas tardarán años, quizás décadas en resolverse. La violencia y la inseguridad son un ejemplo de ello.

Ningún gobierno, sea del corte político que fuere, resolverá de la noche a la mañana un problema que se gestó hace muchas décadas y del cual hoy vivimos sus consecuencias.

El argumento simple y ramplón de quienes exigen resultados inmediatos bajo la consigna “para eso fueron elegidos”, olvidan que los reclamos que le profieren al gobierno son fruto de décadas de injusticia, impunidad y corrupción.

El problema es que ese argumento se auto alimenta y se recrea en sí mismo para darle fuerza a esos grupos opositores que reclaman la razón y volver a exigir que se resuelva una crisis que en algunos casos, ellos mismos propiciaron y fueron parte de ella.

Es cierto que el gobierno de López Obrador parece estar cometiendo una serie de errores que le ponen los pelos de punta a más de uno. Sin embargo, esas “pifias” se exacerban, cuando se trastocan intereses y comienzan a salir nombres “respetables” que son más “democráticos” que Tocqueville o Rousseau.

Por supuesto que nadie está conforme con el estancamiento económico que vivimos este año fruto del mal cálculo de la reducción del gasto público y que tampoco nadie está tranquilo con la violencia que se recrudeció en los últimos meses, la cual alcanzó niveles nunca antes vistos.

La estrategia más pecaminosa y peligrosa impulsada por el gobierno de la 4T, fue combatir de frente y como nunca antes la corrupción; esto conlleva sus riesgos pues trastocó todos los niveles de la estructura burocrática del estado y muchos de los círculos de la iniciativa privada.

Esto lo saben quienes demandan soluciones inmediatas y quienes animan la división en las redes sociales y en diversos grupos de la sociedad. Para muchos de ellos, la “estabilidad” de sus añoranzas pasa por haber dejado las cosas como estaban, no perseguir corruptos, ni trastocar sus bienes, pues ese tipo de actos desincentivan las inversiones.

La cara oculta del primer año de gobierno, es que cuando la oposición evoca esas condiciones de “equilibrio social”, se está exigiendo mantener los cimientos de la violencia que vivimos durante décadas y que hoy se ha recrudecido a causa del enfrentamiento frontal con el estado.