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La amistad social

Es necesario impulsar la buena política, la política del bien común, y fomentar la fraternidad y la amistad social. | Marco Adame

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Escrito en OPINIÓN el

El presidente López Obrador ha sostenido que el papa Francisco es el dirigente “que ha hablado con más claridad sobre los grandes y graves problemas nacionales” y que sus homilías son discursos “de verdadera solidaridad con la lucha de los pobres”. En lo personal concuerdo con ello y por lo mismo creo que deberíamos profundizar sobre la reciente encíclica “Fratelli Tutti”. En este documento el Sumo Pontífice no sólo señala los errores del neoliberalismo; sino que también hace duras críticas sobre deficiencias del populismo, muchas de las cuales pueden verse claramente reflejadas en el gobierno actual.

Respecto al neoliberalismo, el papa afirma que la fragilidad de los sistemas mundiales frente a la pandemia “ha evidenciado que no todo se resuelve con la libertad de mercado” y que la política no debe estar supeditada al dictado de las finanzas, sino que debemos “llevar la dignidad humana al centro” para que “sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales que necesitamos”. Y sostiene que sin solidaridad y confianza recíproca el mercado no puede cumplir plenamente su función.

Y en lo relativo al populismo, advierte sobre el grave riesgo que hay frente a una forma de “populismo insano”, un populismo que destruye, el cual se da cuando se instrumentaliza al pueblo para el servicio personal y la perpetuación del poder; lo cual se agrava cuando se convierte, con formas groseras o sutiles, en un avasallamiento de las instituciones y de la legalidad.

En México esto lo hemos visto, entre otros hechos, con consultas ilegales y a modo, donde lejos de querer conocer la voluntad del pueblo lo que se buscaba era validar decisiones ya tomadas; con reiterados atentados en contra de los organismos autónomos, tanto a través de recortes presupuestales como con imposiciones ilegales de funcionarios; y con múltiples iniciativas presentadas para debilitar a las instituciones democráticas. 

Por otra parte, respecto a las políticas asistencialistas, instrumento preferido de MORENA, el documento sostiene que éstas “sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras”, contrario a lo que sucede en México. La razón de limitar su temporalidad es que el objetivo debería de ser permitir a los ciudadanos una vida digna a través del trabajo; el cual no sólo es un modo de ganarse el pan sino también un medio para el crecimiento personal. 

La encíclica critica también el que se utilicen las políticas públicas solamente con miras para garantizarse votos, afirmando que “no se puede abordar el escándalo de la pobreza promoviendo estrategias de contención que únicamente tranquilicen y conviertan a los pobres en seres domesticados e inofensivos”. Lejos de esta visión utilitarista y pasiva, llama a que se respete el principio de la subsidiaridad que consiste en que las personas sean partícipes de su propio desarrollo. 

Y el documento censura también el que “las mayores angustias de un político no deberían ser las causadas por una caída en las encuestas, sino por no resolver el fenómeno de la exclusión social y económica”. Si esto se cumpliera en nuestro país, seguramente la agenda política nacional no hubiera estado enfocada en rifas y circos mediáticos como ha sucedido en los últimos días; siendo que enfrentamos una de las mayores crisis de nuestra historia.

La encíclica, hace un llamado a rehabilitar la política mediante una nueva forma de política con grandeza de miras; la cual se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo.

En esta nueva política se llama a dejar la costumbre de la descalificación de la oposición mediante epítetos humillantes: como sucedía con Hugo Chávez que calificaba a sus adversarios como “cerdos rancios” y “oligarcas escuálidos” y como actualmente sucede con el discurso oficial del gobierno mexicano que suele tachar a sus opositores como “fifís”, “huachicoleros”, “conservadores” y “chayoteros”, entre otros adjetivos.  

Ante la grave crisis que padecemos es oportuno y urgente atender el llamado a mantener un diálogo abierto y respetuoso para construir los consensos que el país y el mundo necesitan. Frente al fracaso de los sistemas preexistentes es necesario impulsar la buena política, la política del bien común, y fomentar la fraternidad y la amistad social como expresión del encuentro y la solidaridad humana.