Main logo

La brecha digital no va a desaparecer sola

Aunque hay pasos positivos en el desarrollo de las telecomunicaciones, lo cierto es que los avances van aparejados de una brecha digital preocupante

Por
Escrito en OPINIÓN el

Nadie puede poner en duda que, en promedio, vivimos mejor que otras generaciones pasadas. Tenemos mejor acceso a servicios de salud, educación, justicia, y mayores niveles de ingreso. Esta es una realidad en todos los continentes y países que se refleja, por ejemplo, en un incremento significativo en la expectativa de vida. Las personas no sólo están viviendo vidas más largas, sino también en mejores condiciones de salud y vitalidad. En México, en 1980 las personas esperaban vivir 66 años y medio, pero en el año 2015 la esperanza de vida era ya casi de 77 años.

A lo largo de varias décadas, tanto en México como en muchos otros países se asumió la idea de que el crecimiento económico traería consigo una mejor distribución del ingreso. Que no harían falta políticas específicas para lograr una distribución más equitativa de la riqueza porque el crecimiento económico traería consigo de manera casi automática, una sociedad más justa. Pero los años han pasado y eso no ha sucedido.

Al contrario, vemos con preocupación que la distribución del ingreso cada vez es más desigual tanto dentro de los países pobres como en los ricos, así como entre distintos países y regiones.

La OCDE ha señalado que, entre los países miembros de esta organización, la desigualdad ha alcanzado el nivel más alto de los últimos 50 años. El decil más rico de la población concentra un ingreso 9 veces más grande que el decil más pobre. Si bien se reconoce que Turquía, Chile y México han podido disminuir la desigualdad en las últimas décadas, en nuestro país el ingreso de los más ricos todavía supera en más de 25 veces el de los más pobres.

Algunas economías en desarrollo como China y la India han tenido periodos de crecimiento sostenido que han ayudado a millones de personas a salir de la pobreza absoluta. Pero los beneficios del desarrollo no se han repartido de una manera equilibrada, dando como resultado un incremento en la desigualdad. Entre los países en desarrollo que no pertenecen a la OCDE, sólo Brasil ha podido mejorar la distribución de la riqueza, pero la distancia entre ricos y pobres todavía quintuplica la de los países de la OCDE.[1]

El coeficiente de Gini es uno de los indicadores más usados para medir la desigualdad en la distribución de la riqueza. De acuerdo con las cifras del Banco Mundial, aunque en México ha habido una ligera mejora desde los valores registrados en los años 80, donde el coeficiente alcanzó hasta 54.3 puntos, desde hace varios años el indicador prácticamente no se ha podido despegar de los 48.2 puntos, lo cual evidencia que no se ha logrado ningún avance adicional.

La desigualdad es un fenómeno que se autoperpetúa, porque quienes están en el extremo más vulnerable no cuentan con recursos para invertirlos en su salud y educación, lo cual limita su acceso a oportunidades de inclusión económica y social para ellos y sus hijos.

Es fácil entender cómo este proceso se da también respecto de la brecha digital, concepto que se refiere a la diferencia en acceso a las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Quienes no tienen acceso a las TIC, no pueden usar estas herramientas para invertir en su capital humano y se ven marginados de importantes oportunidades de inclusión social y económica, tanto para ellos como para sus hijos.

De la misma forma como hemos visto persistir un reparto desigual de la riqueza a pesar del crecimiento económico, estamos siendo testigos de la permanencia de la brecha digital dentro de un proceso de incremento significativo de la penetración de los servicios de telecomunicaciones, especialmente de la banda ancha, aunado a un mayor acceso de la población a las computadoras y a teléfonos inteligentes

De acuerdo con cifras del IFT, al cierre del año 2016 la penetración de internet de banda ancha residencial en el país alcanzó un promedio de 43 accesos por cada 100 hogares. Colima, la Ciudad de Me´xico y Nuevo Leo´n continuaron siendo los estados con mayor adopción, superando los 60 accesos por cada 100 hogares.

En contraste, Tabasco, Oaxaca y Chiapas fueron las entidades federativas con menor penetracio´n del servicio, por debajo de 21 accesos por cada 100 hogares.

La desigualdad es un fenómeno persistente y, además de ser contraria a nuestros ideales de una comunidad más justa con oportunidades abiertas para todos, es un factor que pone en continua tensión la convivencia social.

La evidencia internacional nos muestra que las múltiples aplicaciones de las TIC se han convertido en una poderosa herramienta para que la población mejore sustancialmente su calidad de vida, brindando un acceso enriquecido a fuentes de trabajo y oportunidades de negocio, a la educación y la cultura, así como a servicios primordiales como los de salud y los financieros.

Asimismo, el acceso pleno a las TIC promete un impulso extraordinario para el desarrollo del país y sus regiones, posibilitando mayores oportunidades de bienestar, movilidad social y vida democrática. Por las mismas razones, la disminución de la brecha digital puede impulsar una mejor distribución del ingreso.

Pero al persistir la brecha digital, mientras una parte del país se incorpora a los beneficios que traen las TIC, otra se mantiene al margen, sujeta a las limitadas posibilidades de los métodos tradicionales de acceso a la educación, la salud, el trabajo, el comercio, los servicios financieros, etc.

Aunque estamos dando pasos muy positivos en el desarrollo de las telecomunicaciones y, en general, de las TIC, lo cierto es que los avances van aparejados de una brecha digital preocupante.

Así como las políticas para el crecimiento económico por sí mismas no son suficientes para combatir la desigual distribución de la riqueza, es importante comprender que las estrategias para impulsar el desarrollo de las redes y la penetración de las telecomunicaciones, por sí solas no alcanzan para abatir la brecha digital. En lo que se refiere al caso específico de los grupos menos favorecidos, se requiere de otras estrategias complementarias.

Por ejemplo, es necesario construir las habilidades necesarias para utilizar y aprovechar las TIC, lo que se traduce en diversos esfuerzos de alfabetización digital enfocados en las características de grupos específicos ya sea por edad, región, género, lengua o necesidades especiales; también se requiere desplegar servicios para localidades y capacidades determinadas, considerando la aplicación de tecnologías idóneas para los servicios rurales, como las satelitales; es preciso focalizar apoyos para grupos vulnerables, incluyendo las adaptaciones para personas con diferentes capacidades, pero también encontrar soluciones para financiar el acceso de los no conectados a las TIC.

Esta diversidad de acciones implica la colaboración entre distintas instituciones, principalmente públicas pero también privadas, para incidir mediante una estrategia multifactorial, en este objetivo común. Un reto considerable, pero que nos permitiría hacer realidad la promesa de que las TIC sean el conducto para lograr una sociedad incluyente con oportunidades abiertas para todos.


[1] Fuente: OCDE, Centro para las Oportunidades y la Igualdad. http://www.oecd.org/social/inequality.htm

@elenaestavillo

* Comisionada del IFT. Las opiniones expresadas son a título personal y no deben entenderse como una posición institucional