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La apuesta radical de Cristina Rivera Garza

La escritora mexicana Cristina Rivera Garza ha creado una obra transgénica, pues entrelaza múltiples disciplinas en su trabajo literario. | Jorge Iván Garduño

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Escrito en OPINIÓN el

Con una formación en historia latinoamericana por la Universidad de Houston, la escritora mexicana Cristina Rivera Garza ha creado una obra denominada transgénica, pues entrelaza múltiples disciplinas en su trabajo literario, el cual es posible leer en dos idiomas: castellano e inglés.

Sin embargo, una de las mayores peculiaridades que sus libros tienen es la de hablarnos de los límites físicos entre dos pueblos, pero, sobre todo, de los límites, diferencias y fronteras internas que existen en el ser humano; porque no hay comunidad humana compleja que no tenga sus propias fronteras.

Y es que el periplo que la ha traído en constantes mudanzas desde los límites de Matamoros con Brownsville, la frontera de Tijuana con San Diego o la zona circunvecina entre Toluca y la Ciudad de México, la han motivado –incluso ella misma sin saberlo ni propiciarlo–, a escribir sobre la experiencia fronteriza que no sólo se reduce a un espacio geográfico, ya que en todo lugar físico o mental siempre encontraremos diferencias y otredad.

Comprender “al otro” es un ejercicio intenso y alucinante que Rivera Garza experimenta con la literatura, ya que el proceso de leer y el de escribir nos brinda la posibilidad de salir de uno mismo y correr el riesgo de sentir el incendio que ocurre en la piel de otra persona, con toda la complejidad que esto conlleva.

La literatura de Cristina Rivera Garza tiene la facilidad de arrojarnos al espejo, de multiplicar nuestros sentidos hacia “lo otro” a fin de que podamos comprender un poco lo que nos rodea, tener esa posibilidad nos vuelve más humanos, nos confronta, nos reta y nos cuestiona partiendo de nuestra individualidad hacia el mundo infinito de la otredad.

La fuerza de esta artista por la literatura surge de una necesidad de la escritura, y después de una devoción, un gusto y un compromiso con el ejercicio literario, por el hecho de materializar el pensamiento, pero también por el gran placer de ver cómo se va componiendo una página, una frase, un párrafo, cómo se van engarzando palabras, cómo se van paseando las ideas para vestir el conjunto de un libro, cómo se plasman frases casi vacías o silencios sincopados que pueden ser retomados por el que los lee.

Ese momento fundamental que produce la escritura, que es el de estar a solas frente a una página o una pantalla en blanco en un rincón frente al lenguaje y nada más, es el que a Rivera Garza le produce un vértigo maravilloso, una aventura extrema por sentirse un orfebre en solitario que pone en riesgo su propia alma dada la carga emocional con la que su obra está escrita.

Lugares encerrados, paredes altas, el desierto, el mar, su familia… son temas recurrentes en sus novelas que le brindan al lector una sensación de realidad disonante, que al conjugarse con sus grandes obsesiones como la locura, la muerte, la debilidad, la vulnerabilidad, las grietas que se abren en el cuerpo, la psique y el mundo de la enfermedad, recrean paisajes estrechos en constante cambio, lugares llenos de colores, con texturas firmes y espacios en el que la luz juega una relación estrecha con la perspectiva de los personajes.

Los textos de Cristina Rivera Garza han sido publicados en antologías, diarios y en diversas revistas nacionales e internacionales, además de ser traducidos al inglés, italiano, portugués, alemán, coreano, francés y esloveno, por lo cual el escritor Carlos Fuentes llegó a decir de esta autora que es en la actualidad “una de las voces más importantes de la joven generación de autoras y autores mexicanos y latinoamericanos”, asimismo al hablar de su novela “Nadie me verá llorar”1 mencionó que es “hermosa y perturbadora”.

Cristina Rivera Garza, una escritora en que ciertamente la palabra perturbadora podría ser el adjetivo ideal para definir su prosa.

Ha sido acreedora de la beca Jóvenes Creadores del FONCA en dos ocasiones, se le ha otorgado la Beca Salvador Novo, además de que pertenece al Sistema Nacional de Creadores Artísticos desde 2007; ha impartido cátedra de Historia de México y latinoamericana en diversas universidades de los Estados Unidos y de México.

Categóricamente la escritura de Rivera Garza es una letra que no da concesiones a nada y que explora la otredad y los límites humanos.

1. Premio Internacional IMPAC-Conarte-ITESM, 1999; Premio Sor Juana Inés de la Cruz, 2001.