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La belleza será convulsiva o no será

Sandra Frid y la biografía novelada de Nahiu Olin. | María Teresa Priego

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Escrito en OPINIÓN el

"Todo en el mundo se modifica; nada muere. La aventura de la vida es un giro constante": Nahui Olin

Finales del siglo X!X. Nahui nace. Tiene unos ojos enormes, verdes. Son ocho hermanos, pero el padre pareciera mirarla solo a ella. A su hija, el General Mondragón la mantiene en un estado de hipnosis. La madre desearía una hija obediente, sensata, que acepte los mandatos culturales: casarse, tener hijos. Ser una buena madre, una buena esposa. Una señora de sociedad que recibe en un salón con candelabros, entre sedas y encajes. Pero Carmen Mondragón Valseca no es, no puede ser una hija obediente. La madre vive avergonzada por la conducta libertaria de la hija. Y muy celosa de su relación con el padre. Una relación que, a la madre, Mercedes, la excluía. 

?"Su padre; ella, a horcajadas sobre sus piernas, le sostiene la mirada mientras él le desabotona la blusa del uniforme escolar", escribe Sandra Frid en "La mujer que nació tres veces". El incesto queda sugerido con una cierta claridad en dos momentos. Allí me detengo. Carmen se enamora de Manuel Rodríguez Lozano. Parten hacia el exilio en París con la familia del General Mondragón. Allí, Carmen y su esposo conocen a Diego Rivera y a Angelina Beloff. Siete años de un matrimonio distante. Más que frío. Hasta que la distancia se convierte en odio. Carmen lo intuye, lo comprueba: entre Manuel y ella hay un deseo imposible. Ella lo mira. La mirada de él se queda colgada de un joven estudiante de pintura que detrás de su caballete, lo mira a su vez. Manuel, el hijo de ambos muere unas horas después de su nacimiento: muerte de cuna. La madre exige que la pareja permanezca: más vale siempre una hija infeliz que divorciada. La pérdida de su hijo. Ese dolor que la estalla. Carmen y Manuel regresan a México. 

Carmen rompe con su familia y con Manuel. Escribe. Pinta. Da clases de dibujo y manualidades en el Departamento de Bellas Artes. Posa para el fotógrafo Antonio Garduño. En 1921 Diego Rivera, quien la invita a ser su modelo en el mural del Anfiteatro de la Escuela Normal Preparatoria, le presenta al vulcanólogo y pintor Gerardo Murillo. Otro amante de la pintura y las azoteas, la suya en el ex convento de La Merced, en donde vive. ?"En el cuarto que él llamaba su estudio, le enseñó bocetos y dibujos: paisajes, volcanes, nieve y fuego. Sobre una tabla rústica sostenida por dos burros, había frascos, lápices, carboncillos y pigmentos; en otra, papeles, notas y libros". Es él quien la nombra: "Nahui Olin... movimiento renovador de los ciclos del cosmos, según el calendario azteca". A él, el escritor y poeta Leopoldo Lugones lo había nombrado "Dr. Atl".

Durante cinco años viven una pasión intensa. Se aman. Se detestan. Las ausencias del Dr. Atl desatan los celos de Nahui. Ella escribe: "Óptica cerebral... Un libro extraño y bello, rutilante, pasional, escrito con violencia por una mujer maravillosa… así te describen en este artículo —le comentó Gerardo acercándose el periódico a los ojos para observar la fotografía de Nahui...… Producto de una sensibilidad exquisita. Indudablemente que esta criatura está posesa..." También ante sus poemas un crítico escribe: ?"Basta leer 'El verde de oblicuos agujeros' para comprender que el reino de Nahui Olin no es de este mundo…" El padre adorado murió en España. Nahui se rapa y su amado la pinta. Desolada y pelona. Repetidamente "traicionada" por el Dr. Atl sus arranques de furia crecen: amenaza con matarlo. Hasta que se separan. Se mudó sola a su azotea en la calle 5 de febrero. 

"?Miró el reloj y decidió ir a la Escuela Nacional de Bellas Artes. Leandro Izaguirre, reclinado en una de las columnas del primer piso, la vio cruzar el patio... 'Maestro, soy su nueva alumna, Nahui Olin". Eligió ese nombre que su amor le había dejado. Y la pintura. Leandro fue su maestro y su amante: "?Atl es dieciocho años mayor que yo, y Leandro, veintiocho... ?Desde que hicieron el amor por primera vez, esa fue la primera ocasión en que extrañó la ferocidad de sus relaciones con Atl, las amenazas, los castigos". Sola con sus lienzos y su piano. Ella se aferra a su pintura. Ingenua y salvaje, con personajes de ojos enormes como los suyos. Convocada por Matías Santoyo con quien mantiene una cierta relación amorosa decide viajar a los Ángeles para trabajar con Rex Ingram. El director vio una foto suya de la serie tomada por Edward Weston: la deslumbrante Carmen Mondragón. Su belleza tan insólita como su temperamento. La experiencia fracasa, regresan a México. 

Termina su relación con Matías quien amenaza con suicidarse y envía cartas a Carmen: "No se culpe a nadie de mi muerte, me mato porque quiero". "Hoy me mato porque Nahui no me quiere". Carmen lee las amenazas sin padecer demasiado, hasta que Matías coloca sus pasiones en otro lado. Carmen y Tina Modotti son amigas. Tina es entonces la pareja de Weston. A ambas les gusta tomar el sol desnudas en las azoteas. Bañarse en los tinacos. Son inteligentes, audaces. Intentaron una carrera en el cine y terminaron renunciando: ninguna de las dos aceptó jugar el papel de la "vampiresa". En su azotea invita a una exposición de desnudos con las fotos tomadas por Garduño. Piensa en su madre y en 1933 toma un barco para visitarla. El capitán es un sevillano que se llama Eugenio Agacino. Ella tenía 40 años. Se amaron de una manera distinta, por primera vez para Nahui: sin violencia, con la mirada hacia el futuro. Nahui expuso en España. Pintó a su marino de tantas maneras. ?"Para el sol que ilumina mi vida. Siempre tuyo, E. A." La delicadeza de Agacino.

Arropada por el amor de Agacino, Nahui cerró tras ella la puerta de su habitación de azotea y regresó a la casa de la calle General Juan Cano donde creció. Tuvo la fuerza de habitar la parte de la casa que su padre le había legado. En 1935 en Veracruz, cuando se preparaba para un viaje en barco junto a su capitán, supo que Agacino había muerto. "El reino" de Nahui dejó -poco a poco y más rotundamente- de ser de este mundo. Ciega y sorda a cuanto ocurría... Carmen permaneció varias semanas encerrada en su casa. La sirvienta le llevaba comida y el material necesario para continuar pintando. Nahui y Agacino frente a la isla de Manhattan, tituló el siguiente cuadro donde ambos, desnudos, yacen en el camarote del barco y atrás, una ristra de edificios con sus ventanas. Nahui y Agacino en Cuba; Nahui y Agacino bailando en la proa del barco Habana; Eugenio y Nahui en el Atlántico; Autorretrato con Eugenio; Nahui y Eugenio en el muelle". 

Regresó al puerto de donde la rescataron Germán List Arzubide y Carlos Pellicer. Lola Álvarez Bravo la invitó a participar en una exposición en Bellas Artes. Expuso en el Hotel Regis. Fue amada, libre, admirada. Deseadísima. Pero ya no había manera de reparar todo lo que, por dentro, estaba roto. Su situación económica se fue deteriorando. Y su salud emocional. Ella y sus gatos en su casa. Sus gatos a los que alimentaba en la Alameda. Su vestimenta de soledades y abandonos. Sus cabellos naranjas. La pintura negra que se escurre alrededor de sus ojos magníficos. En su cama se cubre con una sábana en la que el capitán está pintado. Alrededor de su cama los gatos disecados.

Su soledad es infinita porque nadie puede alcanzarla allá, en ese otro reino al que tuvo que mudarse. Está muy enferma. "Nahui Olin murió el 23 de enero de 1978, al extinguirse el último rayo de sol". Su hermana y su sobrina cerraron sus ojos. En su casa de infancia. "La belleza será convulsiva o no será", escribió André Breton. La belleza de su obra. La inquietante fuerza de su escritura. Sus ojos. Toda ella concentrada en sus ojos.